A mi abuela Cecilia, cien años de pasión por la lectura.
Sé que te encantará leer este libro.
A mi hija Alma, recién llegada a este mundo.
estará en tu presente y en tu futuro.
La fabulosa historia
de los neandertales
Por Juan Luis Arsuaga
No son los fósiles humanos más antiguos, aunque lo fueron por un tiempo. Ni siquiera son los primeros europeos. Las ciencias prehistóricas han dado marcha atrás al reloj de la evolución y han llegado muy lejos, tanto en el tiempo como en el espacio, hasta los albores mismos de nuestro grupo zoológico.
Ya había dejado dicho Darwin en 1871 que los monos que más se parecían a nosotros eran los chimpancés y los gorilas, y que como estas especies vivían en África nuestro origen estaba posiblemente en ese continente. Y los neandertales eran europeos. El propio Darwin había tenido en sus manos a uno de los primero neandertales que se descubrieron, el cráneo de Gibraltar, procedente de la cantera Forbes. Y a punto estuvo la especie de llamarse Homo calpensis (la roca de Gibraltar era conocida como Calpe en la antigüedad), en lugar de Homo neanderthalesis , un nombre que hace honor a un esqueleto encontrado después en la cueva Feldhofer, en el valle de Neander cerca de Dusseldorf, Alemania.
Pero a Darwin no le impresionó demasiado el cráneo de Gibraltar, como tampoco a su seguidor Thomas Henry Huxley, que fue el primer científico que escribió un libro de evolución humana. Los neandertales eran primitivos de aspecto, sí, con un grueso reborde supraorbitario y una frente huidiza, pero su cerebro era muy grande. No podían ser ancestros, sino que más bien representaban un extremo de la variación humana. Y tenían razón, los neandertales no son nuestros antepasados, sino la especie hermana. Una especie que por cierto ocupó una enorme superficie geográfica, llegando hasta el centro de Asia y el Oriente Próximo. Los neandertales fueron, en consecuencia, una humanidad euroasiática.
Pero el hecho de no ser los más antiguos, ni siquiera de Europa o Asia, no le ha restado ni un ápice de interés a los neandertales entre el gran público y los científicos. ¿Qué tendrán los neandertales que nos siguen fascinando, por mucho que se descubran continuamente nuevos fósiles, cada vez más antiguos?
Yo creo que es precisamente la historia de un encuentro, el que se produjo entre ellos y nuestros antepasados africanos cuando estos se expandieron más allá del continente-cuna. Y hay que reconocer que la historia de ese encuentro entre dos humanidades cercanas pero al mismo tiempo muy diferentes es tan buena que la imaginación no habría podido superarla. Solo podrá ser superada el día, si llega, en el que los seres humanos nos encontremos con una inteligencia extraterrestre que haya evolucionado en otro planeta, como los neandertales evolucionaron en otro continente.
Los fósiles de los neandertales, sus herramientas, las especies animales que comían o con las que se enfrentaban, todo eso, es decir, su cultura material y su economía, se puede contemplar en las imágenes de los libros y documentales o en las vitrinas de los museos.
Pero no es suficiente. Hay que ir a los lugares donde sucedió la historia, donde vivieron los neandertales hasta que desaparecieron para siempre. Porque aunque una parte de la Humanidad actual lleve unas gotas de sangre en sus venas, y yo me siento orgulloso de contarme entre sus descendientes, los neandertales se esfumaron y no se volvió a saber de ellos hasta que la ciencia los trajo del pasado al presente en un increíble viaje en el tiempo.
Eso quiere decir que en las antiguas cuevas, abrigos y campamentos de los neandertales ya no hay nada, y está todo. Está el lugar donde se reunieron, confeccionaron sus utensilios, comieron, prepararon pieles, hicieron fuego y en ocasiones enterraron a sus muertos. Incluso es posible que también dejaran impresas sus manos en las paredes, o pintaran signos cuyo significado se nos escapa.
Pero sería un error mirar solo desde la boca de la cueva hacia adentro. Hay que mirar sobre todo desde el interior de la cueva hacia afuera, para ver lo que ellos veían, su paisaje, su territorio, su hogar. Entonces nos sentiremos parte de ellos.
El nuestro es un país que ha sido bendecido con un doble patrimonio, el cultural y el natural, de manera que gran parte del territorio neandertal permanece aproximadamente igual. Y así debe seguir a toda costa.
Es preciso por lo tanto ir a ver esos lugares donde estuvieron los neandertales, para entender mejor su fabulosa historia.
Pero para eso hace falta una guía y un guía, una persona experta que nos lleve de la mano y nos haga entender y sentir esos lugares donde no hay nada y está todo.
Esa guía y ese guía son este libro y su autor. Viajemos con la imaginación a esos lugares míticos del universo neandertal que los científicos están sacando a la luz. Entre ellos figura destacadamente Ignacio Martín Lerma. Y luego, en cuanto podamos, viajemos físicamente para visitarlos. Aproximémonos lentamente, sin prisa, en silencio. La lección ya nos la sabemos porque hemos leído el libro. Nos falta pisar donde ellos pisaron. Contemplemos el paisaje, siempre en silencio. Que la voz humana no rompa la magia. Tal vez escuchemos el chillido del águila que rebota en el roquedo, el ruido del viento que mueve las hojas del árbol o el rumor del arroyo. Miremos una nube pasar. Ojalá veamos un corzo. Son la misma águila, el mismo árbol, el mismo arroyo, la misma nube, el mismo corzo y el mismo roquedo que conocieron los neandertales.
Nota del autor
Queridos lectores:
Les doy la bienvenida a un apasionante paseo por una de las épocas que más incógnitas mantiene de nuestro pasado. En este texto, que pone la ficción al servicio de la divulgación, se mezclan datos de total rigor científico con otros creados para darle al relato la cohesión y la doble función de divulgar, pero también de hacer pasar un buen rato a quien lo lea. Los miles de años que nos separan de nuestros antepasados dificultan enormemente que podamos conocer con exactitud sus modos de vida, principalmente aquellos más relacionados con el plano cognitivo, como la comunicación, el lenguaje o la interacción social. A pesar de ello, existen numerosos indicios y descubrimientos que nos llevan a realizar ciertas inferencias acerca de estos aspectos y, aunque me he permitido ciertas licencias, he intentado que todas ellas tengan como fin último la mejor comprensión de la naturaleza y costumbres de nuestros queridos neandertales.
Sepik, como he llamado al protagonista de esta historia, pasará por catorce cuevas de la península ibérica cuyos yacimientos han demostrado ser de gran relevancia y nos han dado mucha información de este periodo. Todas estas cavidades han sido elegidas, además de por su importancia, por ser claves para favorecer el ritmo de la historia que se novela en estas páginas. Fuera quedan muchas otras, no menos importantes, cuyas contribuciones a la ciencia han sido también fundamentales.
Quiero agradecer a todas las arqueólogas, arqueólogos y miembros de los equipos científicos que durante años han dedicado y siguen dedicando su vida a una labor tan fascinante como es la investigación sobre nuestros orígenes. Este libro se apoya en vuestro trabajo, que no siempre, dicho sea de paso, es sencillo llevar a cabo.