Los cómplices del presidente
Primera edición digital: julio, 2020
D. R. © 2008, Anabel Hernández
D. R. © 2020, derechos de edición mundiales en lengua castellana:
Penguin Random House Grupo Editorial, S.A. de C.V.
Blvd. Miguel de Cervantes Saavedra núm. 301, 1er piso,
colonia Granada, alcaldía Miguel Hidalgo, C.P. 11520,
Ciudad de México
www.megustaleer.mx
D. R. © Penguin Random House, por el diseño de portada
D. R. © Guillermo Perea/Cuartoscuro, por la fotografía de portada
Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del Derecho de Autor y copyright. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores.
Queda prohibido bajo las sanciones establecidas por las leyes escanear, reproducir total o parcialmente esta obra por cualquier medio o procedimiento, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público sin previa autorización. Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CemPro (Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor, http://cempro.com.mx)
ISBN: 978-607-319-771-7
/megustaleermexico !!!!!!!!!!
@megustaleermex
Conversión eBook:
Mutāre, Procesos Editoriales y de Comunicación
Nota de la autora
Han pasado 11 años desde la aparición de Los cómplices del presidente. Durante ese tiempo esta investigación periodística ha adquirido una profunda relevancia y demanda una nueva lectura. Hoy más que nunca sus líneas se vuelven vigentes para comprender la convulsiva época en la que vivimos. Un tiempo de retos como seres humanos y colectividad en una nación ensangrentada, violenta y corrompida a consecuencia de malas decisiones tomadas por malos funcionarios que estaban en el poder cuando escribí este libro. Estoy convencida de que sin entendimiento del pasado y su contexto es imposible comprender el presente.
En septiembre de 2008, cuando le puse punto final a esta obra, tuve la certeza de que ninguno de los tres personajes principales: Felipe Calderón Hinojosa, entonces presidente de México; Juan Camilo Mouriño, entonces secretario de Gobernación; y Genaro García Luna, entonces secretario de Seguridad Pública, terminarían bien el sexenio. El tiempo me ha dado la razón no porque lo haya dicho yo sino porque la verdad se abre paso por sí misma.
El primero en desgracia fue Mouriño. El 4 de noviembre de 2008 se produjo el trágico avionazo en el que falleció. Hasta ahora la versión oficial, avalada en público por Calderón, es que se trató de un “accidente” provocado por la “impericia” de los pilotos; sin embargo, la familia del joven campechano se ha negado a aceptar esa explicación. De acuerdo con la versión que me dio un familiar de Juan Camilo, su familia está convencida de que fueron narcotraficantes quienes tiraron el avión en el que viajaba el hombre más cercano al presidente, el propio Calderón se los habría dejado entrever en el funeral. La muerte del secretario de Gobernación lo convirtió en mártir y no en el político que tenía que rendir cuentas sobre abusos y excesos.
De la triada fatal, el que consiguió más relevancia es sin duda Genaro García Luna, quien se volvió más influyente y más impune. A donde quiera que iban él y su temible ejército negro de la Policía Federal llevaban desgracia, porque en vez de hacer valer la legalidad y el orden, eran los que promovían el crimen, el caos y la violencia
En el mes de marzo de 2009 publiqué en la revista electrónica Reporte Índigo un reportaje que ahora es referencia obligada para entender el destino actual de García Luna. Expuse a través de documentos la excesiva riqueza del jefe policíaco; en él se mostraba que sus propiedades y ritmo de vida no correspondían a su salario como servidor público; ni con sus declaraciones fiscales y patrimoniales. Como prueba di a conocer la existencia de una ostentosa residencia en el fraccionamiento Jardines en la Montaña, al sur de la Ciudad de México, con un costo real de 20 millones de pesos, según información de las personas que le vendieron el terreno y construyeron la mansión.
Ese elemental ejercicio periodístico de rendición de cuentas de un funcionario público fue causa de un ataque desmedido contra mi persona de parte del propio García Luna, y de una defensa vergonzosa de periodistas que intentaron desmentir la información para protegerlo y victimizarlo pese a la contundencia de los diversos documentos que probaban la existencia de la propiedad y la identidad del propietario. En un acto rabioso, García Luna ordenó el arresto arbitrario de periodistas del canal TVC que dieron seguimiento a mi reportaje y despidieron al director de noticias de esa empresa, Miguel Ángel Camino. La reacción de García Luna delataba un punto débil que al final sería el principio del fin: no tenía cómo justificar legalmente el origen de los recursos con los que compró esa residencia ni con los que construyó otra de similar valor en Jiutepec, Morelos, cuya existencia revelé en 2010.
Por su parte, Felipe Calderón Hinojosa, presidente de 2006 a 2012, dejó una huella de muerte indeleble en la historia de México. Perseguido por el fraude electoral del 2006 que arrebató el triunfo al ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, Calderón Hinojosa se convirtió en el presidente de la falsa llamada “guerra contra el narcotráfico”. El presidente de la muerte, en cuyo mandato más de 130 mil hombres, mujeres, jóvenes y niños fueron ejecutados a causa de la guerra entre los cárteles de la droga de la que su gobierno fue parte activa apoyando al Cártel de Sinaloa, cabeza de la llamada Federación. El presidente de más de 26 mil desaparecidos.
Ahora Calderón Hinojosa pretende formar un nuevo partido político, irónicamente llamado México Libre, para seguir enquistado en la vida pública y política de México. Le apuesta a la desmemoria y el olvido. Pero aquí están estos trabajos periodísticos para recordar.
El ex presidente afirma que no tenía conocimiento de las irregularidades de Genaro García Luna aunque había documentos públicos como este libro y decenas de reportajes que publiqué mientras él era presidente sobre García Luna y su equipo corrupto de policías cuyas historias están aquí narradas a fondo. Ahora elude que se convirtió en su hombre más cercano, su confidente, con quien se divertía en la boscosa residencia oficial de Los Pinos jugando juegos de guerra, cuando el mandatario no estaba en el bar que mandó a construir en la casa presidencial.