Prólogo
El libro que tenemos aquí es un aporte altamente significativo para comprender al movimiento zapatista en México. No voy a glosar lo que dicen sus autores. Simplemente señalo la importancia del acercamiento positivo, pero también crítico de los autores, que aportan, más que elogios, elementos de comprensión social más profundos.
Aquí se pone en juego la ideología, pero también la sensibilidad social que se merece el zapatismo indiocampesino mexicano.
Desde lejos, desde esta Argentina tan distante geográficamente, pero al mismo tiempo tan igual a México en condición fundamental de latinoamericanos, sería un atrevimiento por mi parte referirme a hechos puntuales sin contar con una información precisa y cotidiana.
Pero he vivido casi tres años en México y me dedico al estudio de la historia latinoamericana. He recorrido su territorio, especialmente la zona de Morelos, de Yucatán, del mundo maya y estuve radicado en Puebla. Eso permitió que en una visita a Cuautla (Morelos) hace ya muchos años (23 para ser exactos) haya conocido circunstancialmente a un viejo indio en el Zócalo de esa ciudad, donde sentados en un banco, al final pude hablar algunas cosas con él. Allí me contó anécdotas y me ayudó a comprender ese mundo tan distinto del argentino. De jovencito había participado en el movimiento liderado por Emiliano Zapata y su mirada y su cabeza guardaban recuerdos preciosos. No había ideología intelectual sino vivencias de un pasado que estaba presente, allí en ese momento. Y confieso que me emocioné. Yo había estudiado la Revolución Mexicana de 1910 en adelante, pero esta conversación (si así puede llamarse) era otra cosa, y aún hoy eso me sirve, según creo, para entender mejor al EZLN y a Marcos, aun cuando mantengo una posición crítica, pero no negativa.
Le debo un agradecimiento especial a Guillermo, con quien creo coincidir sobre qué fue y qué es el zapatismo actual, por haberme invitado a escribir estas líneas.
Lo hago extensivo a Emiliano Thibaut. El libro contiene cuatro partes: un texto de cada uno de los autores, una selección de fotos y las declaraciones del EZLN. No voy a comentarlos porque entiendo que quien tenga en sus manos este libro no dejará de leerlo, pues es atrapante. Y entonces simplemente parto de ese supuesto para hacer este comentario.
Si el zapatismo y el propio Marcos iniciaron esta “revolución“ social, no pueden soslayar que forma parte de una revolución también política e ideológica. No hay manera de apartarse de ello, pues no hay movimiento social que no trasunte alguna intencionalidad. Y la intencionalidad obedece a nuestra concepción ideológica y política. Lo queramos o no. Por afirmación u omisión, pero está allí como parte de la realidad.
El mundo latinoamericano nos ofrece un nuevo renacer, mezcla de heterogeneidades pero también de coincidencias, a pesar de las diferencias de todo tipo de país en país. Y no es el caso de abundar en esta afirmación, pues es parte de una realidad, cambiante y llena de potencialidades, a pesar de fracasos y problemas específicos de tipo local.
A partir del logro de reivindicaciones locales, el zapatismo se ha transformado, aun sin querer ser parte del surgimiento de una nueva alternativa con proyección nacional e internacional. No obstante ello esa repercusión existió y eso, objetivamente, ayuda a crear nuevas tendencias que deben discutir no solamente lo que hacen los zapatistas, sino a adoptar un compromiso más serio. El anticapitalismo o el antiimperialismo no son ajenos a ninguno de los movimientos sociales que está viviendo América Latina, sea en Bolivia o en Venezuela, pero también en Brasil o en Argentina. ¿Qué nos une? Porque las solidaridades aparecen como una generalidad, pero se expresan en acciones concretas. Esto es lo importante. El zapatismo acaba de cambiar sin asumir a fondo qué quiere y a dónde va, con la Sexta Declaración y la llamada “ la otra campaña ”. Pero ya no es sólo Chiapas...., es México y el mundo. Pero no nos apresuremos, no hay una clara posición programática, pero eso, transitoriamente, se compagina con una acción movilizadora. El futuro los está espe-rando, y no puede ser ni sectario ni carente de ideología. No hay “multitud” que supere a las clases sociales y no hay “imperio” que no sea imperialista.
Para contestar a los sectarios, ya Marx escribió hace más de un siglo que una acción reivindicativa concreta es más importante que diez programas teóricamente correctos e impolutos. La perfección no existe sino en la cabeza (en el intelecto), y es modificable dialécticamente, pues en la vida nada es estático. Un movimiento social puede avanzar más o menos, pero si avanza, eso se traducirá en la necesidad de precisar las concepciones. Resalto que no estoy proponiendo ninguna “verdad verdadera”, pues toda verdad es relativa dialécticamente hablando.
Considero que el EZLN, a mi parecer, no ha tenido el programa (local, nacional e internacional) que es imprescindible para crecer, y su acción concreta quedó siempre a mitad de camino. Pedir una conjunción perfecta entre “acción social” y “programa” es pretender lo imposible, pues la perfección no existe y el socialismo no es una utopía sino un camino a recorrer y que se puede hacer de diferentes maneras.
Una de las virtudes de este libro es que ayuda a comprender. Estoy convencido que existe un profundo sentimiento en grandes masas de la población latinoamericana, sean obreros, campesinos, intelectuales, o sean indios, mestizos, negros o mulatos o blancos, de verdadera insurrección frente a los gobiernos burgueses. Se expresa de maneras diferentes: piquetes, huelgas, ocupaciones de fábricas, toma de tierras, intentos insurreccionales concretos como el zapatismo, que todos juntos hacen que América Latina esté transitando un nuevo camino, que tiene diferentes desvíos, pero que están construyendo ese futuro que se prefigura en cada uno de manera a lo mejor distinta.
No se trata de hacer una visión idílica de la “revolución” zapatista. Por el contrario, las contradicciones existentes se evidencian en el relato. Paradójicamente nos encontramos en una realidad más real, que la de aquellos que apoyan al EZLN de manera genérica y pensando en variables y costumbres que no son la de los indios-campesinos sino de intelectuales (al margen de la honestidad o no de sus presupuestos ideológicos y políticos por ahora). Porque entre estos últimos encontramos voces honestas y solidarias pero a veces también voces interesadas para no desafinar con el supuesto “progresismo” tan en boga y que no significa nada, y en general de mirada y concepción occidental.
Conocer la realidad es desmontar fetiches. Y ello nos acerca más a la comprensión de los variados caminos que adopta su enfrentamiento a un sistema (capitalista sin duda) y que es depredador, asesino y dominante.
El relato de Thibaut es un llamado de atención. La miseria, el hambre y la vivencia permanente con el enemigo pegado a la realidad zapatista, produce un desafío para nuestra comprensión que en definitiva es tomar conciencia de la necesidad de la revolución social latinoamericana.
Los indios–campesinos de Chiapas (uno de los pueblos originarios) han estado abriendo huellas, que hay que transitar y tomar como jalones de partida para la construcción de la alternativa anticapitalista, aunque en las palabras haya una limitación significativa.
Y esto vale no sólo para México sino hoy también para Bolivia, Perú, Brasil y Centroamérica donde hay movimientos que son levadura social de proyección incalculable y que no se pueden medir por esquemas o consignas propias de otras sociedades. La lucha de clases tiene sus propios matices nacionales o locales e ignorarlos es quedarse fuera de la historia, en mérito a una consigna.
Alberto J. Pla
Rosario (Argentina), enero de 2006