D esde el principio mismo algo salió mal: las tribus que partieron de Aztlán en el año 1116 —concediendo que el mítico lugar se encontraba en Nayarit— y fundaron Tenochtitlan en 1325, tardaron más de 200 años en llegar hasta el islote donde, por fin, encontraron al águila devorando a la serpiente. Google Maps señala que son 874 kilómetros los que median entre un lugar y otro, los cuales se pueden recorrer, a buen paso, en siete días y catorce horas. No sería extraño que con esa peregrinación quedara marcado nuestro destino: ya desde entonces perdimos el rumbo.
Seguramente en otro universo, las tribus de Aztlán hicieron su peregrinación en siete días y hoy gozan de un México próspero, democrático, respetuoso de la ley y de las instituciones; con una distribución de la riqueza aceptable y con índices de corrupción, desigualdad y pobreza al mínimo.
Nuestro México actual es la realidad paralela y bizarra de ese país que está en otro universo. Todo lo extraño, excéntrico y absurdo transita con asombrosa naturalidad por la política, la economía, la cultura, la vida cotidiana, el deporte, el entretenimiento. Es parte de la idiosincrasia nacional; los mexicanos hemos aprendido a vivir en el absurdo y lo hemos convertido en nuestra zona de confort.
En México, un presidente puede tener una mansión gracias a un contratista de su gobierno; otro puede ordenar el cierre del Viaducto para correr su Maserati personalizado por las noches; uno más, acepta la Colina del Perro como regalo de uno de sus colaboradores, y otro hace huelga de hambre para lavar su honor… durante 17 horas.
México es el país donde un profesor puede estar en la lista Forbes de los hombres más ricos del mundo, o un líder sindical puede tener su propio avión; es ese lugar en el que un debate por la presidencia de la República no lo gana ningún candidato, sino una edecán que luego posa para Playboy ; es el país donde la procuración de justicia depende de una vidente, las autoridades son capaces de señalar que la muerte de un personaje se debió a 60 balas perdidas o que alguien se suicidó de dos tiros por la espalda.
El nuestro es el país de los misterios sin resolver; donde se puede culpar de todos nuestros males a los españoles y a los gringos; en el que la primera generación de políticos del México independiente decide fusilar a sus libertadores; donde la mejor selección de futbol de la historia pierde hasta con el equipo de árbitros en un Mundial; en el que una joven actriz es capaz de sacarse todos los dientes para convertirse en la abuelita de todos los mexicanos; donde una joven talla 34-DD se hace actriz, o un asesino serial puede ser recibido con una ovación en la Cámara de Diputados.
De todo esto trata México Bizarro , un recorrido por el tiempo y el espacio mexicanos lleno de ocurrencias, decisiones absurdas, ausencia de sentido común, improvisación y enredos que han llevado a propios y a extraños a afirmar que “Si Kafka hubiera nacido en México, hubiera sido un escritor costumbrista”.
Julio Patán y Alejandro Rosas
Agosto de 2017
UNA VIDENTE EN
LA PROCU
El primer procurador general de la República de un partido diferente al PRI acepta que su fiscal especial contrate a una médium para resolver un caso de homicidio.
—¿Por qué no conseguimos una vidente y así resolvemos el caso más rápido? —dijo el fiscal Pablo Chapa Bezanilla.
—Va —respondieron sus hombres.
Y así comenzó la historia.
Q uizá la ocurrencia hubiera caído de perlas en algún despacho místico-jurídico o en una convención de cartománticos y médiums, pero el señor trabajaba para la Procuraduría General de la República; no para una procuraduría estatal de esas que no tienen credibilidad; no para la policía de algún municipio perdido de Oaxaca, sino para una de las instituciones fundamentales para la procuración de justicia en México.
En 1996, al procurador general de la República, Antonio Lozano Gracia, se le hizo buena idea nombrar a Pablo Chapa Bezanilla fiscal especial para resolver el homicidio de José Francisco Ruiz Massieu, entonces secretario general del Comité Ejecutivo Nacional ( CEN) del PRI , ocurrido en septiembre de 1994. La procuraduría había dado un campanazo en octubre de 1996 al detener a Raúl Salinas de Gortari —hermano del expresidente—, acusado de ser el autor intelectual del asesinato de Ruiz Massieu, y, además, de haber matado a batazos al diputado Manuel Muñoz Rocha, también involucrado en el crimen, quien desapareció de la faz de la Tierra desde el 30 de septiembre de 1994 —y hasta la fecha nadie sabe, nadie supo.
Ningún presidente se había atrevido a tocar, ni con el pétalo de una rosa, a su antecesor ni a ningún miembro de su familia, a lo mucho iban tras algún chivo expiatorio —Díaz Serrano, la Quina —. Así que la aprehensión de Raúl Salinas le cayó como bomba a su hermano Carlos. Por si fuera poco, se filtró el rumor de que los restos de Muñoz Rocha se encontraban enterrados en una finca rural llamada El Encanto, propiedad de Raúl Salinas.
Y como Chapa Bezanilla quería quedar bien con su jefe y demostrar su eficiencia, pensó en una forma rápida de buscar los restos entre las muchas hectáreas que tenía la finca. Desestimó la medicina forense, los procedimientos científicos para la recuperación de restos humanos, la ciencia aplicada en la búsqueda, y propuso algo mejor: contratar a una médium, Francisca Zetina, mejor conocida como la Paca , que había llegado con una conveniente nota anónima en la que detallaba todo lo que le había ocurrido al diputado Muñoz Rocha, quien había terminado sus días desmembrado y repartido equitativamente en distintas propiedades de Raúl Salinas.
Francisca no tenía un doctorado en Harvard, pero su currículum era notable. Para empezar, la Paca y sus secuaces pertenecían a una agrupación esotérica llamada La Hermandad, que había sido fundada en 1866 y propugnaba el espiritualismo trinitario mariano , una de las muchas derivaciones que tuvo el espiritismo en la segunda mitad del siglo XIX .
La Paca, además, leía las cartas, la mano, predecía el futuro, sanaba almas, eliminaba el mal de ojo, le hacía al vudú y era astróloga. Por si fuera poco, antes de prestarle sus servicios a la PGR de Antonio Lozano Gracia, había sido algo así como consejera espiritual del propio Raúl Salinas, su vidente , como llegó a declarar ella misma, pero se lo madrugó y se pasó a las filas de sus enemigos.
En octubre de 1996, la Paca, Chapa Bezanilla y varios trabajadores más se presentaron en El Encanto con maquinaria para excavar. La Paca recorrió el terreno y de pronto dijo algo así como: “Siento las vibras del más allá… aquí es”. Y cuál no sería la sorpresa de los presentes que, en efecto, al cavar apareció una osamenta. Era un milagro; la justicia mexicana había encontrado su cauce a través de una vidente. Qué investigadores ni qué ocho cuartos; en adelante, la PGR abriría la División Mística para perseguir el delito.
Pero como en México hasta los espíritus son susceptibles de ser corrompidos, pocos días después, tras los análisis correspondientes, las autoridades anunciaron que los restos no eran de Manuel Muñoz Rocha, sino del suegro de la Paca. Así se cayó el teatrito.
La vidente fue a dar a la cárcel, junto con siete conocidos que le ayudaron a montar todo el tinglado; pasó 11 años presa y fue liberada en 2008. Durante los años en que purgó su condena, dijo que había sido un chivo expiatorio y que hasta el apodo de la Paca se lo habían inventado Chapa Bezanilla y compañía.