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Jaime Abedrapo Rojas - Un llamado a nuestras conciencias

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Jaime Abedrapo Rojas Un llamado a nuestras conciencias

Un llamado a nuestras conciencias: resumen, descripción y anotación

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¿Y si le damos una oportunidad al personalismo?La compilación de las columnas que se presentan en Un llamado a nuestras conciencias fueron organizadas en tres unidades, que si bien relacionadas, se agruparon en enfoques temáticos. El primero desde la tradición humanista cristiana, sustentada en el amor y esperanza, dar respuestas a los desafíos actuales de la humanidad ante la conducta irresponsable que se advierte entre algunos actores del sistema internacional, emplazando el respeto por el prójimo y la solidaridad frente al dolor ajeno.El segundo apartado centra la mirada en los conflictos globales, describiendo un extravío manifiesto de la convicción y respeto a los principios fundadores del orden mundial consensuados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En efecto, las columnas relevan que hemos perdido interés por transformarnos en una sociedad internacional, puesto que nos estamos desembarcando de la convicción por la protección a los derechos humanos en la escena global.Por último, un capítulo dedicado al pueblo palestino, el cual encarna el sufrimiento permanente y los límites de la jurisdicción internacional en materia de protección de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, e incluso de los propios principios que consagró la Carta de las Naciones Unidas, como el de autodeterminación.

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Introducción: ¿Y si le damos una oportunidad al personalismo?

La compilación de las columnas que se presentan fueron organizadas en tres unidades, que si bien relacionadas, se diferencian en enfoques temáticos. El primero busca en la tradición humanista cristiana, sustentada en el amor y esperanza, dar respuestas a los desafíos actuales de sobrevivencia de la humanidad ante la conducta irresponsable que se advierte entre algunos actores del sistema internacional, emplazando al respetar al prójimo, en una necesaria e irrenunciable solidaridad frente al dolor ajeno.

El segundo apartado centra la mirada en los conflictos globales, describiendo un extravío manifiesto de la convicción y respeto a los principios fundadores del orden mundial consensuados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En efecto, las columnas relevan que hemos perdido el interés por transformarnos en una como sociedad internacional, puesto que nos estamos desembarcando de la convicción por la protección a los derechos humanos en la escena global mediante el irrespeto a los regímenes internacionales como el de los refugiados o simplemente por el desacato a las propias resoluciones del Consejo de Naciones Unidas y las incompetencias que de facto advierte la jurisdicción internacional de la Corte Penal Internacional, sumado a las evidencias de un reordenamiento de poderes de potencias centrales que amenaza con regresar a la anarquía.

Por último, un capítulo acerca del pueblo palestino, el cual encarna el sufrimiento permanente y los límites de la jurisdicción internacional en materia de protección de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, e incluso de los propios principios que consagró la Carta de las Naciones Unidas, como el de autodeterminación.

El opúsculo en términos generales, a pesar de presentar temas de dolor de pueblos, los desafíos mundiales, y de relevar las violaciones sistemáticas a los derechos humanos en diferentes latitudes, como Venezuela, Siria, Palestina y tantos otros, cobija la esperanza en la propia humanidad. Esta se sustenta en que somos capaces de respetarnos, de ponernos en el lugar del otro, para así reformular nuestras políticas de gobernanza mundial e insistir en la necesaria protección de la dignidad de las personas. ¡Siempre estamos a tiempo de humanizar nuestra convivencia!

I) El humanismo cristiano y los desafíos del siglo XXI, respuesta en un cambio de época.

En el actual cambio de época al cual asistimos se presentan enormes desafíos tras la transformación de los paradigmas o cosmovisiones, pero también encontramos oportunidades de sintonizarnos con planteamientos emanados desde nuestra propia naturaleza antropológica, dando nuevas respuestas con sentido político y social que nos permitan restablecer una cohesión sustentada en el “nosotros” – comunidad.

Nuestras sociedades contemporáneas requieren a todas luces propuestas a las demandas provenientes del individuo, el cual más “empoderado”, globalizado gracias a las nuevas tecnologías, e individualista producto del sistema económico predominante, no consigue enhebrar respuestas al cambio climático, desintegración social provocada básicamente por la concentración de la riqueza y la consiguiente inequidad, a la soledad, al descrédito de las instituciones políticas y religiosas, y las enfermedades de la psiquis (alma) cuando existe demasiada información pero escaso afecto. Por todo ello, desde el personalismo comunitario, se intenta replantear y articular políticas que a escala humana puedan dar sentido a la sociedad de hoy.

Egoísmo e indiferencia, el desafecto por los otros

(Publicado el 25/03/2019 en Cooperativa)

La motivación por saber el porqué de la pobreza en tiempos de abundancia, cuál es la causa primera de la degradación del medio ambiente, cómo se intenta remediar la situación de sobre explotación de los recursos naturales, cuáles son los derechos vulnerados y cómo el sistema internacional actúa a favor de remediar la situación, se asumió como interrogantes para la siguiente reflexión.

¿Podrá ser viable un derecho al desarrollo de los pueblos en tiempos de desafectos? Tal vez podremos entender el asunto en la perspectiva que nos presenta aquel conocido tango argentino que en resignación señala, “este mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el 510 y en el 2000 también…”.

Dicha expresión no somete a consideración que tal vez hoy estamos más desafectos que antes, porque existen incentivos más poderosos para ello, acomodados en un marco político general que se desembarca de la moral. En efecto, al contrastar los principios ‘rectores’ del orden internacional versus el actuar de los Estados, las políticas de la gobernanza económica mundial y sus consecuencias en la distribución del ingreso mundial, podemos señalar que la idea de progreso (constante y ascendente), tan propia de la modernidad, es difícil de corroborar o contrastar con la realidad.

Debemos mostrar un fastidio ante el sinsentido de los Estados amorales que han sido característicos desde la teoría de las relaciones internacionales en el siglo XX. Hans Morguenthau, Kenneth Waltz y Henry Kissinger, entre muchos otros, desconocen la ética en la conducción de la política exterior.

No confundirse, tampoco se pretende buscar respuestas en los idealismos Hegelianos, Mazzinianos, Wilsonianos y tantos otros, que en algunos casos contribuyeron a que la utopía se transformase en sistemas totalitarios. Estos prescinden de la comprensión de los derechos humanos en la perspectiva de la dignidad de la personas. En definitiva, a los primeros no les interesa la comprensión de la naturaleza humana y los segundos son más partidarios de crearla sobre supuestos mesiánicos o de autoconstrucción.

Buscaremos una vía de respuesta que a su vez nos permita observar en perspectiva las razones fundadas de una indignación.

Hemos podido apreciar en la actualidad una creciente demanda por reivindicar la dignidad de la persona humana, en un contexto de crítica al modelo de desarrollo. En tal sentido, el personalismo comunitario se nos presenta como un sostén sólido y fecundo para edificar un orden internacional a escala humana.

Los síntomas de la decadencia del modelo de desarrollo engendrado en la modernidad, nos presenta una oportunidad para presentar alternativas al modelo de desarrollo. Sin embargo, no hay demasiada evidencia para ser optimistas y confiar en que nuestra propuesta sea incorporada.

No obstante, la crisis es un tiempo oportuno para, con voluntad y convicción, intentar persuadir de la necesidad de preguntarnos por el sentido de nuestros actos, en lo público y en lo privado, o mejor señalado, en lo cultural. Lo nuestro es vivir con coraje esta oportunidad, ya que está de por medio la buena vida humana de multitud, como nos recordara Jacques Maritain.

¡Cuando nos comprometemos a no balconearnos la vida!

(Publicada el 13/03/2019 en El Proa)

Cuando el Papa nos propone no balconearnos la vida, apunta en contra de la indiferencia con los demás, por ello decidirse a no hacerlo significa ir contra corriente y ser un reformador de nuestra vida cotidiana. En efecto, es empatizar con los otros en el trabajo, en el vecindario, y en el propio hogar.

En tiempos de indiferencia al dolor ajeno, de descalificaciones intestinas, de desconfianza en las instituciones, autoridades, vecinos, inmigrantes, empresarios, en todo lo ajeno, es necesario en justicia y en prudencia, en fortaleza y templanza, re sintonizarnos en valores comunes, respeto y generosidad. Ello no para aceptar la corrupción, el robo o la usura, sino para crear lazos entre las personas y a la vez impulsar un renovado sentido de comunidad.

Posiblemente no balconearnos la vida conllevará en el tiempo a menos delitos, básicamente porque contrarrestará la causa primera de la ambición desmedida y el sinsentido social. Sin embargo, crear comunidad no es una estrategia social para un fin superior, es en sí el fin último de la buena vida humana. Es decir, no es un medio, es un fin político que nos entrega armonía y paz social.

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