GUDERIAN
GENERAL PANZER
Kenneth Macksey
Una de las obras de referencia de Macksey, uno de los autores especializados en historia militar con más prestigio y reconocimiento.
Entre 1939 y 1941, los campos de batalla europeos asistieron al avance, tan veloz como irresistible, de las divisiones panzer alemanas. Polonia primero, y después Holanda, Bélgica, Francia, Yugoslavia o la Unión Soviética, fueron víctimas de la Blitzkrieg, la guerra relámpago. En diciembre de 1941, ante Moscú, los tanques germanos se vieron frenados por primera vez, pero casi todo el continente europeo había caído ya en manos de Hitler.
Uno de los padres de ese incontestable éxito fue el general Heinz Guderian. Él superó los principios obsoletos de la Primera Guerra Mundial, inaugurando una nueva forma de hacer la guerra; la clave pasaría a ser la enorme movilidad de los blindados, libres de su atadura a la infantería, y el apoyo de la aviación, en una combinación que resultaría devastadora.
ACERCA DEL AUTOR
Kenneth Macksey es uno de los autores especializados en historia militar que goza de más prestigio y reconocimiento. Tras su paso por el Ejército británico —sirvió en el Royal Tank Regiment de 1941 a 1967—, publicó una cincuentena de libros, la mayoría centrados en la Segunda Guerra Mundial. Entre ellos destacan éxitos como Rommel: Battles and Campaigns , Military Errors of World War II , Why the Germans Loose at War , Invasion: Alternative History of the German Invasion of England , July 1940 o The Penguin Encyclopedia of Modern Warfare .
ACERCA DE LA OBRA
«Me parece una gran obra que debe ser, y no exagero, lectura obligatoria para todo aquel que quiera, ya no solo saber la figura del general, sino los aspectos concernientes al surgimiento del arma acorazada. El libro expone muy bien el desarrollo de la misma, así como los pensamientos, dificultades y éxitos del general, muy bien plasmados en los fragmentos de cartas, diarios, facilitados por su hijo al autor […]. Sin duda, una obra a tener en cuenta, muy buena y a un precio asequible. »
W ITHMAN , en L A S EGUNDA G UERRA . COM
Guderian. General panzer
Kenneth Macksey
Traducción de
Isabel Hernández
Índice
Tabla comparativa de los rangos de oficiales
en los Ejércitos alemán, español, británico y estadounidense
Introducción
T engo el gran placer de presentar la edición revisada de mi libro Guderian . General panzer, cuya primera edición en inglés se publicó en 1975 y que, desde entonces, se ha traducido a varios idiomas en todo el mundo. El avance de la historia es inexorable y, desde 1970, el de la Segunda Guerra Mundial no ha tenido apenas precedentes debido a su magnitud y al acceso a nuevas fuentes de información, como determinados archivos oficiales. Huelga decir que dichas revelaciones afectan al relato de la vida del Generaloberst Heinz Wilhelm Guderian, y en mayor medida que a la mayoría de los oficiales del Estado Mayor General.
Últimamente me ha llamado la atención una serie de extraordinarias revelaciones acerca de la conexión de Guderian con algunas personas implicadas en el atentado contra Adolf Hitler. Me refiero a su relación con su gran amigo el General Erich Fellgiebel y sus iniciativas para proteger las vidas amenazadas de la familia de este gran hombre en el periodo subsiguiente al 20 de julio de 1944. Intervenciones que, por algún motivo incomprensible, se reservó para sí mismo, aunque ello perjudicara gravemente su reputación.
Sin embargo, debe advertirse que, sin su influencia, la guerra podría haber seguido un curso muy diferente al que tomó, evitando, de este modo, la condena del Estado Mayor General por parte de los jueces del Tribunal Militar Internacional de Núremberg, en 1946. Si bien éste, como organización, nunca fue juzgado por crímenes de guerra.
«Fue una deshonra para la honorable profesión de las armas. Sin su orientación militar, las agresivas ambiciones de Hitler y sus compañeros nazis hubieran sido vanas y estériles.» Aunque estas manifestaciones de alto contenido moral se referían a una pequeña minoría, la camarilla del Estado Mayor General que había ocupado puestos de gran responsabilidad. Varios comandantes superiores y oficiales del Estado Mayor acabarían siendo juzgados por diversos tribunales europeos, y fueron declarados culpables. Algunos incluso acabarían por ser ejecutados. De todos modos, el más célebre de este grupo, el creador de las Panzertruppe , que, entre todos los elementos de la Wehrmacht , había hecho conquistas viables, económicamente rápidas y de retirada prolongada, y cuyas armas de guerra todos temían, nunca hubo de comparecer ante ningún tribunal.
El Generaloberst Heinz Wilhelm Guderian sigue siendo un enigma que aterrorizó a los ejércitos europeos y que supuso una molestia para el círculo disciplinado y conservador de la profesión militar alemana. Por un lado, Guderian rechazaba la conducta anónima que se le pedía a un miembro del Estado Mayor General, por lo que se convertía en un divulgador de ideas radicales y se situaba al frente de un debate furioso que introducía escisiones en la esfera política, además de la militar. Para el mundo entero, Guderian acabaría personificando el prusiano arquetípico e inquebrantable con una fuerte propensión a la guerra. En su máximo apogeo, sin embargo, los alemanes lo consideraban un héroe, venerado, además, por los soldados. Por otro lado, sus poderosos adversarios de la Wehrmacht lo consideraban una amenaza a la santidad de su casa, mientras que para los miembros influyentes de la jerarquía nazi representaba todo lo más repugnante de los oficiales del Ejército, si bien, en ocasiones, Guderian parecía estar más cerca de ellos en su forma de pensar que del Estado Mayor General. Y de todos ellos, nadie parecía tan confuso acerca de su relación con Guderian como el mismo Adolf Hitler.
Las actividades de Guderian se han visto deformadas por prejuicios que tienen su origen en su espíritu inconformista y persuasivo. Inevitablemente, no contaba con el favor de los miembros más ortodoxos, y las víctimas de una lucha feroz y sangrienta dentro de la jerarquía alemana revolucionaria alimentaron los celos. En el periodo subsiguiente a una época de violencia y odio, ¿de qué modo se podría defender personalmente y de forma consciente a un general que estuvo entre rejas durante tres años sin ser juzgado?
En las páginas de Recuerdos de un soldado , Guderian describe la historia de la ascensión de las Panzertruppe y presenta los argumentos en defensa de sus actividades en los años siguientes. Desde su publicación, se ha convertido en un libro de referencia sobre las Panzertruppe y acerca de Guderian, si bien es una obra abierta a la crítica, tal como debería ocurrir con todas las autobiografías. Al margen de algunas omisiones evidentes, podemos afirmar que el libro se ajusta a los cánones de la verdad, puesto que los archivos de la familia de Guderian se han preservado bien y así lo confirman. Como descripción equilibrada del hombre que hay detrás, sin embargo, se trata de una obra deficiente. Esto se explica, en parte, por la escasa disponibilidad de archivos oficiales que pudieran refrescar y ampliar los conocimientos de Guderian y, en parte, por la falta de testimonios de otras personas. Hasta cierto punto, Guderian ejerce de su propio enemigo al negar al lector la oportunidad de conocer sus orígenes y de mostrar la verdadera personalidad que se esconde detrás de sus actos. Guderian decidió reducir la historia de sus primeros treinta y cinco años a tan sólo un par de páginas, y con esto dificultaría la comprensión de muchas cosas que habían de pasar. Las razones que lo explican no nos son del todo ajenas. Al parecer, se trataba de un intento por su parte de mantenerse íntegro; una opción razonable, por otro lado, aunque en ocasiones puede parecer demasiado buena para ser cierta. A pesar de que los documentos familiares constituyen una valiosa prueba a su favor, Guderian apenas se esforzó en corroborarlos; al abordar asuntos polémicos, como varias acusaciones contra él o las circunstancias de algunas intrigas, Guderian reaccionaba oblicuamente o con respuestas ambiguas, muy alejadas de la franqueza que lo caracterizaba. Incluso demostró una generosidad casi exagerada hacia sus torturadores, algo que decía muy poco a su favor.