Greta Thunberg - Cambiemos el mundo
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- Libro:Cambiemos el mundo
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:2019
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Cambiemos el mundo: resumen, descripción y anotación
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GRETA THUNBERG es una joven activista climática sueca. En agosto de 2018 inició una huelga por el clima todos los viernes que se ha convertido en un fenómeno global al haberse expandido desde Estocolmo al resto del mundo. Se ha reunido con mandatarios europeos y ha dado discursos, escritos por ella misma, en, entre otros foros, las Naciones Unidas y ante los máximos dirigentes de la Unión Europea en Bruselas. Greta ha sido nombrada por Time como una de las jóvenes más influyentes del mundo y es candidata al Premio Nobel de la Paz. Junto a sus padres y su hermana Beata, es autora del libro Nuestra casa está ardiendo. Historia de una familia y de un planeta en crisis.
#fridaysforfuture
#climatestrike
#huelgaporelclima
Desde que, un viernes de agosto de 2018, Greta Thunberg iniciara su huelga en solitario por el clima delante del Parlamento sueco, prendiendo la mecha de un movimiento que se ha propagado por el mundo, ha tenido oportunidad de tomar la palabra en numerosas ocasiones. Este libro recoge las poderosas palabras pronunciadas en la Marcha por el Clima que tuvo lugar en Estocolmo, el 8 de septiembre de 2018; en Bruselas, el 6 de octubre de 2018, y en Helsinki, el 20 de octubre de 2018; en el Parliament Square, Londres, para la Declaración de Rebelión XR el 31 de octubre de 2018; en la conferencia TedX, en noviembre de 2018; en la reunión de YOUNGO COP24 en Katowice ante el secretario general de la ONU, el 3 de diciembre de 2018; en Davos, el 25 de enero de 2019; las que publicó en Facebook el 2 de febrero de 2019, y las que pronunció ante el Consejo Económico y Social de la Unión Europea ese mismo mes.
La primera vez que oí hablar de algo llamado «cambio climático» o «calentamiento global» tendría unos ocho años. Era algo que, por lo visto, habíamos provocado los seres humanos con nuestro estilo de vida. Me dijeron que apagara las luces para ahorrar energía y que reciclara el papel para ahorrar recursos.
Recuerdo que pensé que era muy extraño que los seres humanos, siendo solo una especie animal más, fuésemos capaces de cambiar el clima de la Tierra. Porque si fuera así y realmente estuviera sucediendo eso, no se hablaría de otra cosa. Al encender el televisor todo giraría en torno a ello: titulares, emisoras de radio, periódicos. No leeríamos ni oiríamos hablar de otro tema. Como si hubiera una guerra mundial.
Pero nunca se hablaba de esto.
Si quemar combustibles fósiles era tan malo que amenazaba nuestra misma existencia, ¿por qué seguíamos como antes? ¿Por qué no había restricciones? ¿Por qué no los prohibían?
Para mí no tenía sentido. Era demasiado increíble.
Y entonces, a los once años, enfermé. Caí en una depresión. Dejé de hablar. También dejé de comer. En dos meses perdí unos diez kilos.
Al poco tiempo me diagnosticaron síndrome de Asperger, Trastorno Obsesivo Compulsivo y mutismo selectivo. Esto último significa, básicamente, que solo hablo cuando lo creo necesario. Este es uno de esos momentos.
Para los que estamos en ese espectro, casi todo es blanco o negro. No se nos da muy bien mentir y no solemos sentir mucho interés por participar en el juego social que tanto parece agradar a todos los demás.
Creo que, en muchos sentidos, los autistas somos los normales y el resto de la gente es bastante extraña.
Particularmente con respecto a la crisis de sostenibilidad, en la que todos dicen y repiten que el cambio climático es una amenaza existencial y el problema más grave al que nos enfrentamos, y, sin embargo, siguen haciéndolo todo como antes.
No lo entiendo. Porque si las emisiones tienen que parar, entonces debemos pararlas. Esto es blanco o negro. No hay grises cuando se trata de sobrevivir. O continuamos existiendo como civilización o no. Tenemos que cambiar.
Es necesario que países como Suecia empiecen a reducir sus emisiones un 15 por ciento como mínimo cada año. Esto nos permitiría mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 2° C. Sin embargo, como ha demostrado no hace mucho el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC), aspirar no a esos 2° C sino a 1,5° C reduciría considerablemente el impacto climático; pero es fácil imaginar lo que implica semejante reducción de las emisiones. Sería lógico esperar que todos nuestros dirigentes y los medios de comunicación no hablaran de otra cosa, pero ni siquiera lo mencionan. Tampoco se mencionan los gases de efecto invernadero que ya están atrapados en la atmósfera ni que la contaminación del aire está ocultando el calentamiento, así que cuando dejemos de quemar combustibles fósiles, el calentamiento ya habrá aumentado aún más, quizá incluso entre 0,5 y 1,1° C.
Tampoco se habla apenas de que estamos inmersos en la sexta extinción masiva y que hasta doscientas especies se extinguen a diario. Ni de que a día de hoy el índice de extinción natural es entre mil y diez mil veces más alto de lo que se considera normal.
Por otra parte, nunca se habla del principio de equidad o justicia climática, claramente expuesto en el Acuerdo de París, algo absolutamente necesario para que este funcione a escala mundial. Eso significa que los países ricos tienen que reducir las emisiones a cero en un plazo de seis a doce años a la velocidad actual de las emisiones, y eso para que las personas que viven en los países más pobres puedan mejorar su nivel de vida construyendo algunas de las infraestructuras de las que nosotros ya disponemos, como carreteras, hospitales, instalaciones eléctricas, escuelas y agua potable. Porque ¿cómo podemos esperar que países como la India o Nigeria se preocupen por la crisis climática si nosotros, que lo tenemos todo, no nos preocupamos ni un segundo por ella ni por nuestros compromisos con el Acuerdo de París?
Entonces, ¿por qué no estamos reduciendo las emisiones? ¿Por qué siguen, de hecho, aumentando? ¿Estamos provocando deliberadamente una extinción masiva? ¿Somos malvados?
No, por supuesto que no. La gente sigue haciendo lo mismo porque la inmensa mayoría no tiene ni idea de las implicaciones de nuestra vida diaria. Y no son conscientes de que urge un cambio.
Todos creemos saberlo y todos creemos que todo el mundo lo sabe. Pero no es así. Porque ¿cómo vamos a saberlo?
Si en verdad hubiera una crisis y si esa crisis estuviera provocada por nuestras emisiones, ¿veríamos al menos alguna señal? No solo ciudades inundadas, decenas de miles de muertos y países enteros arrasados, reducidos a escombros: veríamos alguna restricción.
Pero no. Y casi nadie habla de ello. No hay titulares, ni reuniones urgentes, ni noticias de última hora. Nadie actúa como si estuviéramos en una crisis. La mayoría de los climatólogos y de los representantes de los partidos ecologistas continúan viajando por el mundo en avión y consumiendo carne y lácteos.
Si vivo hasta los cien años, en 2103 aún estaré viva. Cuando ustedes piensan en «el futuro», no piensan más allá del año 2050. Para entonces, en el mejor de los casos, no habré vivido ni la mitad de mi vida. ¿Qué ocurrirá después?
En el año 2078 cumpliré setenta y cinco años. Si tengo hijos, quizá pasen ese día conmigo.
Tal vez me pregunten por ustedes. La gente que en 2018 estaba aquí.
Tal vez me pregunten por qué no hicieron nada cuando todavía había tiempo para actuar.
Lo que hagamos o dejemos de hacer ahora afectará a toda mi vida y a la de mis hijos y nietos.
Y lo que hagamos o dejemos de hacer ahora ni mi generación ni yo misma podremos deshacerlo en el futuro.
Así que cuando empezaron las clases en agosto de este año, decidí que hasta aquí habíamos llegado. Me senté delante del Parlamento sueco. Me declaré en huelga estudiantil por el clima.
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