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Antonio Cacua Prada - Antonio Nariño y Eugenio Espejo Dos adelantados de la libertad

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Antonio Cacua Prada Antonio Nariño y Eugenio Espejo Dos adelantados de la libertad
  • Libro:
    Antonio Nariño y Eugenio Espejo Dos adelantados de la libertad
  • Autor:
  • Editor:
    Luis Alberto Villamarin Pulido
  • Genre:
  • Año:
    2019
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Antonio Nariño y Eugenio Espejo Dos adelantados de la libertad: resumen, descripción y anotación

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Descripción Nariño y Espejo
El granadino Antonio Nariño y el ecuatoriano Eugenio Espejo querían un país cimentado en una misma nacionalidad, con diferentes características étnicas, de espacio y tiempo, que determinan su actitud e identidad. Pueblo que desde las entrañas de la colonia, y por la influencia de los límites naturales pugnaba, como hasta hoy lo hace, por manifestarse libre y único en su diversidad.
Entre Nariño y Espejo establecieron una profunda relación al encontrarse por primera vez en Bogotá en 1879, donde debió comparecer por una acusación del presidente de la Audiencia de Quito. Ambos hombres insaciables en el saber, y enamorados de la libertad, departían horas enteras inmersos en los recursos de sus genialidades, en busca del camino, que más temprano que tarde, conduciría a sus respectivas patrias a sacudirse del yugo español.
La traducción y publicación de los Derechos del Hombre, por lo que Nariño fue apresado, y sus bienes confiscados, y la circulación de su papel periódico La Bagatela., el 14 de julio de 1811, son hitos que marcan su vida amarga y pesarosa. Su espíritu rebelde y apasionada lucha por la libertad de Colombia, que lo mantendrán en constante zozobra, lo transformaron en reo de toda culpa imaginable. Su vida toda, no conoció otra cosa que calumnias, prisiones, fugas y destierros.
El movimiento independentista había nacido en el país y crecía. Las Primicias de la Cultura de Quito y la Escuela de la Concordia de Eugenio Espejo, contribuyeron en la idea de emancipación. En el proceso, costeños y serranos lograron su ansiada libertad, la cual, en el fondo de su alma, no deseaban compartir con nadie.
Designado por Bolívar, su amigo y admirador, vicepresidente interino de Colombia, Nariño instaló como tal, el congreso de Cúcuta en 1821. Así parecía que la patria y la vida, lo premiarían al fin, pero no. Por adeudar rentas coloniales, y permanecer muchos años ausente, se intentó declararlo como miembro ilegal del senado. Nariño herido, espetó a la asamblea palabras que lo exoneraron y arrancaron el aplauso de sus enemigos.

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Antonio Nariño y Eugenio Espejo, dos adelantados de la libertad

Antonio Cacua Prada

Ediciones LAVP

www.luisvillamarin.com

Cel 9082624010

New York USA

ISBN: 9780463774069

Smashwords Inc.

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, foto-químico, electrónico, magnético, electro-óptico, por reprografía, fotocopia, video, audio, o por cualquier otro medio sin el permiso previo por escrito otorgado por la editorial.

"Ciudad muy noble y muy leal "

"Escuela de la concordia"

"Primici as de la cultura de Quito"

De "el mercurio peruano"

"L a bagatela"

"Ser libre o morir"

"La última que se había res ervado"

Nota del editor

En tan reducido espacio es muy difícil tratar de manera global sobre los precursores Espejo y Nariño, además del americanista doctor Antonio Cacua Prada. Autor de medio centenar de libros sobre historia de Colombia y América; director del Boletín de Historia y Antigüedades de la Academia de Historia de Colombia; admirador y recobrante de personajes de nuestro pasado, como queda demostrado en este pequeño pero grande libro, que desde el Archivo Histórico del Guayas acogemos y editamos muy complacidos.

Eugenio Espejo, nació y vivió en el Quito colonial, áspero y cruel, donde las élites que pugnaban por lucir, a cuál más, refinadas alcurnias y abolengos, no daban espacio ni cabida en su imaginación, a nada que fuera conceder oportunidades, y no el escarnio, a las castas tenidas por serviles, de las cuales él procedía. Espejo nació cuando apenas se vislumbraban las reformas a la filosofía medieval, y su pensamiento ilustrado, que lo proyecta al enciclopedismo europeo, lo convierte en un luchador agresivo, que mediante la burla amarga busca terminarlo. Mordacidad atroz, sangrienta y sediciosa sátira, como calificara el presidente Villalenguay Marfil, a su cáustica obra "Retrato de un Golilla ".

Lector ávido y profundo, aprendió el francés, y con ello se introdujo en las obras de Rousseau, Voltaire, y las doctrinas publicadas en Francia a mediados del siglo XVIII. Todo esto, y su aguda inteligencia, lo conducen a vivir en plenitud las transformaciones que empezaban a manifestarse en el mundo. La independencia del territorio que serían los Estados Unidos, fue determinante en su vida. Igual influyeron en él los levantamientos de Tupac Amaru y de los comuneros del Socorro.

Tal ilustración tiene, que le urge comunicarla, y en 15 años de su vida, sin cumplir aun los 50, ya es notable su obra, que en ella, por ser la semilla del periodismo ecuatoriano, se destaca "Primicias de la Cultura de Quito". Espejo –como lo describe Antonio Cacua en este magnífico libro– inició la difusión de la esperanza en las clases sociales más bajas. Donde penetró sostuvo los principios morales y políticos, defendió los derechos del hombre, y llegó a difundir tan avanzados ideales, que en pocos años más se manifestaron en el 10 de agosto de 1809.

El movimiento independentista había nacido en el país y crecía. Las "Primicias de la Cultura de Quito" y la Escuela de la Concordia del gran Espejo, contribuyeron en la idea de emancipación. En el proceso, costeños y serranos lograron su ansiada libertad, la cual, en el fondo de su alma, no deseaban compartir con nadie.

Querían un país cimentado en una misma nacionalidad, con diferentes características étnicas, de espacio y tiempo, que determinan su actitud e identidad. Pueblo que desde las entrañas de la Colonia, y por la influencia de los límites naturales pugnaba, como hasta hoy lo hace, por manifestarse libre y único en su diversidad.

Entre Nariño y Espejo establecieron una profunda relación al encontrarse por primera vez en Bogotá en 1879, donde debió comparecer por una acusación del presidente de la Audiencia de Quito. Ambos hombres insaciables en el saber, y enamorados de la libertad, departían horas enteras inmersos en los recursos de sus genialidades, en busca del camino, que más temprano que tarde, conduciría a sus respectivas patrias a sacudirse del yugo español.

La traducción y publicación de los Derechos del Hombre, por lo que Nariño fue apresado, y sus bienes confiscados, y la circulación de su papel periódico La Bagatela., el 14 de julio de 1811, son hitos que marcan su vida amarga y pesarosa. Su espíritu rebelde y apasionada lucha por la libertad de Colombia, que lo mantendrán en constante zozobra, lo transformaron en reo de toda culpa imaginable. Su vida toda, no conoció otra cosa que calumnias, prisiones, fugas y destierros.

Designado por Bolívar, su amigo y admirador, vicepresidente interino de Colombia, instaló como tal, el congreso de Cúcuta en 1821. Así parecía que la patria y la vida, lo premiarían al fin, pero no. Por adeudar rentas coloniales, y permanecer muchos años ausente, se intentó declararlo como miembro ilegal del senado. Nariño herido, espetó a la Asamblea palabras que lo exoneraron y arrancaron el aplauso de sus enemigos:

" Hoy me presento señores ante el senado, del que he sido nombrado miembro, y acusado por el congreso que yo mismo he instalado y que ha hecho este nombramiento. Qué satisfactorio es para mí, señores, verme hoy como en otro tiempo Timoleón, acusado ante un senado que él había creado, acusado por dos jóvenes, acusado por malversación, después de los servicios que había hecho a la república, y el poderos decir sus mismas palabras al principiar el juicio. Oíd a mis acusadores, oídlos señores; advertid que todo ciudadano tiene derecho a acusarme, y que al no permitirlo, daríais un golpe a esa misma libertad que me es tan glorioso haberos dado.

Envejecido, y encarado a una muerte prematura, deja cantar la grandeza de su alma: "Odié siempre, por instinto a los tiranos: luchando contra ellos perdí cuanto tenía, perdí hasta mi patria! Cuando apareció por fin esa libertad por quien había yo sufrido tanto, lo primero que hizo fue, tratar de ahogarme con sus propias manos. Es increíble que, ya hubiera Audiencia o Asamblea patriota, al aparecer el día, lo saludaba yo, preso, amenazado o desterrado... Me han dado cadenas todos: me han calumniado! Pero no he aborrecido ni a los que me han perseguido".

José Antonio Gómez Iturralde

Capítulo I
Santafé de Bogotá y San Francisco de Quito

"Santa Fe de Bogotá, tiene las mejores proporciones para ser una ciudad la más pulida y aseada; por que tiene abundantes aguas altas; está situada en la pendiente de la Cordillera grande de los Andes, junto a dos empinados cerros, nombrados Guadalupe y Monserrate; sus calles tiradas a cordel y con dos pequeños ríos, que la atraviesan..."

Así escribió don Francisco Silvestre Sánchez, uno de los más notables gobernadores de Antioquia, en su Descripción del Nuevo Reino de Santafé de Bogotá, en 1789.

De esa relación a la actualidad, solo los "dos pequeños ríos" han desaparecido. La urbe ha crecido, su población multiplicado en forma considerable, y el desarrollo urbanístico pujante en estos últimos cincuenta años.

"Ciudad muy noble y muy leal"

El 6 de agosto de 1538, el conquistador español, natural de Granada, don Gonzalo Jiménez de Quesada, en el sitio ocupado hoy por la Plaza de Bolívar, –calles 10 y 11, entre carreras 7 y 8–, fundó la ciudad de Santafé de Bogotá. Para ello ordenó la construcción de doce chozas de barro, tabla y paja, y otra más llamada del " Humilladero ", donde Fray Domingo de las Casas, con ornamentos hechos de telas indias y un cáliz de plomo, ofició la primera misa.

El cronista Don Juan de Castellanos, en su Historia del Nuevo Reino de Granada, 1886, apuntó:

"A la nueva ciudad puso cimientos

a quien de Santa Fe le dieron nombre

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