La resistencia armada al franquismo —conocida con frecuencia en el imaginario popular como guerrilla, maquis o rojos— fue un fenómeno histórico que representó durante la década de 1940 el último frente de una guerra dada formalmente por concluida el 1 de abril de 1939. En él convergen tradiciones y conflictos sociales antiguos con coyunturas de oportunidad política; se caracteriza por surgir en la clandestinidad, su trayectoria es discontinua, su liderazgo a veces opaco y su cohesión difícil. Por eso no siempre ha estado libre de dudas y de interpretaciones sesgadas y a menudo se le ha excluido de la épica de la guerra civil, e incluso denostado. No es menos cierto que su estudio ha adolecido con frecuencia de voluntarismos reivindicativos y de panegíricos ideológicos. Este libro desgrana el complejo fenómeno del movimiento guerrillero. Los textos se articulan en torno a los orígenes ideológicos y sociales y al contexto histórico en el que se produce; en torno a sus protagonistas y a los territorios en los que surge y se desenvuelve y en torno a las fuentes documentales, base de toda labor historiográfica, para desvelarnos sus claves.
Julio Aróstegui es Catedrático de Historia Contemporánea en la UCM y director de la Cátedra Extraordinaria «Memoria Histórica del siglo XX». Sus libros más recientes son Por qué el 18 de julio y después, La República de los trabajadores y España en la memoria de tres generaciones. Jorge Marco es investigador de la UCM y ha publicado varios artículos sobre la resistencia armada y la violencia política en la posguerra española.
En este libro participan los siguientes autores: José María Azuaga, Julián Chaves Palacios, Benito Díaz Díaz, Ramón García Piñeiro, Hartmut Heine, Odette Martínez, Francisco Moreno, Josep Sánchez Cervelló, Ferrán Sánchez Agustí, Secundino Serrano, José Antonio Vidal, Mercedes Yusta.
AA. VV.
El último frente
La resistencia armada antifranquista en España, 1939-1952
ePub r1.0
ugesan64 & jasopa1963 19.07.14
Título original: El último frente
AA. VV., 2008
Diseño de cubierta: Estudio Pérez-Enciso
Editor digital: ugesan64 & jasopa1963
ePub base r1.1
CAPÍTULO 1
EL CONTEXTO NACIONAL E INTERNACIONAL
DE LA RESISTENCIA ( 1939-1952 ).
JOSEP SÁNCHEZ CERVELLÓ.
La dictadura franquista fue hasta la desaparición del maquis, a principios de los años cincuenta, especialmente violenta. Su dureza tenía su origen en la tipología de la guerra colonial a la que estaba vinculado el núcleo del Ejército nacional y que tuvo su perfil más cruento entre 1921 y 1927 cuando se emplearon gases asfixiantes, sobre todo yperita, en la lucha contra las fuerzas rifeñas de Aldelkrim.
Esa brutalidad quedó también evidenciada desde los inicios de la conspiración antirrepublicana, cuando sus integrantes previeron desde el principio un nivel de represión desmesurada para aplastar cualquier atisbo de resistencia. Así, Emilio Mola, firmando como el Director, emitió en abril de 1936 la Instrucción Reservada n.º 1 en la que señalaba: «la acción ha de ser en extremo violenta, para reducir lo antes posible al enemigo». Para ello se establecía que individuos y «partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento» tendrían su merecido: la cárcel o los pelotones de ejecución.
Las medidas que los rebeldes tomaron contra sus enemigos quedaron codificadas a lo largo de los primeros años del régimen y son una fuente de primera mano para evaluar el enraizamiento de sus propósitos exterminadores de lo que Franco y sus subordinados denominaron la «anti-España».
1. LEYES REPRESIVAS DE LA DICTADURA
- El Estado de guerra en toda la zona sublevada se proclamó pocos días después el golpe militar( 28-8-1936 ) con lo cual los delitos y los inculpados debían ser juzgados por tribunales militares. Claro que eso no fue óbice para que durante toda la guerra, e incluso después, muchos ejecutados, desterrados o expoliados no hubiesen sido inculpados ni procesados nunca. Con todo, esos tribunales militares se caracterizaron porque se juzgaban, normalmente, muchas causas a la vez sin que tuviesen relación entre ellas. Así, los hechos atribuidos por la fiscalía se declaraban probados, sin que se hubiese practicado ninguna prueba. De cómo funcionaban esos tribunales sumarísimos nos ha dejado un testimonio demoledor uno de sus encausados: «partían de una incongruencia […]. Era cuanto menos chocante que unos individuos rebeldes contra la República y la Constitución, a las cuales habían jurado absoluta fidelidad, se constituyesen en un tribunal permanente para juzgar a importantes núcleos de población, acusándolos, sorprendentemente, de “rebelión militar” […]. Entramos en la sala donde ya se había constituido el tribunal que nos tenía que juzgar. En el sector del público había algunos familiares, curiosos e, incluso, alguno de los denunciantes […]. Era un juego morboso de ver sufrir a unos adversarios políticos o simplemente unas enemistades del propio pueblo […].Nuestra causa se analizó por el procedimiento sumarísimo de urgencia y, efectivamente, en un periodo de tiempo que no llegó a media hora, 15 personas escuchamos, como si fuese un serial radiofónico, todos incluidos en el mismo informe, como el relator exponía los “hechos probados” para cada caso. Por el mismo procedimiento, el que actuaba de defensor hizo su obligado papel pidiendo atenuantes. Rápidamente, después de mencionar 2 o 3 artículos del Código de Justicia Militar, ordenaron que nos pusiéramos de pie para oír el “Fallamos que debemos condenar y condenamos…”, seguido de las respectivas penas para cada nombre, igual como si se pasara lista. Repartieron entre los presentes dos penas de muerte, once condenas a 30 años y dos a 12 años».
La vida en las prisiones y los campos de detención era durísima. El tortosino Subirats Piñana, que llegaría a ser presidente del Tribunal de Cuentas europeo y senador, detenido en Santa María de Oya, señala: «las condiciones de hacinamiento eran tales que padecimos ataques de toda clase de parásitos (piojos, pulgas, sarna, ladillas) y una epidemia, de la que sólo sabíamos que afectaba el aparato digestivo, hizo estragos entre los prisioneros, en particular entre los más jóvenes.
Ramón Videllet señaló, de los batallones de trabajadores en los cuales estuvo un año y medio, que «padecíamos tanta hambre que un cabo y un soldado en Punta Tarifa (Cádiz) cogieron dos kilos de harina de una casa en el campo. Eran buena gente, pero por esta miseria los fusilaron».
- Decretos de ilegalización de las fuerzas sociopolíticas apoyantes del Frente Popular y opuestas al Movimiento Nacional, con incautación de sus propiedades y depuración de funcionarios y empleados de empresas que trabajaban para el Estado (Decreto 108, 13-9-1936 ). El día anterior Franco había sido nombrado Generalísimo y jefe supremo e incontestable de la España insurgente y, a partir de entonces, la escalada normativa represora se reforzó.
- Decreto contra la Masonería ( 15-9-1936 ). En el primer artículo se señalaba: «la francmasonería y otras asociaciones clandestinas son declaradas contrarias al derecho. Todo activista que permanezca en ellas tras la publicación del presente edicto será considerado como reo del crimen de rebelión». Muchos ya habían sido ejecutados cuando salió la ley.