Este libro está dedicado a Alois Maria Haas, el gran estudioso de la mística medieval, al que conocí en Zúrich el 7 de junio de 1997. De su magna obra un estudio suyo en particular me había cautivado: Visión en azul. Arqueología y mística de un color, publicado en el volumen Mystik als Aussage (Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 1996), y que habría de dar título al libro publicado en la colección «El Árbol del Paraíso» en Ediciones Siruela (1997). El estudio de Haas me fascinó porque trataba del color azul, que había ocupado mi atención durante algunos años, y porque colocaba una poesía de Hans Arp junto a Evagrio Póntico, que era justamente lo que yo perseguía en mis trabajos: poner en contacto la Edad Media y el siglo XX.
Cuando hace unos años empecé a estudiar a Juliana de Norwich, comprendí que sus visiones eran una «visión en rojo». Alois Maria Haas me dio permiso para utilizar esta expresión como título para este libro. La dedicatoria no se debe solo a ese préstamo. Pretende ser un homenaje a quien cedió su espléndida biblioteca especializada en mística a la Universitat Pompeu Fabra. De esta biblioteca han salido muchos estudios, muchas tesis doctorales, y se ha convertido en un centro al que acuden investigadores de todo el mundo. También quiere ser un homenaje a quien durante tantos años me ha regalado su fiel amistad.
Planteamiento
Uno de los fenómenos propios de la experiencia mística es la visión, aunque no todos los místicos son visionarios y visionarios puedan encontrarse fuera de la mística. El Libro de visiones y revelaciones de Juliana de Norwich (1342-1416 aprox.) es una obra que contiene la descripción de sus visiones y su exégesis, es decir, la comprensión del significado de dichas visiones. Se sitúa en una tradición que comienza con Hildegard von Bingen (1092-1179), pues con ella tuvo lugar el verdadero inicio de la escritura mística y visionaria de la Edad Media al encontrar inmediata prosecución a lo largo de todo el siglo XIII tanto en la zona renana y de Flandes como en el sur de Europa, en Italia, particularmente. Dentro del riquísimo corpus textual místico, que es fundamentalmente escritura femenina, se encuentran visiones que contienen imágenes convencionales; otras, en cambio, nuevas dentro de la iconografía de la época pero resueltas claramente dentro del estilo de su tiempo, y finalmente aquellas que son nuevas tanto iconográfica como estilísticamente. Entre este último grupo coloco las visiones de Juliana, pues, como trataré de mostrar en este estudio, anuncian la abstracción y el informalismo del siglo XX.
Existe una monografía dedicada al universo visionario de Juliana. Se debe a Roland Maisonneuve. Con Juliana, esa apertura al diálogo con el siglo XX no procede de las mismas necesidades que la originaron para el caso de Hildegard. Ahora la confrontación se debe a que las imágenes visionarias de Juliana no pertenecen a su mundo, sino que inverosímilmente se resuelven según el estilo del siglo XX.
Las imágenes visionarias pueden ser ilustradas, como lo fueron las de Hildegard von Bingen. Algunos manuscritos que contienen sus textos también ofrecen las miniaturas que acompañan las descripciones de sus visiones. Pero las visiones pueden no ser ilustradas, como es el caso de tantas místicas, como, por ejemplo, Hadewijch, Marguerite d’Oingt o Marguerite Porete. Un campo de investigación interesante ha consistido en la búsqueda de una iconografía para estas obras visionarias sin ilustrar, y hemos podido comprobar que existía una perfecta adecuación entre las imágenes plásticas de la época y las imágenes textuales. De pronto, comprendí que estas visiones se ordenaban, unas según la abstracción, y otras según el informalismo. Este estudio adopta por ello la forma de un díptico: en una primera parte se aborda la aparición de la imagen abstracta, naturalmente cromática («I. La sangre de Cristo y la mancha roja», en que se tratan la primera y la cuarta revelaciones), y en la otra, la imagen informal («II. La carne de Cristo y el elogio a la materia», basada en la segunda y la octava revelaciones). En la eclosión histórica de la abstracción y el informalismo en el siglo XX, el informalismo apareció como una superación de la tendencia anterior, esto es, de la mancha. En las visiones de Juliana las imágenes informales son el polo opuesto de las imágenes abstractas.Alternan con ellas dentro de la disposición de su Libro y se advierten necesarias para una visión de totalidad.
Victoria Cirlot
Barcelona, 2 de septiembre de 2018
I. La sangre de Cristo y la mancha roja
Con una imagen extraordinaria comienza el Libro de visiones y revelaciones de Juliana de Norwich. Antes bien, la reclusa se comunicaba con el mundo a través de la ventana de su celda, tal y como se muestra en un manuscrito lombardo que recoge una ficción literaria como La queste del Saint Graal. En la miniatura vemos al caballero conversando con la reclusa que se encuentra en el interior de una casa, y lo hace junto a una ventana [Fig. 1]. Aunque, a diferencia del paisaje rural en el que aparece el eremitorio de La queste, la celda de Juliana estaba situada no lejos de la catedral, en medio del bullicio de una ciudad rica y próspera, relacionada comercialmente con los Países Bajos, el norte de Alemania y el Báltico, célebre además por un sofisticado nivel intelectual, en contacto con las universidades
Fig. 1
de Cambridge y Oxford.
Pero Juliana de Norwich no recibió la mayor parte de sus visiones en la celda ni tampoco escribió allí la primera versión de su Libro, terminada hacia el año 1385. Estos manuscritos recogen con variantes aquella experiencia radical de Juliana, en su lecho de enfermedad cuando contaba con treinta años y medio de edad (Ande when I was thrittye wintere alde and a halfe) (A Vision, sección 2, 1). En la segunda versión, Una revelación de amor, el libro aparece estructurado en dieciséis visiones (shewynges) (cap. 1). Juliana entiende el acontecimiento visionario como el otorgamiento de los tres dones (thre giftes) concedidos por la gracia de Dios (by the grace of God) y que ella había deseado y pedido intensamente: el primero era la contemplación de la Pasión (mind of the passion); el segundo, una enfermedad corpórea (bodily sicknes), y el tercero, recibir tres heridas (thre woundes) (cap. 2). Aun cuando la versión larga se caracteriza por ampliar la anterior versión, también en ocasiones suprime. Así, por ejemplo, cuando Juliana se refiere al primer don, esto es, el de la contemplación de la Pasión. Al explicar su intenso deseo de ver la Pasión, aclara que ya tenía algún sentimiento (feelying) de esta, pero que deseaba «tener más» (I desirede to have mare), y ese grado mayor de sentimiento no puede expresarse sino con el deseo de haber estado presente, con Magdalena y con los otros amantes de Cristo (Cristes loverse), para haber visto corporalmente (I might have sene bodilye) el sufrimiento de Cristo «por mí» —dice ella—, y así «haber podido yo sufrir con él» (have sufferede with him