El autor nos habla aquí del apogeo y de la catástrofe final de una época: la de la burguesía liberal, que creyó haber construido un mundo de progreso y paz, de grandes imperios civilizadores, de crecimiento económico continuado y estabilidad social, y vio cómo sus esperanzas se hundían en 1914 con el inicio de la guerra más destructiva que jamás hubiese conocido la humanidad. El gran historiador británico no sólo se ocupa aquí de política y de economía, sino de todos aquellos cambios que vinieron a poner los fundamentos del mundo actual: las luchas obreras, la nueva consideración de la mujer, las transformaciones del arte y de la ciencia… Y lo hace con extraordinaria brillantez, en un libro del que Norman Stone ha dicho que «figura entre los mejores libros de historia que jamás haya leído».
Eric Hobsbawm
La era del Imperio
1875-1914
Las Eras - 3
ePub r1.0
Titivillus 22.01.15
Título original: The Age of Empire. 1875-1914
Eric Hobsbawm, 1987
Traducción: Juan Faci Lacasta
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Prefacio
PREFACIO
Este libro, aunque ha sido escrito por un historiador profesional, no está dirigido a los especialistas, sino a cuantos desean comprender el mundo y creen que la historia es importante para conseguir ese objetivo. Su propósito no es decir a los lectores exactamente qué ocurrió en el mundo en los cuarenta años anteriores a la primera guerra mundial, pero tengo la esperanza de que la lectura de sus páginas permita al lector formarse una idea de ese período. Si se desea profundizar más, es fácil hacerlo recurriendo a la abundante y excelente bibliografía para quien muestre un interés por la historia. Algunas de esas obras se indican en la guía bibliográfica que figura al final del libro.
Lo que he intentado conseguir en esta obra, así como en los dos volúmenes que la precedieron (La era de la revolución, 1789-1848 y La era del capital, 1848-1875) , es comprender y explicar el siglo XIX y el lugar que ocupa en la historia, comprender y explicar un mundo en proceso de transformación revolucionaria, buscar las raíces del presente en el suelo del pasado y, especialmente, ver el pasado como un todo coherente más que (como con tanta frecuencia nos vemos forzados a contemplarlo a consecuencia de la especialización histórica) como una acumulación de temas diferentes: la historia de diferentes estados, de la política, de la economía, de la cultura o de cualquier otro tema. Desde que comencé a interesarme por la historia, siempre he deseado saber cómo y por qué están relacionados todos estos aspectos del pasado (o del presente).
Por tanto, este libro no es (excepto de forma coyuntural) una narración o una exposición sistemática y menos aún una exhibición de erudición. Hay que verlo como el desarrollo de un argumento o, más bien, como la búsqueda de un tema esencial a lo largo de los diferentes capítulos. Al lector le corresponde juzgar si el intento del autor resulta convincente, aunque he hecho todo lo posible para que sea accesible a los no historiadores.
Es imposible reconocer todas mis deudas con los numerosos autores en cuyas obras he entrado a saco, aunque con frecuencia esté en desacuerdo con ellos, y menos aún mis deudas respecto a las ideas que a lo largo de los años han surgido como consecuencia de la conversación con mis colegas y alumnos. Si reconocen sus ideas y observaciones, cuando menos podrán responsabilizarme a mí de haberlas expuesto erróneamente o de haber equivocado los hechos, como, sin duda, me ha ocurrido algunas veces. Con todo, estoy en situación de mostrar mi agradecimiento a quienes han hecho posible plasmar en un libro mi prolongado interés en el tiempo por este período. El Collège de France me permitió elaborar una especie de primer borrador en forma de un curso de 13 conferencias en 1982; he de mostrar mi agradecimiento a tan excelsa institución y a Emmanuel Le Roy Ladurie, que promovió la invitación. El Leverhulme Trust me concedió un Emeritus Fellowship en 1983-1985 , que me permitió obtener ayuda para la investigación. La Maison des Sciences de l’Homme y Clemens Heller en París, así como el Instituto Mundial para el Desarrollo de la Investigación Económica de la Universidad de las Naciones Unidas y la Fundación Macdonnell, me dieron la oportunidad de disfrutar de unas cuantas semanas de paz y serenidad para poder terminar el texto, en 1986. Entre quienes me ayudaron en la investigación, estoy especialmente agradecido a Susan Haskins, a Vanessa Marshall y a la doctora Jenna Park. Francis Haskell leyó el capítulo referido al arte, Alan Mackay los relacionados con las ciencias y Pat Thane el que trata de la emancipación de la mujer. Ellos me permitieron evitar algunos errores, aunque me temo que no todos. André Schiffrin leyó todo el manuscrito en calidad de amigo y de persona culta no experta a quien está dirigido el texto. Durante muchos años fui profesor de historia de Europa en el Birkbeck College, en la Universidad de Londres, y creo que sin esa experiencia no me hubiera sido posible concebir la historia del siglo XIX como parte de la historia universal. Por esta razón dedico este libro a aquellos alumnos.
Introducción
INTRODUCCIÓN
La memoria es la vida. Siempre reside en grupos de personas que viven y, por tanto, se halla en permanente evolución. Está sometida a la dialéctica del recuerdo y el olvido, ignorante de sus deformaciones sucesivas, abierta a todo tipo de uso y manipulación. A veces permanece latente durante largos periodos, para luego revivir súbitamente. La historia es la siempre incompleta y problemática reconstrucción de lo que ya no está. La memoria pertenece siempre a nuestra época y constituye un lazo vivido con el presente eterno; la historia es una representación del pasado.
PIERRE NORA , 1984
Es poco probable que la simple reconstrucción de los acontecimientos, incluso a escala mundial, permita una mejor comprensión de las fuerzas en acción en el mundo actual, a no ser que al mismo tiempo seamos conscientes de los cambios estructurales subyacentes. Lo que necesitamos, ante todo, es un nuevo marco y nuevos términos de referencia. Esto es lo que intentará aportar este libro.
GEOFFREY BARRACLOUGH , 1964
I
En el verano de 1913, una joven terminó sus estudios en la escuela secundaria en Viena, capital del imperio austrohúngaro. Este era aún un logro poco común entre las muchachas centroeuropeas. Para celebrar el acontecimiento, sus padres decidieron ofrecerle un viaje por el extranjero y, dado que era impensable que una joven respetable de 18 años pudiera encontrarse sola, expuesta a posibles peligros y tentaciones, buscaron un pariente adecuado que pudiera acompañarla. Afortunadamente, entre las diferentes familias emparentadas que durante las generaciones anteriores habían marchado a Occidente para conseguir prosperidad y educación desde diferentes pequeñas poblaciones de Polonia y Hungría, había una que había conseguido éxitos brillantes. El tío Alberto había conseguido hacerse con una cadena de tiendas en el levante mediterráneo: Constantinopla, Esmima, Alepo y Alejandría. En los albores del siglo XX existía la posibilidad de hacer múltiples negocios en el imperio otomano y en el Próximo Oriente y desde hacía mucho tiempo Austria era, ante el mundo oriental, el escaparate de los negocios de la Europa oriental. Egipto era, a un tiempo, un museo viviente adecuado para la formación cultural y una comunidad sofisticada de la cosmopolita clase media europea, con la que la comunicación era fácil por medio del francés, que la joven y sus hermanas habían perfeccionado en un colegio de las proximidades de Bruselas. Naturalmente, en ese país vivían también los árabes. El tío Alberto se mostró feliz de recibir a su joven pariente, que viajó a Egipto en un barco de vapor de la Lloyd Triestino, desde Trieste, que era a la sazón el puerto más importante del imperio de los Habsburgo, y casualmente, también el lugar de residencia de James Joyce. Esa joven era la futura madre del autor de este libro.