14. El trabajo de la mujer hoy y mañana
Terminamos nuestra última lección con una ojeada sobre los cambios revolucionarios en la vida corriente de la mujer y la familia en la Rusia soviética; y hoy daremos fin a nuestra serie de conferencias con un inventario que es importante no sólo para el proletariado ruso, sino también para el internacional. Como el proletariado ha demostrado su propia fuerza al llevar a efecto la revolución, se nos plantea la cuestión de en qué planos sociales y económicos puede ser especialmente productivo el trabajo de la mujer.
Desde que los ciudadanos rusos, sin consideración a su sexo, deben prestar su trabajo productivo, la liberación de la mujer ha realizado rápidos progresos. Sin embargo este proceso abarca principalmente al proletariado industrial de las ciudades, mientras que entre la población del campo ha pasado sin que apenas se le note. En el fondo, la situación de las campesinas no ha cambiado sustancialmente, pues en el campo sigue dominando, como antes, la economía familiar privada y las campesinas continúan siendo auxiliares de los campesinos. Además, en la agricultura, en contraste con el mundo de la máquina, la fuerza muscular humana sigue jugando un papel de considerable importancia. A pesar de todo, naturalmente ha cambiado también la vida en la aldea. Hay actualmente ocho millones de campesinas más que de campesinos y en consecuencia viven en el campo ocho millones de mujeres que ya no dependen económicamente de los hombres. Estas mujeres han perdido a sus maridos en la guerra mundial imperialista o en la guerra civil o sus maridos se hallan todavía incorporados como soldados en el ejército rojo. Para esas campesinas independientes, como es natural, la vida en el campo ha cambiado. Su status dentro de la comunidad rural les concede más igualdad de derechos. Además, el trabajo general obligatorio ordena a las administraciones locales que tengan en cuenta el status de las viudas de guerra. El asegurar las simientes y los impuestos en especie sólo se lleva a cabo con la colaboración de la mujer. Por lo tanto nuestras mujeres campesinas fueron obligadas por la guerra civil a abandonar definitivamente su actitud de «observadoras», «espectadoras». En Ucrania, en la región del Don y en Kuban las mujeres han tomado parte activa en la guerra civil y ciertamente en los dos bandos. De forma análoga a cuando en la revolución francesa participaron activamente las campesinas en Bretaña y Normandía en el alzamiento girondino, muchas campesinas de Ucrania apoyaron a los líderes batjuschkas (forma de expresión familiar rusa para denominar a los viejos campesinos. Durante la guerra civil los bolcheviques llamaban batjuschkas a los anarquistas de las fuerzas de caballería mandados por Nestor Machno). Pero desde que los soviets locales apoyaron a las mujeres social y económicamente, muchas campesinas simpatizan con el Gobierno soviético. Desde hace poco el Partido Comunista organiza en todos los distritos conferencias de delegados y congresos para las obreras y campesinas. Además las secciones femeninas crean en el campo circulos de estudios para las campesinas en los que les proporcionan los conocimientos necesarios que les van a servir de utilidad para resolver sus problemas cuotidianos. Hablaremos aquí solamente de las tendencias evolutivas que demuestran que las campesinas no sólo reflexionan sobre su vida hasta ahora, sino que también comprenden que desde la revolución de octubre se han producido las condiciones para su emancipación personal. Una muestra es la creciente fuerza de atracción de las grandes ciudades en las que se ofrecen a las campesinas numerosas posibilidades de instruirse. Sólo entre los 402 estudiantes de ambos sexos de la Universidad de Severdlov que toman parte en este curso de formación hay 58 campesinas. En las escuelas locales del partido organizadas por los soviets locales la participación en los cursos de las mujeres es todavía mayor. En las distintas facultades para obreros son campesinas del 10 al 15 por 100 de todos los estudiantes. Por otro lado aumenta el número de campesinas que colaboran en los consejos de obreros y campesinos o que son elegidas para los consejos de provincia o distrito. Porque en los primeros años después de la revolución no teníamos ninguna campesina, sino solamente obreras, en esos consejos, y hoy día, por el contrario, participan en los consejos locales más campesinas que obreras. Desde luego, hasta el día de hoy ninguna campesina ha tomado parte en el soviet supremo de todas las Rusias.
Las campesinas de los consejos locales desempeñan con frecuencia cargos de mucha responsabilidad y organizan técnicamente la administración del municipio rural. (Por ejemplo, el trabajo en común de la tierra y el abastecimiento de la pequeña comunidad aldeana con simientes, ganado y maquinaria.) Pero también colaboran muchas campesinas en las inspecciones de obreros y campesinos. (Las inspecciones de obreros y campesinos eran y son un órgano de control estatal y social que tiene la misión de inspeccionar el efectivo cumplimiento de las decisiones y directrices del Partido Comunista.)
En todos los lugares donde el Partido Comunista no ha desarrollado todavía ninguna propaganda de masas, las campesinas son partidarias mucho más leales del comunismo que los campesinos. Y esto tiene fácil explicación, ya que el campesino es al mismo tiempo el señor de la casa y el propietario único de la hacienda y defiende naturalmente la tradición de que todos los miembros de la granja, incluso las campesinas, están obligados a obedecer incondicionalmente a su voluntad. Como el campesino no puede suponer que la modificación de las formas de vida van a fortalecer y a asegurar su posición en la familia, se encuentra en posición expectante o incluso enemiga ante el comunismo. Por el contrario, la creación de cooperativas, de establos o vaquerías para toda la aldea y de otras instalaciones colectivas es acogida con alegría por las campesinas, prescindiendo del cambio en la rutina que representan las instituciones comunales como jardines de la infancia, panaderías y lavanderías públicas, que les hacen más cómoda la vida diaria. Y ésta es la explicación de por qué las campesinas comprenden mucho mejor que los campesinos la finalidad del comunismo. La mejora concreta de su vida las convierte en partidarias entusiastas del comunismo en el campo.
Antes de la revolución de octubre puede decirse que en el campo no se producía en absoluto ningún divorcio. Ciertamente ocurría a veces que un campesino abandonara a su mujer, pero que una campesina se separara de su marido era un acontecimiento que sucedía una vez por siglo y producía una enorme sensación en toda la comunidad aldeana. Pero desde que, por el decreto de 1917, el divorcio se hizo más fácil, ya no es tan insólito que los cónyuges se separen, especialmente entre las jóvenes generaciones. Y este hecho muestra claramente que también en el campo comienza a vacilar la base aparentemente inconmovible de la institución familiar; y si una campesina abandona a su marido ya no provoca, por esa decisión, el desasosiego de la aldea. Cuanto más trabajo independiente realiza la campesina dentro de la agricultura comunista, cuando colabora como miembro elegido para el soviet local y toma parte en los trabajos comunes, más sencillo resultará para ella superar las ideas tradicionales de la inferioridad de la mujer en el campo. Y a esto se añade que esa evolución se acelera por medio de la mecanización del cultivo, de la electrificación planeada y de la creación de cooperativas agrícolas. Cuando esa tecnificación haya alcanzado determinado nivel, surgirán también en la tierra llana condiciones que faciliten una revolución general de las formas de vida y la emancipación definitiva de la mujer.
La revolución de las formas de vida se ha puesto en serio peligro, de momento, por el cambio de rumbo de la economía política con el que se retrasa la liberación de las mujeres y el desenvolvimiento de nuevas formas de relación entre los sexos que debe construirse sobre la estima e inclinación mutua y no como hasta ahora sobre consideraciones de tipo económico. Pero precisamente por eso, hoy, cuando los brotes de la nueva sociedad son todavía jóvenes y vigorosos y su crecimiento puede ser detenido seriamente por elementos hostiles, es particularmente necesario hacer que consten los cambios realizados hasta la fecha en la forma en que han ido dibujándose durante los primeros años de la revolución –y ciertamente contra la comprometida intervención de los agitadores comunistas-. Una relación de esas experiencias y un análisis de esas formas de vida será de gran utilidad para el futuro de todos nosotros. Tal exposición de las condiciones objetivas del proceso evolutivo en esta fecha pondría a disposición del proletariado internacional -y en lenguaje comprensible- nuestras experiencias actuales y por medio de ese trabajo ayudaremos a nuestros camaradas del extranjero, de ambos sexos, a concluir la obra que hemos comenzado en Rusia trabajadores y trabajadoras. Aunque de momento nos encontramos en un período sombrío y triste de estancamiento general, sin embargo hemos dejado ya una huella imborrable en la historia de la humanidad y en especial en la de la mujer con lo que hemos llevado a efecto hasta el presente desde la revolución de octubre de 1917. Mientras continúe la detención momentánea en la construcción de nuevas formas de vida debiera ser misión de nuestra sección femenina revolucionaria elaborar un inventario completo de nuestros cambios eficaces en las costumbres y en las conciencias y propagar estas experiencias entre amplias capas de la población, pues sólo así pueden alcanzar las masas un nivel de conciencia tan alto como el que posee hoy el estrato dirigente del proletariado. Junto a ello las secciones femeninas deben transmitir nuestras experiencias prácticas -por medio de una actividad adecuada de propaganda- a las trabajadoras de todos los países para despertar en sus corazones la convicción firme de que la efectiva liberación de la mujer puede convertirse en realidad en la fase de transición al comunismo. Pues es un hecho que la revolución rusa ha creado la base para la liberación de la mujer no sólo en la teoría, sino también en la práctica. Además, las autoridades soviéticas -sobre todo el primer gobierno- han colocado a la madre y al niño bajo su especial protección. Por añadidura, hemos creado las condiciones que nos han hecho posible que desaparezca la prostitución -que es uno de los fenómenos más escandalosos de la sociedad burguesa-. La forma de la familia, hasta ahora, con sus rasgos característicos que tienen su origen en la época de la servidumbre, se ha sustituido en nuestra república soviética por una forma de matrimonio más libre, más sana y más flexible. La gran revolución rusa es la liberadora de nuestras mujeres y no podemos olvidar en ningún caso que para hacer la revolución ha sido exactamente de tanta importancia la intervención de las obreras y campesinas como la de nuestros obreros y campesinos. Pues las obreras y campesinas no solamente han desempeñado un papel trascendental en el estallido de la revolución -únicamente quisiera recordar en este aspecto el 23 de febrero de 1917, su entrada en escena histórica en el día de la trabajadora-, sino que han tomado parte activa y revolucionariamente durante todos los duros años de la guerra civil.