«Global Average Temperature 1850-2020», adaptado a 2017-2021 a partir de «Changes over time of the global sea surface temperature as well as air temperature over land», de Robert Rohde, proyecto Berkeley Earth Surface Temperature, http://berkeleyearth.org/global-temperature-report-for-2020. Reproducido con permiso.
(arriba) «Atmospheric CO2 Concentration», a partir de «Global average longterm atmospheric concentration of CO2. Measured in parts per million (ppm)», Hannah Ritchie y Max Roser, Our World in Data. Fuente de los datos: registro de EPICA Dome C CO2, 2015, y NOAA, 2018. Licencia de Creative Commons.
(abajo) «Annual Global CO2 Emissions (1750-2021)», Bartosz Brzezinski y Thorfinn Stainforth, The Institute for European Environmental Policy, 2020, https://ieep.eu/news/morethan-half-of-all-co2-emissions-since-1751-emitted-in-the-last-30-years. Fuentes de los datos: Carbon Budget Project, 2017; Global Carbon Budget, 2019, Peter Frumoff, 2014. Reproducido con permiso del IEEP; y « The 10 largest contributors to cumulative CO2 emissions, by billions of tonnes, broken down into subtotals from fossil fuels and cement», Hansis et al ., 2015. Carbon Brief por medio de Highcharts, Global Carbon Project, CDIAC, Our World in Data, Carbon Monitor, Houghton & Nassikas.
«The countries with the largest cumulative emissions 1850-2021», en «The 10 largest contributors to cumulative CO2 emissions, by billions of tonnes, broken down into subtotals from fossil fuels and cement», análisis de datos de Carbon Brief extraído de Global Carbon Project, CDIAC, Our World in Data, Carbon Monitor, Houghton & Nassikas, 2017, y Hansis et al ., 2015. Reproducido con permiso de Carbon Brief.
Burbujas de metano congeladas en el lago Baikal (Rusia).
© Streluk/istock/Getty Images.
PRIMERA PARTE /
Cómo funciona el clima
«Escuchad a la ciencia. Antes de que sea demasiado tarde».
1.1
Para resolver este problema, antes debemos entenderlo
Greta Thunberg
La crisis climática y ecológica es la mayor amenaza que jamás haya afrontado la humanidad. Sin duda, será el asunto que por excelencia definirá y configurará el futuro de nuestra cotidianidad. Esto es lamentablemente obvio. En los últimos años, el modo en que percibimos la crisis y hablamos de ella ha empezado a cambiar. Pero como hemos desperdiciado tantas décadas ignorando y subestimando esta creciente emergencia, nuestras sociedades siguen en un estado de negación. Al fin y al cabo, esta es la era de la comunicación, en la que lo que se dice logra tener más peso que lo que se hace. Por ese motivo hoy hay tantos países productores de combustibles fósiles y grandes emisores de carbono que se llaman a sí mismos «líderes climáticos», aunque no implementan ninguna política creíble de mitigación del clima. Estamos en era de la gran maquinaria del ecoblanqueo.
Nada en la vida es blanco o negro. No existen respuestas categóricas. Todo es objeto de debates y concesiones interminables. Ese es uno de los principios básicos de la sociedad actual. Una sociedad que, en materia de sostenibilidad, tiene muchas cuentas que rendir. Porque ese principio está equivocado. Sí hay cuestiones que no admiten medias tintas. Sí hay límites planetarios y sociales que no deben traspasarse. Por ejemplo, decimos que nuestras sociedades pueden ser un poco más o un poco menos sostenibles. Pero a la larga no se puede ser «un poco» sostenible: o se es sostenible, o no. Es igual que caminar sobre una capa fina de hielo: o soporta tu peso, o no. O bien llegas a la orilla, o bien te hundes en la profundidad de las aguas oscuras y frías. Y si eso llegara a pasarnos, no habría ningún planeta cercano que viniera a rescatarnos. Estaríamos completamente solos.
Creo sinceramente que el único modo de evitar las consecuencias más catastróficas de esta crisis existencial emergente pasa por la formación de una masa crítica de personas que exijan los cambios necesarios. Para que eso ocurra, tenemos que generalizar con premura la toma de conciencia, porque el público medio carece aún de gran parte de los conocimientos básicos necesarios para comprender la grave situación en que nos encontramos. Deseo formar parte de ese empeño por cambiar las cosas.
He decidido utilizar mi plataforma para crear un libro basado en los últimos datos y hallazgos de la ciencia; un libro que hable, de un modo holístico, de la crisis climática, ecológica y de sostenibilidad. Porque, desde luego, la crisis climática no es más que un síntoma de una crisis de sostenibilidad mucho más global. Espero que se convierta en una especie de obra de referencia para entender todas estas crisis, distintas, pero estrechamente interconectadas.
En 2021 invité a un gran número de destacados científicos, expertos, activistas, autores y narradores a que aportasen sus experiencias individuales. Esta obra es el resultado de su trabajo: una recopilación exhaustiva de datos, historias, gráficos y fotografías que muestran las diferentes facetas de la crisis de sostenibilidad, centrándose especialmente en el clima y la ecología.
En sus páginas se abarcan todos los aspectos, de la fusión de las plataformas de hielo a la economía, de la moda efímera a la extinción de especies, de las pandemias a la desaparición de islas, de la deforestación a la reducción de suelo fértil, de la escasez de agua a la soberanía indígena, de la producción futura de alimentos a los presupuestos de carbono; y en ellas se ponen en evidencia las acciones llevadas a cabo por los responsables y los fracasos de aquellos que ya deberían haber compartido esta información con los ciudadanos del mundo.
Todavía estamos a tiempo de evitar que se cumplan los peores augurios. Todavía hay esperanza, pero desaparecerá si seguimos como hasta hoy. Para resolver este problema, antes debemos entenderlo, y comprender que el propio problema es, por definición, una serie de problemas interconectados. Debemos exponer los hechos y hablar sin rodeos. La ciencia es una herramienta, y todos tenemos que aprender a usarla.
También hemos de responder a algunas preguntas esenciales. Por ejemplo, ¿qué queremos resolver exactamente en primer lugar? ¿Cuál es nuestra meta? ¿Queremos reducir las emisiones o continuar viviendo como hasta ahora? ¿Tenemos como objetivo salvaguardar las condiciones de vida presentes y futuras o mantener un estilo de vida de alto consumo? ¿Existe el crecimiento verde en realidad? ¿Y podemos tener un crecimiento económico ilimitado en un planeta finito?
En estos momentos, muchos de nosotros necesitamos esperanza. Pero ¿qué es la esperanza? ¿Y para quién? ¿Esperanza para los que hemos creado el problema o para aquellos que ya sufren sus consecuencias? Y nuestro deseo de brindar esa esperanza ¿podría obstaculizar la acción arriesgándonos a causar más daño que beneficio?
El por ciento más rico de la población mundial es responsable de más del doble de la contaminación por carbono producida por las personas de la mitad más pobre de la humanidad.
Quizá, si eres uno de los diecinueve millones de ciudadanos estadounidenses o de los cuatro millones de ciudadanos chinos que pertenecen a ese por ciento (o tienes un patrimonio neto de 1.055.337 dólares o más), no sea entonces esperanza lo que más necesitas. Al menos no desde una perspectiva objetiva.
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