PRÓLOGO
Este libro está basado en las clases de un curso preliminar impartido a los postgraduados del Instituto de Psiquiatría William A. White y a los estudiantes del Bennington College. Está dedicado a un público similar, los estudiantes de psiquiatría y psicología, y a los legos a quienes interese la materia. Como indica el subtítulo, es una introducción a la comprensión del lenguaje simbólico; por esta razón no trata muchos de los problemas más complicados del tema, cuya discusión sería incompatible con el objetivo de una introducción. Así, por ejemplo, he analizado las teorías de Freud únicamente en el plano de su «Interpretación de los sueños», y no a la luz de los conceptos más difíciles que elaboró en sus escritos posteriores; y no he tratado tampoco de abordar aquellos aspectos del lenguaje simbólico que, aunque necesarios para comprender mejor los problemas que involucran, deben dar por conocidas las nociones generales que estas páginas se proponen transmitir. De esos problemas pienso ocuparme más tarde, en otro libro.
El término «introducción a la comprensión de los sueños, etcétera», ha sido elegido a propósito, en lugar del más convencional de interpretación. Si, como trataré de demostrar en las páginas siguientes, el lenguaje simbólico es un lenguaje por derecho propio, más aún, el único lenguaje universal que haya producido la humanidad, el problema reside, indudablemente, más en comprenderlo que en interpretarlo, como sería el caso si se tratara de una clave secreta formada artificialmente. Creo que esa comprensión es importante para todos los que quieran estar en contacto consigo mismos, y no solo para los psicoterapeutas que quieren curar las perturbaciones mentales; por eso creo también que la comprensión del lenguaje simbólico debería enseñarse en las universidades y en los institutos de enseñanza superior igual que los otros «idiomas extranjeros» que integran sus programas. Uno de los objetivos de este libro es el de contribuir a la realización de esa idea.
Quedo reconocido al doctor Edward S. Tauber por haber tenido la gentileza de leer los originales de esta obra, y por sus críticas y sugerencias constructivas.
Quiero agradecer a la doctora Ruth N. Anshen, directora de The Family, Its Function and Destiny, y a Harper Brothers por su autorización para usar en este libro mi artículo «El mito de Edipo y el complejo de Edipo». También quiero agradecer a los siguientes editores por su consentimiento para emplear en estas páginas los numerosos párrafos de sus publicaciones que he reproducido: Random House, de Nueva York, extracto de la edición Modern Library de La República, de Platón, traducción de B. Jowett, Edipo en Colonna y Antígona, traducción de R. C. Jebb de The complete Greek Drama, The Basic Writings of Sigmund Freud, traducidos y dirigidos por A. A. Brill, y extractos de The World of Dreams, de Ralph L. Wood; Allen & Unwin, de Londres, por extractos de La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud; Burns, Oates & Washbourne, Ltd., de Londres, y Benziger Brothers, de Nueva York, por el extracto de la Summa Theologica, de santo Tomás de Aquino, traducido por los padres de la congregación inglesa dominicana; The Macmillan Company, de Nueva York, por el extracto de The Dreams of a Spirit Seer, de Kant, traducción de E. F. Goerwitz; Houghton Mifflin Company, de Boston, extractos de Lectures and Biographical Sketches, de Ralph Waldo Emerson; Classics Club, W. J. Black, de Nueva York, extractos del Fedón, de Platón, traducción de B. Jowett; Oxford Clarendon Press, extractos de Las Obras de Aristóteles, traducidos con la dirección de W. D. Ross; Harvard University Press, de Cambridge, extractos de De Rerum Natura, de Lucrecio, traducción de W. H. D. Rouse; Yale University Press, de New Haven, extractos de Psicología y Religión, de C. Jung; B. W. Huesbch, fragmentos de Dreams, de Henri Bergson, traducción de E. E. Slosson; Alfred A. Knopf, de Nueva York, extractos de El proceso, de Franz Kafka, traducción de E. I. Muir.
E RICH F ROMM
1951
Un sueño que no ha sido comprendido es como una carta que no ha sido abierta.
El Talmud
El sueño nos despoja del ropaje de circunstancias, nos arma de una terrible libertad, de modo que todos los deseos se lanzan a la acción. Los hombres prudentes se leen los sueños para conocerse a sí mismos; pero no los detalles, sino el valor.
E MERSON
I
INTRODUCCIÓN
Si es verdad que la capacidad de intrigarnos es el punto de partida de la sabiduría, esa verdad constituye una triste apreciación de la sabiduría del hombre moderno. Sean los que fueren los méritos de nuestro alto grado de educación literaria y universal, hemos perdido el don de asombrarnos. Lo sabemos todo; y lo que no sabemos nosotros mismos, lo saben los especialistas cuya misión es la de saber lo que nosotros ignoramos. Más aún: revelar asombro es embarazoso, es un signo de inferioridad intelectual. Hasta los niños rara vez se sorprenden, o al menos tratan de no demostrarlo; y a medida que vamos creciendo vamos perdiendo gradualmente la capacidad de sorprendernos. Lo único que importa es saber contestar; saber preguntar, en comparación, es una ciencia insignificante.
Esta actitud es quizá la razón principal por la que uno de los fenómenos más asombrosos de la vida, los sueños, provoca en nosotros tan poca admiración y tan poca curiosidad. Todos soñamos; no entendemos nuestros sueños, pero actuamos como si no pasara nada raro en nuestras mentes dormidas, raro al menos en comparación con los actos lógicos, intencionales, que realiza nuestra mente cuando estamos despiertos.
En estado de vigilia somos seres activos, racionales, que nos esforzamos por conseguir lo que deseamos y por estar preparados siempre para defendernos de los ataques. Actuamos y observamos; vemos las cosas por fuera, tal vez no como son, pero al menos de un modo que nos permite usarlas y manejarlas. Pero carecemos generalmente de imaginación y pocas veces —salvo cuando somos niños, o si somos poetas— nuestra inventiva deja de repetir las mismas historias y los mismos argumentos de los hechos que componen nuestra existencia diaria. Somos eficaces pero algo obtusos. Al ámbito de nuestra observación diaria lo llamamos «realidad» y nos enorgullecemos de nuestro «realismo» y de nuestra habilidad para manejar la realidad.
Cuando dormimos, pasamos a otra forma de existencia. Soñamos. Inventamos historias que nunca han ocurrido y que a veces ni siquiera tienen precedentes en la realidad. Unas veces somos los héroes, otras veces los villanos; a veces contemplamos bellísimas escenas y nos sentimos felices; a menudo experimentamos indecibles terrores. Pero cualquiera que sea el papel que desempeñamos en el sueño, somos nosotros sus autores, el sueño es nuestro, nosotros inventamos su trama.
Casi todos nuestros sueños tienen una característica común: no siguen las leyes de la lógica que gobierna nuestro pensamiento cuando estamos despiertos. Las categorías de tiempo y espacio se pasan por alto. Vemos vivas a personas que han muerto; presenciamos acontecimientos que han sucedido hace muchos años. Soñamos que están ocurriendo simultáneamente dos hechos que no pueden en realidad producirse al mismo tiempo. Tampoco hacemos mucho caso a las leyes del espacio. Con toda facilidad nos trasladamos en un instante a cualquier lugar lejano, nos encontramos en dos sitios a la vez, unimos dos personas en una o cambiamos repentinamente una persona en otra. Somos, en nuestros sueños, creadores de un mundo en el que el tiempo y el espacio, que limitan todas las actividades de nuestro cuerpo, carecen de poder.