Naomi Klein.
La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre.
AGRADECIMIENTOS
Creo que debe haber alguna regla literaria que impide dedicar dos libros a la misma persona. Necesito romper esa costumbre para este libro. Este proyecto sencillamente no habría sido física, intelectual o emocionalmente posible sin mi marido, Avi Lewis. Es mi colaborador en todo: mi editor, mi compañero de viaje (a Sri Lanka, a Sudáfrica, a Nueva Orleans) y la persona que hace mi vida mejor. Hicimos esta tarea juntos.
Tarea que sin duda me hubiera derrotado sin la extraordinaria labor de mi ayudante de investigación, Debra Levy. Debra entregó tres años de su vida a este libro, con una única pausa para dar a luz. Sus brillantes dotes de investigadora han dejado huella en cada una de las páginas de este volumen. Desenterró información nueva y apasionante, gestionó y organizó fuentes poco colaboradoras, realizó diversas entrevistas, y luego revisó de nuevo las referencias citadas en todo el libro. Estoy inconmensurablemente agradecida por haber gozado de una colega tan dedicada y capaz en todas y cada una de las fases de este proyecto. Debra además reparte su amor y su aprecio entre Kyle Yamada y Ari Yamada-Levy, y yo me sumo a ese cariño.
Dos editoras trabajaron y mantuvieron una relación editorial poco habitual, fructífera y gratificante, y dieron forma a este manuscrito de maneras demasiado profundas como para describirlas: Louise Dennys de Knopf Canadá y Frances Coady de Metropolitan Books. Louise y Frances, que también son íntimas amigas mías y mis maestras, me animaron a desarrollar la tesis del libro hasta nuevas cotas y me concedieron los meses de tiempo necesario para llevar a cabo sus firmes retos. Louise ha sido mi leal editora y fiel defensora desde No logo y me sigue asombrando su capacidad para apaciguarme y endurecerme a la vez. Cuando entregué el manuscrito revisado y mucho más extenso de lo previsto, Francés lo reestructuró y lo refino con un compromiso absoluto en cada fase del desarrollo del texto. El hecho de que el mundo editorial aún tenga espacio para titanes intelectuales como estas dos mujeres me da esperanza para el futuro de los libros.
El manuscrito recibió una lectura crítica y comentarios incisivos de Helen Conford en la editorial Penguin U.K., que trabajó estrechamente con nosotros desde el principio. La pasión sin límites de Alison Reid por este proyecto, así como su atenta mirada puliendo el texto, sobrepasan con mucho la inadecuada nomenclatura de correctora. Estoy en deuda con ella.
Mi brillante agente, Amanda Urban, creyó en este libro cuando sólo era un proyecto vinculado a Irak, y su fe y lealtad crecieron con cada fecha de entrega que incumplí, y con cada desarrollo del plan del libro que crecía y se expandía. También disfruta del equipo más divertido y agudo de colaboradoras: Margaret Halton, Kate Jones, Elizabeth Iveson, Karolina Sutton y Liz Farrell. Rodeada de las mujeres de ICM Books, una se siente capaz de todo. También estamos agradecidos a la labor previa llevada a cabo por Nicole Winstanley y Bruce Westwood.
Jackie Joiner es la directora de Klein Lewis Productions. Durante dos años actuó como escudo humano, manteniendo el mundo a raya para que yo pudiera concentrarme. Luego, cuando el manuscrito estuvo acabado, Jackie nos puso en marcha como una magnífica directora de orquesta. Decir más acerca de los hitos diarios de administración creativa de Jackie sería una invitación a la envidia, de modo que lo dejaré ahí.
El equipo de ICM encontró el hogar editorial perfecto en cada país para este libro, en todo el mundo, y así disfruté del lujo de organizar una red de investigadores internacionales sin los cuales Debra y yo no habríamos podido completar un proyecto de este alcance. Cada uno de ellos se hizo con una pieza esencial del rompecabezas, haciendo uso de sus conocimientos especiales y de sus particulares habilidades para enriquecer el libro.
Mi querida amiga Andrea Schmidt, con la que viajé a Irak, fue una compañera intelectual constante, que no solamente me nutría de pesados archivos llenos de lecturas hiperorganizadas sobre los temas más terribles, sino que me educaba y me llevaba a investigar más a fondo el horror. En particular, las secciones sobre la tortura son producto de nuestra conversación sin fin al respecto. También leyó versiones del manuscrito y me proporcionó indicaciones de la mayor importancia.
Aaron Mate fue mi investigador principal entre 2003 y 2005, cuando mi labor periodística se concentró casi exclusivamente en la transformación económica de Irak. Fue una bendición trabajar con Aaron, una persona de gran capacidad intelectual y un fantástico periodista. La huella de Aaron ha quedado impresa en los capítulos dedicados a Irak, así como en los que abundan sobre el conflicto entre Israel y Palestina.
Fernando Rouaux y Shana Yael Shubs, ambos brillantes investigadores en estudios sobre Latinoamérica, descubrieron un apartado largamente olvidado de escritos económicos sobre las relaciones entre las crisis y las reformas neoliberales. Fue dicho material el que me abrió los ojos acerca de la importancia de la doctrina del shock y su impacto en los más altos niveles de las instituciones financieras internacionales. Fernando llevó a cabo varias entrevistas de investigación en Buenos Aires, y Shana se encargó de la traducción de docenas de documentos del castellano original al inglés. También se ocuparon de cribar rigurosamente los datos y cifras proporcionados en los capítulos que versaban sobre Argentina.
La maravillosa Amanda Alexander fue mi investigadora principal sobre el capítulo de Sudáfrica, e hizo hallazgos, comprobó fechas, datos y nombres, y transcribió cintas de entrevistas con la valiosa colaboración de Audrey Sasson. Amanda también se ocupó de la investigación sobre el período de la terapia de shock en China. Varios investigadores adicionales se sumaron al equipo en distintos momentos: Bruno Anili, Emily Lodish (especialmente en los datos relativos a Rusia), Hannah Holleman (la crisis financiera en Asia), Wes Enzinna (la inclusión de algunas entrevistas de última hora en Bolivia), Emma Ruby-Sachs, Grace Wu y Nepomuceno Malaluan.
Debra Levy, una profesional bibliotecaria de formación, desea agradecer a su equipo de soporte personal: los pacientes y resolutivos empleados de las bibliotecas de la Universidad de Oregón, de la biblioteca del condado Corvallis-Benton y la biblioteca pública de Eugene.
Mis artículos de corresponsalía también bebieron de diversas fuentes de investigación, traductores, colaboradores y amigos, demasiados como para mencionarlos a todos, pero he aquí un humilde intento. En Irak: Salam Onibi, Linda Albermani y Khalid al-Ansary, uno de los mejores periodistas estacionados en Bagdad, así como mi amigo y compañero de trayecto Andrew Stern. En Sudáfrica: Patrick Bond, Heinrich Bohmke, Richard Pithouse, Raj Patel y, como siempre, el brillante y arrollador Asfrwin Desai. Un agradecimiento especial para Ben Cashdan y su equipo por compartir sus entrevistas con Nelson Mandela y el arzobispo Desmond Tutu, y por muchas cosas más. En Nueva Orleans: Jordán Flaherty, Jacquie Soohen y Buddy y Annie Spell. En Sri Lanka: Kumari y Dileepa Witharana fueron los guías espirituales e intelectuales (de Avi y míos) durante nuestra estancia allí, aparte de la labor de traducción que llevaron a cabo. Sarath Fernando, Kath Noble y el resto del equipo de MONLAR fueron nuestro hogar, y la razón por la que viajamos. Cuando regresé a Canadá, Stuart Laidlaw transcribió horas de entrevistas, y Loganathan Sellathurai y Anusha Kathiravelu transcribieron y tradujeron textos y materiales del tamil y del sinhala.