© Alejandro Gaviria, 2020
© Editorial Planeta Colombiana S. A., 2020
Calle 73 N.º 7-60, Bogotá
Departamento de diseño Grupo Planeta
Primera edición: octubre de 2020
ISBN 13: 978-958-42-8990-2
ISBN 10: 958-42-8990-X
Desarrollo E-pub
Digitrans Media Services LLP
INDIA
Impreso en Colombia – Printed in Colombia
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A la memoria de mi papá
Aldous Huxley (1894-1963), en Siena, Italia, en 1952.
Foto: KEYSTONE Pictures USA
Introducción
Este es un libro de ideas, un libro sobre una forma de ver y entender el mundo. Quizás uno siempre escribe el mismo libro. O mejor, escribe versiones complementarias del mismo libro. Yo siempre he escrito sobre un asunto simple, sobre mis experiencias vistas o filtradas a través de mis lecturas, sobre la vida y los libros. Poco escribo sobre los sueños. Tampoco me gustan los ensimismamientos, las formas excesivamente subjetivas de aprehender el mundo. Me gustar escribir sobre ideas, sobre otros autores, sobre la gente que leo y admiro.
En estos tiempos difíciles, en medio de la incertidumbre y algunas amenazas existenciales para la humanidad, este libro reivindica una especie de optimismo axiomático, no basado en la evidencia ni en la observación meticulosa del mundo, sino en una convicción más íntima, casi vital; este optimismo plantea que las ideas importan en un doble sentido. El primero es individual, las ideas importan en nuestra búsqueda personal de sentido, las ideas nos ayudan a vivir mejor, más reflexivamente; el segundo es colectivo, las ideas importan en la vida en sociedad, en la llamada democracia deliberativa. En mi opinión, la ilusión liberal de un mercado de ideas en permanente confrontación sigue siendo, a pesar de las desilusiones y fracasos de muchas empresas humanas, una ilusión fundamental, casi irrenunciable.
Aldous Huxley fue un hombre de ideas. Sus novelas, como lo señalaron todos sus críticos, son ensayos novelados: los personajes meros títeres del autor para exponer sus diferentes visiones del mundo, a veces contradictorias (“uno puede ser agnóstico y místico al mismo tiempo”, escribió alguna vez). El mismo Huxley lo reconoció varias veces, sabía perfectamente que sus obras de ficción tenían una debilidad: eran densas en exposición, pero diluidas en caracterización. Dedicó su vida a las ideas, a conectar las ciencias y las artes, a escudriñar las aventuras y desventuras de la especie humana, primero, con una suerte de cinismo intelectual, después, con una gratitud que podríamos llamar cósmica, con una espiritualidad sosegada y profunda. Fue sin duda uno de los autores más creativos y estimulantes del siglo XX.
Sus ideas, sin embargo, se han ido diluyendo en medio de la cacofonía y velocidad del mundo actual. Este libro intenta, con las armas modestas de un lector minucioso —no tengo otras—, rescatarlas y conectarlas con este momento del mundo y de la discusión global. El libro no presenta una exposición exhaustiva o académica de la obra de Aldous Huxley. Todo lo contrario. Es una conversación personal, una forma de mirar el mundo a través de las ideas de otro. Las ideas de Huxley son también un instrumento, una forma eficaz para presentar mis propias ideas. La lectura es un acto de creación. Este libro intenta eso, leer creativamente a un autor imprescindible.
En los diversos capítulos hago énfasis sobre todo en sus últimas obras, en su novela La isla y en sus ensayos sobre la ciencia, el progreso, la crisis ambiental y las sustancias psicoactivas. El libro está dividido en ocho capítulos. Los primeros seis tratan temas específicos discutidos por Aldous Huxley en sus novelas y ensayos: la vida, la medicina, las drogas, la crisis ambiental, la educación y el progreso. El séptimo revela una improbable conexión del autor con Colombia, y el último, incluye una experiencia más personal, una especie de ejercicio introspectivo o terapia inspirada en Huxley. En conjunto, los capítulos que conforman este libro son una reflexión sobre las sociedades modernas y sobre la experiencia humana con todo lo que tiene de maravilloso y absurdo.
Más allá de los temas particulares, de los debates específicos, este libro promueve una visión del mundo, una forma de entendimiento de la realidad que es escéptica y esclarecida al mismo tiempo. Esta visión enfatiza, entre otras cosas, la necesidad ética de la compasión, el asombro como imperativo vital, el escepticismo sobre las ideologías y las simplificaciones del mundo, la conexión de todas las formas de vida y la búsqueda permanente de sentido y autotrascendencia. La visión de Huxley conjuga una denuncia a los extravíos de las civilizaciones técnicas y una celebración de la vida en este planeta, en este lugar del universo.
Este no es un libro de ocasión. No es un comentario sobre la coyuntura actual, pero sí es un libro sobre el presente y el futuro. Lo escribí, en buena medida, durante el primer semestre de 2020, en medio del confinamiento obligatorio. Algunas de las ideas discutidas tienen, así pensé mientras las escribía, entre una reunión virtual y la siguiente, una clarividencia extraña, parecieran haber sido escritas a propósito de este año extraño, inimaginable. La lista de ideas urgentes es larga: la presencia acechante de la muerte, los límites de la medicina moderna, la excesiva especialización del mundo académico, la crisis del medio ambiente que ya no podemos esconder, el poder destructivo de las ideologías y el nacionalismo, las trampas crecientes de la tecnología, la relación del ser humano con las sustancias psicoactivas, etc.
En 1967, algunos años después de su muerte, la banda de rock inglesa los Beatles le hizo un pequeño homenaje a Aldous Huxley. Su rostro aparece en la portada de uno de los álbumes de música popular más importantes del siglo XX, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, en compañía de los rostros de Edgar Allan Poe, Bob Dylan, Marilyn Monroe, Karl Marx, Oscar Wilde, James Joyce y otros cincuenta y ocho personajes. Es un homenaje a un hombre y sus ideas, a un pensador contradictorio: un aristócrata de buenas maneras que terminó siendo un ícono de la contracultura de los años sesenta, un escéptico que asumió muchas veces una postura de predicador, un humanista obsesionado con la autodestrucción, un privilegiado que criticó las injusticias prevalecientes y un pesimista que creía, como Borges, que no pasa un día sin que estemos al menos un instante en el paraíso.
En los años cuarenta del siglo pasado, Aldous Huxley escribió un bello prólogo a una edición de los grabados de Goya. De todos los grabados, resaltó uno, el de un anciano vacilante, encorvado por el peso de los años y la vida. En la parte de arriba del grabado aparece una leyenda sugestiva: “Aun aprendo”. Era su frase favorita, resumía una certeza con la que vivió de manera permanente. Supo más que casi todos sus contemporáneos, pero siguió aprendiendo durante toda su vida. Además de una reflexión sobre el destino humano y sobre la posibilidad de un mundo mejor, este libro es también una invitación a aprender, a seguir aprendiendo, a hacer del aprendizaje, como lo hizo Huxley, una forma de vida, tal vez la mejor forma de todas las vidas posibles.