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Introducción
Este libro plantea de la manera más seria esta pregunta que puede parecer desconcertante, incluso ridícula, precisamente porque todos creemos conocer su contestación. Pero sólo pido a las lectoras y lectores que nos detengamos antes de repetir la respuesta que todos conocemos. Que no reiteremos sin pensar la contestación que nos han dicho tantas veces. No invoquemos esta verdad que parece tan segura antes de escuchar otras voces, de buscar otras verdades.
Preguntemos, pues, en serio: ¿quién conquistó México? Aunque plantear esta interrogante nos haga sonar como los burros del salón que no se aprendieron de memoria la única respuesta correcta. Aunque no falten quienes vengan a jalarnos las orejas nos y recuerden con exasperación que la única contestación correcta debe ser: ¡fueron los españoles!
Porque sus regaños no me espantan y menos me convencen sus argumentos tan trillados. Me provoca desconfianza que esa verdad que pretenden incuestionable deba ser defendida de manera tan enfática, a veces tan prepotente, incluso soez. Tras tanta certidumbre absoluta, tras tantos golpes de pecho, percibo el tufo de un miedo. Pareciera que preguntar en serio quién conquistó México y detenernos a pensar a fondo otras posibles respuestas fuera realmente una temeridad, una imprudencia que pone en peligro mucho más que nuestra idea de lo que pasó hace 500 años.
Por eso mismo, porque resulta tan amenazante hacerlo para quienes se creen dueños de la verdad histórica, este libro plantea respuestas diferentes a la pregunta: ¿quién conquistó México? Y afirma: fue la Malinche, fueron los indígenas conquistadores.
Éstas son las respuestas que he construido desde hace 30 años. Respuestas que he atisbado, aprendido e imaginado leyendo las historias de los pueblos indígenas de México y de toda América, así como las historias de los grupos de origen africano que llegaron a nuestro continente. Respuestas que he escuchado y descubierto de viva voz en las palabras y las visiones de mujeres nativas y africanas, de los hombres y ancianos que he tenido el honor de conocer. Respuestas que nos permiten comprender de una manera diferente lo que conocemos como conquista de México hace 500 años y también nuestra historia desde entonces. Respuestas que nos permiten imaginar nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro de una manera muy distinta, sorprendente e incluso, esperanzadora.
Para poder explorar estas contestaciones diferentes, en el capítulo 1, “¿En verdad nos conquistaron los españoles?”, empezaré por desmontar la más obvia. Mostraré que, en vez de ser la verdad histórica incuestionable, la idea de la victoria absoluta de los españoles en 1521 no es más que una versión parcial e interesada, inventada por el propio Hernán Cortés para ensalzar y exagerar su propio papel en los eventos y que ha sido repetida por los partidarios de la “visión colonialista” desde entonces.
En el capítulo 2, “¿Quién fue la Malinche?”, presento a esta mujer extraordinaria y demuestro el papel central que jugó en los acontecimientos de la conquista, al lado de otras muchas mujeres indígenas. Veremos cómo la intérprete nativa, doña Marina, se transformó en el rostro y la voz de los conquistadores, de modo que su figura se fusionó con la de Hernán Cortés para crear un ser complejo que incluía a los dos: Malinche.
En el capítulo 3, “Los indígenas conquistadores”, discutimos el papel fundamental desempeñado por los pueblos indígenas en la guerra que provocó la destrucción de México-Tenochtitlan entre 1519 y 1521, y luego en la serie de campañas militares que sometieron a la mayoría de los pueblos indígenas de Nueva España entre 1521 y 1545. Veremos que Tlaxcala, Cempoala, Texcoco, Chalco y muchos otros pueblos fueron quienes condujeron y sustentaron estas empresas militares, quienes llevaron a buen término las negociaciones diplomáticas que las hicieron posibles, quienes obtuvieron la victoria al lado de los españoles. Fueron ellos también quienes escribieron las primeras historias de estos eventos, reivindicando siempre su papel de vencedores, no de conquistados o vencidos.
En el capítulo 4, “¿Qué hicieron realmente los españoles?”, planteamos una nueva interpretación del papel jugado por los expedicionarios y Hernán Cortés, mucho menos protagónico y determinante de lo que ellos mismos imaginaron e inventaron. Nuestra conclusión será que la principal fuerza de los españoles, la que determinó su éxito en su interacción con los indígenas aliados y enemigos, fue su capacidad y su disposición a ejercer la violencia más brutal e impredecible. Veremos también que esta fiereza extraordinaria de los conquistadores se encarnó en una figura sagrada clave de la conquista: Santiago Matamoros.
En los capítulos 5 y 6, “Mi casa es su casa” y “Los futuros de la conquista”, discutiremos la manera en que el régimen colonial construyó la dominación de los indígenas y también las implicaciones de considerar a la Malinche y a los indígenas conquistadores como vencedores y también de tomarnos en serio las visiones del porvenir que los animaron a participar al lado de los españoles en las guerras entre 1519 y 1541. Veremos que desde hace 500 años conviven en nuestro país varios posibles futuros de la conquista: los que dictan los europeos y los que defienden y mantienen vivos los pueblos indígenas y otros grupos. Por eso hasta el día de hoy esos sucesos de hace cinco siglos no pueden convertirse en pasado y siempre son presentes, constantemente están abiertos a la discusión y a la polémica.
El capítulo final, “Más allá de ‘conquista’, las alianzas”, propone que debemos dejar de explicar la historia de México alrededor del hito supuestamente absoluto e irreversible de la victoria española en 1521, pues hacerlo nos obliga a relegar a los indígenas al “pasado prehispánico” y a suprimirlos, o menospreciarlos, en la historia de los siguientes 500 años. En cambio, debemos cuestionar la visión de la conquista como un enfrentamiento absoluto y vertical en el que sólo hubo unos vencedores, los españoles, y muchos vencidos, los indígenas. Reconocer la importancia de Malinche y de los indígenas conquistadores nos permitirá comprender esos eventos de una manera diferente: como el inicio de procesos de alianzas e intercambios entre diferentes grupos que crearon juntos un nuevo mundo compartido en el que vivimos todavía hoy.
A lo largo de los últimos 20 años, gracias al éxito que ha tenido mi novela Huesos de lagartija , que relata la historia de la conquista a través de los ojos de un joven tenochca, he tenido la inmensa fortuna de conversar sobre este tema con los lectores más variados, desde niños de primaria hasta estudiantes universitarios y todo tipo de adultos. En la mayoría de estas conversaciones me ha llamado la atención la cercanía que muchos sentimos con los sucesos de esta terrible guerra, que comenzó hace precisamente 500 años, en este 2019, y la pasión que despiertan todavía entre muchas personas, el coraje y la tristeza, la angustia y la incomprensión.
Cuando hablamos de la enigmática figura de la Malinche y su ambiguo papel, de las hazañas y las tropelías de Hernán Cortés y los expedicionarios españoles, del papel desempeñado por sus aliados tlaxcaltecas, de la derrota de los mexicas, pareciera que muchos mexicanos discutimos una historia de nuestra familia, las acciones y las tribulaciones de nuestros padres y nuestros abuelos. Por ejemplo, ante cualquier crítica a las atrocidades cometidas por los conquistadores, los hispanistas proclaman: “Hernán Cortés es el padre de México”, mientras que otros defienden al “joven abuelo” Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica.