LOS MISTERIOS
DE LA BIBLIA
Vincent Allard y Guy Les Baux
LOS MISTERIOS
DE LA BIBLIA
Los grandes personajes, la simbología,
la traducción y transcripción de los textos,
los manuscritos de Qumran
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. DE VECCHI EDICIONES, S. A.
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Traducciónde Nieves Nueno Cobas.
Diseño gráfico de la cubierta: © YES.
© De Vecchi Ediciones, S. A. 2012
Avda. Diagonal 519-521, 2º 08029 Barcelona
Depósito Legal: B. 25.430-2012
ISBN: 978-84-315-5408-8
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Agradecimientos
Sin el apoyo de nuestras esposas y familiasrespectivas, este trabajo no habría podido ver la luz. Se lo agradecemos profundamente.
Nuestro especial agradecimiento a Sophie Verdier por su amabilidad,su atención y la calidad del equipo que dirige, competente y siempre al servicio del autor; a Xavier Coadic, director de los servicios culturales de La Bourbansais, por su ayuda sobre el capítulo que concierne al «diablo»; a Philippe Olivier, con quien comparto algunas convicciones, y a mi amigo Lionel Dumarcet,historiador, cuyos artículos «Histoire des religions» son para mí desde hace muchos años puros momentos de felicidad.
Vincent Allard
Gracias a VincentAllardpor haberme permitidotrabajarcon él; nuestra amistadsale reforzada.
Guy Les Baux
A Mons. Max Cloupet (†), a nuestras esposas
y a nuestro amigo común Philippe de Chantassier.
Prólogo
La música sacra —durante mucho tiempo he tocado como organista en diversas tribunas, entre ellas la de Moissac en Tarn-et - Garonne (Francia)— es portadora de emociones, de recogimiento, de oración, pero también posee una historia que hunde sus raíces en la Biblia. Su impulso singular, su notable originalidad están allí, en las páginas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Puede escucharse como creyente, pero tocarla proporciona un momento de emoción —más que de catequesis—, un tiempo de abandono, de olvido, en el que las notas penetran en el alma, se sea o no creyente. Piénsese en el StabatMater de Pergolesi («la Virgen sufre al pie de la cruz»), en las Siete últimas palabras de nuestro Redentor en la cruz de Haydn o en las cantatas n.º 80 o 104 de Johann Sebastian Bach, y se comprenderá esta afirmación.
Cuando mi editora, Sophie Verdier, me habló de este proyecto, me sentí a la vez inquieto —¿sabría «mantener la distancia»?— y feliz —me hallaría inmerso en un elemento donde las palabras se vuelven propicias a la meditación por poco que se sepa superarlas—, sobre todo porque acababa de terminar la obra Le Temps des cathédrales (El tiempo de las catedrales) y había iniciado la escritura de un manuscrito acerca de las pruebas históricas de la vida de Jesús. Para llevar a cabo esta tarea, he contado con el apoyo de un amigo con el que colaboro desde hace tiempo, Guy Les Baux, estudioso de la religión cristiana de los tiempos remotos y de la noción de «laicidad a la francesa».
Nuestra finalidad no es ser exhaustivos, ni tampoco afirmar —como está de moda desde la publicación de cierta novela de enorme éxito— que la Biblia es una sarta de errores, que la Iglesia ha mentido… ¡No, todo lo contrario! Queremos mostrar la tradición bíblica, la belleza del texto, las grandes figuras que marcan nuestra conciencia universal (Adán, Noé, Abraham, Isaac, Moisés, Rebeca, David, Betsabé, Salomón, Job, Jesús, Pablo, María Magdalena...), explicar que la Biblia reúne textos de épocas y autores diversos, que es la obra fundadora de las civilizaciones judía y cristiana, recordar que si durante mucho tiempo los científicos han intentado hacer coincidir descubrimientos arqueológicos, epigráficos e históricos con el Libro, hoy el espíritu es distinto, incluso inverso: hay que partir del texto y procurar descifrarlo. La Biblia es la expresión de una verdad trascendida: esto es lo que se debe entender.
La teología no es una ciencia histórica, ni la enseñanza moral, una forma razonada de educación. ¡Señalar las contradicciones de la Biblia es fácil! Dos temas bastan (estas cuestiones se plantearon ya en el siglo XVII ): ¿cómo puede ser Moisés el autor de un texto que cuenta su muerte? ¿Por qué la Biblia, obra de Dios, que ordena perfectamente el mundo (véase el Génesis), es un libro sin orden?
Podemos —debemos, siguiendo la línea de Spinoza y su Tratado teológico-político (1670) — pensar en la Biblia como en un producto de la historia y no eludir la exégesis histórico-antigua (reconocida por la Iglesia católica sólo en 1993), pero debemos reconocer, sin duda, la notable fecundidad de los textos bíblicos y la necesidad de aprender a leerlos simplemente. Se trata de una cuestión que afecta a toda la sociedad.
La Biblia es un bien común y no se puede dejar su posesión sólo en manos de los clérigos, de una minoría de creyentes, de los mediadores comunicantes «creacionistas». Debe ser conocida por todos, ya que influye en múltiples ámbitos: literatura, pintura, música, cine…, incluso en nuestro vocabulario. ¿Cuántos pueden explicar la expresión «tener más paciencia que el santo Job»?
En muchos países de nuestro entorno, el sistema académico no imparte la asignatura de historia del arte —en consecuencia, existe una gran deficiencia en simbología, así como un desco nocimiento general de los arquetipos— ni en ocasiones la de historia de las religiones. ¡Es lamentable! En cambio, es bastante habitual mantener un último curso de bachillerato con la asignatura de filosofía. Por todo ello, el debate entre el saber y lo sagrado sólo puede pasar por un verdadero conocimiento general de la Biblia y de otros textos sagrados, como el Corán. Desearía que esta modesta contribución pueda ayudar a lograrlo.
Vincent Allard
Introducción
Judaísmo y cristianismo constituyen dos de las grandes religiones monoteístas de nuestra historia. Los textos fundadores inspirados por Dios, las Sagradas Escrituras «alentadas» por el Creador y reagrupadas en un libro único, la Biblia, necesitan una mirada doble, hebrea y cristiana… Pero también el Corán, donde se encuentran numerosas referencias bíblicas. Durante mucho tiempo, los científicos, los arqueólogos y los paleógrafos se han esforzado por hacer coincidir los textos con sus búsquedas con un único propósito: establecer su veracidad. No obstante, nada ha podido ser corroborado: las batallas de Josué, la conquista de Canaán, las minas de oro de Ophir (Primer Libro de los Reyes; Libro de Isaías) no dejaron ningún rastro arqueológico probado. Pero ¿qué importancia tiene? A menudo lo que realmente interesa es el símbolo.
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