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Sinopsis
Durante más de veinte años, Naomi Klein ha sido la cronista más importante de la guerra económica que se ha librado contra las personas y el planeta, y ha defendido incansablemente un plan ecológico de gran alcance cuyo eje principal es la justicia. Entre sus elegantes reportajes, escritos desde la primera línea de catástrofes naturales contemporáneas, encontramos una serie de ensayos intensos e indispensables para el público que nos traen advertencias proféticas y urgentes sobre el futuro que nos espera si nos negamos a actuar, así como destellos de esperanza por un futuro mucho mejor. En llamas reúne, por primera vez, más de una década de sus apasionados artículos y material inédito sobre las abrumadoras consecuencias de nuestras elecciones políticas y económicas inmediatas.
Estos extensos artículos nos muestran la versión más profética y filosófica de Klein, quien investiga la crisis climática no solo como un profundo desafío político sino también como un reto espiritual e imaginativo. Profundiza en asuntos que abarcan desde el conflicto entre el tiempo ecológico y nuestra cultura del «ahora perpetuo» hasta la inspiradora historia de la capacidad de los humanos de cambiar y evolucionar rápidamente cuando se enfrentan a graves amenazas, pasando por el ascenso de la supremacía blanca y las fronteras convertidas en fortalezas como una forma de «barbarie climática», en lo que constituye una llamada a la acción para salvar a un planeta que se encuentra al borde del abismo.
Con crónicas desde la fantasmal Gran Barrera de Coral o los cielos sofocados por el humo año tras año en el noroeste del Pacífico, desde un Puerto Rico azotado por un huracán o un Vaticano que trata de instigar una «conversión ecológica» sin precedentes, Klein nos dice que solo lograremos estar a la altura del reto existencial planteado por el cambio climático si estamos dispuestos a transformar los sistemas que han provocado esta crisis.
Estas páginas son una investigación de gran alcance que considera que la lucha por un mundo más sostenibleno puede separarse de la lucha por nuestras vidas. Así, En llamas captura la sofocante urgencia de la crisis climática, así como la ardiente energía de un movimiento político en alza que exige un catalítico Green New Deal.
En llamas
Un (enardecido) argumento a favor del Green New Deal
Naomi Klein
Traducción de Ana Pedrero Verge y Francisco J. Ramos Mena
Para Arthur Manuel
1951-2017
El futuro no está predestinado a seguir un curso inevitable. Al contrario: podríamos causar la sexta gran extinción masiva en la historia de la Tierra o podríamos construir una civilización próspera y sostenible a largo plazo. Cualquiera de las dos opciones es posible a partir de ahora.
K IM S TANLEY R OBINSON
Introducción: «Nosotros somos el fuego»
Un viernes de mediados de marzo de 2019 salieron de los colegios formando riachuelos, burbujeantes por la emoción y el desafío que suponía aquel acto ilícito de absentismo escolar. Aquellos riachuelos desembocaban en grandes avenidas y bulevares, donde se unían a otras corrientes de niños y adolescentes que coreaban y charlaban, vestidos con mallas de leopardo, impecables uniformes o cualquier otro atuendo imaginable.
Esos riachuelos no tardaron en convertirse en ríos caudalosos: cien mil asistentes en Milán, cuarenta mil en París, ciento cincuenta mil en Montreal.
Sobre el oleaje humano se mecían carteles de cartón: ¡NO TENEMOS UN PLANETA B! NO QUEMÉIS NUESTRO FUTURO. ¡NUESTRA CASA ESTÁ EN LLAMAS!
Algunas pancartas eran más complejas. En la ciudad de Nueva York, una niña sostenía un exuberante dibujo de delicados abejorros, flores y animales de la jungla. Desde lejos parecía un mural escolar sobre la biodiversidad; visto de cerca, era un lamento sobre la sexta extinción masiva: HEMOS PERDIDO EL 45 % DE LOS INSECTOS COMO CONSECUENCIA DEL CAMBIO CLIMÁTICO. EL 60 % DE LOS ANIMALES HAN DESAPARECIDO EN LOS ÚLTIMOS CINCUENTA AÑOS. En el centro había pintado un reloj de arena en el que el tiempo estaba a punto de agotarse.
Para los jóvenes que participaron en la primera huelga de estudiantes por el clima a escala global, aprender se ha convertido en un acto de radicalización. Con sus primeros cuentos, los libros de texto y las grandes producciones de documentales aprendieron sobre la existencia de los antiguos glaciares, de los deslumbrantes arrecifes de coral y los mamíferos exóticos que conforman el sinfín de maravillas que ofrece nuestro planeta. Y entonces, casi al mismo tiempo —gracias a sus profesores, hermanos mayores o a las segundas entregas de esos mismos documentales—, descubrieron que gran parte de aquella belleza ya ha desaparecido, y que gran parte de la que queda figurará en la lista de «extinguidos» antes de que ellos cumplan treinta años.
Pero saber de la existencia del cambio climático no fue lo único que llevó a aquellos jóvenes a abandonar en masa las aulas. A muchos de ellos también los motivó el hecho de estar viviéndolo. A las puertas del Parlamento de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, cientos de jóvenes en huelga exigieron a coro a sus líderes electos que dejaran de aprobar proyectos de extracción de combustibles fósiles. No hacía más de un año que esta ciudad de cuatro millones de habitantes había padecido una sequía de tal gravedad que tres cuartas partes de la población se enfrentó a la posibilidad de abrir el grifo y que no saliera ni una gota de agua. CIUDAD DEL CABO SE ACERCA AL «DÍA CERO» DE LA SEQUÍA , rezaba uno de tantos titulares de entonces. Para esos niños, el cambio climático no era algo sobre lo que habían leído en los libros o a lo que temer desde la distancia, sino que estaba tan presente en sus vidas y era tan urgente como la propia sed.
Ese fue también el caso en la huelga por el clima celebrada en el país insular de Vanuatu, en el Pacífico, cuyos residentes viven con el miedo a que la costa se erosione todavía más. Sus vecinas del Pacífico, las Islas Salomón, ya han perdido cinco islas por culpa de la subida del nivel del mar, y seis más corren un alto riesgo de desaparecer para siempre.
«¡Elevad la voz, no el nivel del mar!», coreaban los alumnos.
En la ciudad de Nueva York, diez mil niños y niñas de decenas de colegios se dieron cita en Columbus Circle y marcharon hacia la Trump Tower al canto de «¡El dinero no importará cuando hayamos muerto!». Los adolescentes más mayores de los allí presentes tenían recuerdos vívidos de cuando la megatormenta Sandy azotó su ciudad costera en 2012. «Mi casa se inundó y yo no entendía nada —recordaba Sandra Rogers—. Eso me motivó a investigar, porque en el colegio no te enseñan estas cosas.»