Alfredo Iriarte - Muertes legendarias
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- Libro:Muertes legendarias
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1996
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Muertes legendarias: resumen, descripción y anotación
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«[…] el repertorio de los nombres que encabezan los capítulos de este libro es de una tal heterogeneidad que sólo consigue distanciarlos. Sin embargo, hay un común denominador que los acerca. Solamente uno. El fascinante halo de misterio, de leyenda, de imprecisión de contorno impresionista que rodea la muerte de cada uno de ellos en mayor o menor grado. En consecuencia, este libro no es, no puede ser un pomposo tratado histórico. Es un acercamiento, mucho más literario que investigativo, a los días finales de una serie de personajes de nuestro pasado remoto y cercano, cuyas muertes no encajan dentro de la uniformidad que impone el ritual de partir de este mundo dejando nada más que una triste sucesión de actos protocolarios».
Alfredo Iriarte
ePub r1.0
Titivillus 17.07.17
Título original: Muertes legendarias
Alfredo Iriarte, 1996
Diseño de cubierta: Diego Martínez Celis
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
PROLOGUILLO INEXCUSABLE
CAPÍTULO I. MACBETH DESCIENDE POR EL AMAZONAS. El mítico usurpador del trono de Escoda revive, siglos más carde, en la magra carnadura del vascongado Lope de Aguirre. Acosado por los espectros de sus víctimas, llega a su destino final donde, igual que Macbeth en el castillo de Dunsinane, los pocos fieles que le quedan van desertando hasta dejarlo solo. Finalmente es muerto, y su cabeza, como la del tirano de Escocia, se convierte en el trofeo de los vengadores. Pasan cuatro siglos más, y al conjuro de don Ramón del Valle Inclán, el espíritu de Aguirre posee al desesperado y asediado Santos Banderas quien, siguiendo los pasos de Aguirre, da muerte cruel a su hija antes de ser inmolado y hecho cuartos por sus enemigos
CAPÍTULO II. EL INJUSTO DESTINO DE DON BLAS DE LEZO. Sobrecogedora historia del heroico marino vasco que, luego de haber dejado trozos de sí mismo en todos los mares del mundo, llega, parcialmente desmembrado pero más animoso que nunca, a defender a Cartagena de Indias contra las fuerzas muy superiores del «invencible» almirante Edward Vernon. Execrable ingratitud de la Corona española con el héroe. Su muerte, causada por las lesiones recibidas en la más gloriosa desús batallas
CAPÍTULO III. LA MISTERIOSA MONJA DEL CASTILLO. Nacimiento y muerte de la monja enigmática en la yerta ciudad de Tunja, después de una vida de disciplinas penitenciarias, en que las arremetidas del Demonio y sus huestes infernales probaron ser, frente a la religiosa inerme, mucho más devastadoras que las de las naves adversarias con don Blas de Lezo. Realidad y misterio de su cadáver incorrupto
CAPÍTULO IV. ADVERSIDADES DE UN POETA FUGITIVO. Extraña pero evidente afinidad entre Marco Bruto y Luis Vargas Tejada. El espectro de César persigue al primero hasta darle muerte en los campos filípicos. El de Bolívar, vivo, acosa sin tregua al segundo, hasta hundirlo para siempre en el torrente de un río selvático
CAPÍTULO V. EL MARISCAL AVANZA TRANQUILO HACIA LA MUERTE. Como Cayo Julio César en los idus de marzo; como Juan de Vivero, el hidalgo de Olmedo en la tragedia de Lope; como Emiliano Zapata en el sur de México; como Ignacio Sánchez Mejías ante los pitones de Granadino; como Federico García Lorca, en 1936 y en su nativa Granada, en la que ya acechaban por doquier los matarifes fascistas; como el «Benefactor» Trujillo en el malecón de Santo Domingo; y como tantos otros, en fin, que le antecedieron y sucedieron en la búsqueda de estas misteriosas citas con la muerte, Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, emprende en 1830 su marcha desde Bogotá hacia Quico, eligiendo para el efecto el camino más peligroso, en el que finalmente cumplirá su cica inexorable con los asesinos
CAPÍTULO VI. UN POETA CON MALA PUNTERÍA. La típica «mosca en leche»: un negro en la Bogotá decimonónica. Su condición de poeta le granjea a Candelario Obeso la simpatía y la hospitalidad de los intelectuales, mas no llega a franquearle las puertas de la alta sociedad. Quimérico intento de reeditar la pasión de Otelo y Desdémona. Trágico final. Bella lección sobre el arte de mamarle gallo a la muerte
CAPÍTULO VII. EL GRAN GENERAL GANA EN COCONUCO SUS ÚLTIMAS BATALLAS. Como los toros heridos, el general Tomás Cipriano de Mosquera busca su querencia, pese a que, aunque ya octogenario, da pruebas de sus vigorosos impulsos genitores. Como don Quijote ante los escuadrones de carneros, gana ardorosas batallas contra innumerables huestes de fantasmas. «Con tal de que se muera, aunque se salve»
CAPÍTULO VIII. EL INDOMABLE PRESIDENTE ZALDÚA. Dignidad y heroísmo en el final de una vida nobilísima. De cómo un anciano inerme y enfermo se agiganta frente a los embates de la más villana adversidad y muere en su puesto ante el estupor, la ira y la impotencia de quien quiso darse el gusto morboso de verlo fugitivo
CAPÍTULO IX. MUERTE FRENTE AL MAR. El gran vencido; el leño sin gobierno ni albedrío que las aguas impelen y arrastran, aguarda la muerte frente al mar Caribe mientras los godos usurpan su pensamiento y aplican gozosamente una carta constitucional que él no quiso refrendar con su firma. Cómo sucumbe con las valijas listas para regresar a Bogotá a reasumir el mando impulsado por motivos que sólo Dios llegó a conocer. Doña Soledad Román de Núñez, acatando ciegamente la última voluntad de su esposo, arroja al mar todo el archivo de don Rafael Núñez, borrando así los testimonios directos de uno de los pasajes fundamentales de la historia colombiana
CAPÍTULO X. LOS ACREEDORES TAMBIÉN COBRAN VIDAS. Años venturosos y postrimerías aciagas en la corta existencia de José Asunción Silva. Impotencia de las manos que forjaron algunos de los más grandes poemas de la lengua castellana para componer balances, redactar libranzas y escribir manifiestos aduaneros, Rastrera y mezquina hostilidad de los bogotanos, con muy contadas excepciones, contra el inmenso poeta. La irreparable muerte de su hermana. Acoso implacable de los acreedores. Primera impresión del «Nocturno» en La Lectura, de Cartagena. Retorno de Venezuela y derrumbe final
CAPÍTULO XI. EL SEGUNDO PRESIDENTE MÁRTIR. El doctor Manuel Antonio Sanclemente, con sus casi noventa años a cuestas, remonta las alturas andinas para satisfacer los turbios designios de Caro, asumiendo la presidencia de la República. Su frágil organismo no resiste los dos mil seiscientos metros de la capital y se ve obligado a buscar climas propicios. En Villeta lo sorprende la aleve asechanza. Su inicuo cautiverio. Destino ignorado de sus huesos bajo el suelo de la iglesia parroquial de esa población
CAPÍTULO XII. «SE LO TRAGÓ LA SELVA». «Un creador que escribe con sangre». José Eustasio Rivera no recrea con mano maestra el misterio y la tragedia de la selva amazónica con aséptica distancia, sino después de haber vivido todos sus elementos con viril intensidad. A manera de venganza, la selva se lo traga, pero no en medio de sus bosques y tremedales, como a los personajes de La Vorágine, sino en otra manigua muy distante: la de hierro y cemento de Nueva York
CAPÍTULO XIII. EL SILENCIO DE LOS ARTISTAS ES LA MUERTE. El más genial de los caricaturistas políticos de todos los tiempos y países. Su histórico protagonismo en uno de los grandes momentos de la historia colombiana. El ocaso: presionado para trocar el lápiz de combate por el incensario, Ricardo Rendón opta por la pistola suicida
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