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AA. VV. - La España de Espartero

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AA. VV. La España de Espartero
  • Libro:
    La España de Espartero
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1985
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La España de Espartero: resumen, descripción y anotación

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Espartero visto por sus contemporáneos

H AY en España un venerable anciano cuyo nombre, pronunciado con respeto por los hombres de todos los partidos, es un glorioso timbre de la historia contemporánea de nuestra patria, y está grabado en todos los corazones liberales. Nombre que produce aún eléctricos efectos; nombre que pasará a la posteridad puro y sin mancha; nombre que la historia ha colocado ya junto á Cincinato y Washington. Hombre estraordinario, de humilde origen, que ha llegado á pisar las gradas del trono sin deber á la intriga ni á la ambicion el más mínimo favor. Símbolo intachable de la más severa probidad; ídolo de un pueblo que le adoraba; jefe de un partido poderoso y prepotente, el hijo de un humilde carretero ha alcanzado en su patria los mayores poderes.

Regente de una monarquía poderosa, obtuvo el mayor poder legal; general en jefe, la fuerza; pacificador de España, el respeto, el cariño, la admiración de un pueblo entero; jefe de un partido político, la mayor y más legítima de las influencias.

Este hombre estraordinario es D. Baldomero Espartero.


El día 30 de Setiembre de 1833, murió Fernando VII en Madrid, dejando la corona de España á su hija Isabel. El partido liberal se agrupó en tomo de la cuna de la niña y el partido absolutista rodeó al infante D. Cárlos. La guerra civil estalló en la península.

Las Provincias Vascongadas se levantaron en amas, y Espartero, liberal de corazon, que entonces se hallaba en Mallorca, pidió y obtuvo el honor de tomar parte en la lucha. En efecto, el 20 de Diciembre de 1833 desembarcaba en el Grao de Valencia, y pocos días despues, derrotaba y fusilaba al cabecilla Magraner en los alrededores de Játiva. Imposible es en los límites de esta biografía narrar todos los hechos históricos, todas las brillantes páginas de gloria de la vida militar de nuestro héroe. La hoja de servicios de Espartero es el más glorioso blason que puede presentar hombre alguno. Su conducta política, su valor personal, su buena fé, su generosidad y su franqueza, vencieron en todos los terrenos una de esas causas cuya fuerza estaba basada en el fanatismo. La venció en campo raso, dentro de murallas, en el corazón de sus mismos partidarios y en el espíritu de toda Europa, acostumbrada á considerar á España como el país clásico del despotismo. En Banderas fijé soldado, en Vergara apóstol, redentor en Morella y hombre providencial en Berga.

El abrazo de Vergara terminó la lucha fratricida.

La vida militar del general Espartero terminó allí.

En 1840 se hallaba en Cataluña cuando doña Maña Cristina se dirigía á Barcelona con sus hijas. Había entonces gran efervescencia en el país con motivo de la ley de ayuntamientos. Espartero aconsejó á Cristina la destitución del ministerio y que se negara la sancion real á la ley indicada, pero sus consejos no fueron seguidos. Entonces estalló en Madrid el pronunciamiento de 1° de Setiembre, que se propagó rápidamente á las provincias.

Doña María Cristina renunció la regencia y partió al extranjero. Discutióse en las Cortes si la nueva regencia debía componerse de una ó de tres personas, y se decidió nombrar regente del reino á D. Baldomero Espartero.

Poco tiempo duró su regencia, que fué sin cesar combatida en la prensa y en las Cortes, por la sublevacion militar de Madrid y Pamplona en 1841, por la insurreccion de Barcelona en 1842 y por la coalicion progresista-moderada en 1843. Disueltas las Cortes, se alzaron contra Espartero las principales ciudades. Falto de energía y de tacto político perdió su causa; bombardeó inútilmente á Sevilla y tuvo al fin que refugiarse en un buque extranjero que le llevó á Inglaterra.

Digna de estudio es la vida política de nuestro héroe.

Llamado al poder supremo en un momento crítico en que se hallaban en peligro el trono de una niña, la existencia de la reina madre y la libertad de sus conciudadanos, salvó el trono, se colocó entre la reina Gobernadora y el pueblo, y conservó religiosamente las instituciones liberales que le habían sido confiadas.

Regente único, ofreció á sus adversarios un puesto entre los consejeros de la nación, y jamás impuso silencio á la prensa á pesar de verse abrumado de ataques y de calumnias. Su conducta para con los rebeldes de Octubre fué generosa, y si el rigor de la ley cortó la carrera del malogrado general Leon, culpa fué más de los consejeros de este joven militar que del regente, que fué el primero en llorarle. Al reprimir con energía los disturbios de Barcelona, siguió el impulso de la indignación que le causó la conducta de sus enemigos.

Por lo demás, ni una víctima hubo por su causa durante su regencia. Su fortuna permaneció siendo la misma mientras duró su poder, y cuando se vió en tierra extranjera, él que se había oído apellidar Alteza, como un príncipe de sangre real, esperimentó las necesidades materiales. (Selección de don BALDOMERO ESPARTERO, en «Los diputados pintados por sus hechos», tomo I, Madrid, 1869).

Retrato de Espartero Batalla de Luchana madrugada del 25 de diciembre de - photo 1

Retrato de Espartero.

Batalla de Luchana
(madrugada del 25 de diciembre de 1836)

L OS cazadores de Extremadura efectuaron entonces un movimiento de ataque progresivo y rápido, y aumentaron el desorden en las filas carlistas; y Espartero, queriendo aprovechar esta oportunidad, y apreciando el valor del tiempo, se puso al instante a la cabeza de una columna para guiarla al combate; al marchar, les dijo:

«Compañeros: la noche de este día está destinada para cubrirnos de gloria, y para dar á conocer á los enemigos y al mundo entero que somos dignos de empuñar estas armas que la nacion nos ha confiado. Habeis sufrido con la constancia mas laudable las privaciones y trabajos que ofrecen dos meses de campamento en medio de la estancia más cruda del año. La reina y la patria necesitan que esta noche hagamos el último esfuerzo. Los soldados valientes como vosotros no necesitan más que un solo cartucho: ese solo se disparará en caso necesario, y con las puntas de vuestras bayonetas, tan acostumbradas á vencer, daremos fin á tan grandiosa empresa; batiremos á los enemigos de nuestra idolatrada reina, los arrollaremos, y tanto vosotros como yo, que soy el primer soldado, el primero delante de vosotros, los veremos ó morir ó abandonar el campo llenos de oprobio ó de ignominia, corriendo precipitadamente á ocultarla en sus encumbradas guaridas. Marchemos, pues, al combate: marchemos á concluir la obra, á recoger la corona de laurel que nos está preparada, y marchemos, en fin, á salvar y abrazar á nuestros hermanos, los valientes que con tanto denuedo han imitado nuestro ejemplo, defendiendo la causa nacional dentro de los muros de la inmortal Bilbao». (PIRALA, «Historia de la Guerra Civil». Libro VIII).

Entrada de Espartero en Bilbao
(domingo, 25 de diciembre, 1836)

E SPARTERO, después de revistar el campo de batalla, corrió a Bilbao.

Era el domingo 25 de diciembre, y la festividad del orbe cristiano parecía asociarse a la de los heroicos habitantes de la villa, que vieron su salvación. Las calles estaban cubiertas de nieve como los campos, que se presentaban alfombrados de armiño, como más vistosa gala. Las campanas, esas lenguas de metal que así excitan el sentimiento con su acompasado tañer, como el júbilo con su vocinglero repique, comenzaron a las nueve de la mañana a alborotar la villa, anunciando la entrada de su salvador.

Este atravesaba a pie por la batería de la Muerte el paseo del Arenal, donde halló formada la milicia. A la vista de las baterías medio destrozadas, de las casas de la Cendeja o las Cujas, destruidas por los proyectiles enemigos, debió conmoverse y comprender la heroicidad de aquel pueblo; así que, al reparar en su milicia, se abalanzó a ella, abrazó un por uno a sus jefes, y pronunció con acento conmovido algunas palabras, tributando a todos las gracias en nombre de la patria, por su denuedo, constancia y valor, y mostrándose émulo, envidioso de la justa y merecida gloria que habían adquirido.

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