Una advertencia
Anónimo
Un alto funcionario de la administración Trump
Traducción de
Ana Guelbenzu
Una advertencia
Anónimo. Un alto funcionario de la administración Trump
MÁS DE 350.000 EJEMPLARES VENDIDOS EN ESTADOS UNIDOS.
EL LIBRO POLÍTICO DEL QUE TODO EL MUNDO HABLA.
Un retrato sin precedentes de lo que sucede dentro de la administración de Donald Trump por parte de un alto funcionario anónimo de la Casa Blanca, cuyas primeras palabras de advertencia sobre el presidente sacudieron a Washington y al mundo entero:
«Soy consciente de que escribir este libro mientras el presidente sigue en el cargo es un paso extraordinario. Algunos lo considerarán una deslealtad, pero demasiada gente ha confundido la lealtad a un hombre con la lealtad al país. Hay que contar la verdad sobre el presidente, no después de que los ciudadanos hayan entrado en la cabina electoral para plantearse si le dan otra legislatura, y no después de que haya dejado el cargo. Hay que hacerlo ahora. Con suerte otros enmendarán el error del silencio y elegirán hablar. En estas páginas no solo se hablará de mí. Se hablará mucho de Donald Trump directamente, pues no hay mejor testimonio de su carácter que sus propias palabras, ni mejor prueba del peligro que supone que su propia conducta.»
ACERCA DE LA AUTORA
Anónimo. Descrito como «un alto funcionario dentro de la administración Trump», Anónimo nos ofrece un relato de primera mano de una de las presidencias más discutidas en la historia de Estados Unidos.
ACERCA DE LA OBRA
«Un retrato mordaz de un presidente y de una administración caótica.»
S USAN P AGE , USA T ODAY
«En un año que estará lleno de libros sobre Donald Trump, Una advertencia será el libro político del año.»
T IME
«Simple y sencillamente, el libro más explosivo del año.»
A LEXANDRA A LTER , T HE N EW Y ORK T IMES
«Alarmante. Lo más revelador de este libro es la advertencia que nos hace sobre el Partido Republicano.»
A MY D AVIDSON S ORKIN , T HE N EW Y ORKER
Índice
Para mis hijos, y la generación venidera, cuya responsabilidad será garantizar que la llama de la libertad siga viva y —como han hecho muchos estadounidenses antes que ellos— asumir la responsabilidad de que pase a la siguiente generación.
«El carácter, a largo plazo, es el factor decisivo en la vida tanto de un individuo como de una nación.»
T HEODORE R OOSEVELT
«Aquí, en Estados Unidos, descendemos en sangre y en espíritu de revolucionarios y rebeldes, hombres y mujeres que se atrevieron a discrepar de la doctrina aceptada. Como herederos suyos, no confundamos jamás la disensión honesta con la subversión desleal.»
D WIGHT D . E ISENHOWER
E l gobierno de Donald J. Trump será recordado como uno de los más convulsos de la historia de Estados Unidos. Los futuros historiadores dejarán constancia de la volatilidad de la toma de decisiones del presidente, así como de las luchas internas de un equipo que se ve obligado a lidiar con ello. Escribirán que sus asesores acabaron viendo que no era competente para ese trabajo. Era incapaz de centrarse en gobernar y proclive al abuso de poder, en ámbitos que iban desde planes mal concebidos a castigos a sus rivales políticos, pasando por cierta propensión a debilitar instituciones fundamentales para Estados Unidos. Documentarán que los funcionarios se plantearon medidas drásticas —algunos dirían desesperadas— para poner sobre aviso al pueblo americano. Durante el escándalo del Watergate, dirigentes clave del gobierno dimitieron como acto de protesta por las actividades inapropiadas del presidente Richard Nixon. La prensa bautizó aquel suceso con el nombre de Masacre del Sábado por la Noche. Lo que no se sabe es que se puso sobre la mesa la misma medida cuando aún no se había llegado a la mitad de la legislatura de la administración Trump, en un momento en que altos asesores y funcionarios del gabinete se plantearon lo que podría llamarse una «automasacre» de medianoche, una dimisión en grupo para llamar la atención sobre la falta de profesionalidad y lo errático del liderazgo de Trump. La idea acabó descartada por miedo a empeorar una situación ya de por sí mala. Pese a ello, empeoró. Adquirí plena conciencia del estado de degradación de los asuntos públicos una noche en que la pérdida de un buen hombre sacó a la luz la verdadera naturaleza de alguien problemático. Fue la noche que al final desembocó en la escritura de este libro.
El 25 de agosto de 2018, John McCain, uno de los últimos grandes hombres de Estado de Estados Unidos, murió en su casa de Arizona. Durante los días siguientes, el país entero estuvo de luto por el fallecimiento de un héroe americano. McCain, exoficial del ejército, era conocido al principio entre el gran público por los cinco años que pasó como prisionero de guerra en Vietnam, donde sufrió palizas y torturas frecuentes. Uno de sus captores le destrozó el hombro derecho. Le rompieron el brazo izquierdo. Le partieron las costillas. En su agonía, John se planteó el suicidio. Durante el resto de su vida fue incapaz de levantar del todo los brazos por culpa de las heridas y secuelas de la tortura. Con todo, cuando sus captores le ofrecieron liberarlo antes, se negó hasta que no pusieran en libertad a todos los estadounidenses que hubieran sido capturados antes que él.
Finalmente, McCain fue liberado en 1973. El presidente Richard Nixon le dio la bienvenida y más tarde Ronald Reagan lo acogió como líder republicano del futuro. A continuación fue dejando un amplio legado de servicio público como miembro de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, senador y candidato a la presidencia en dos ocasiones. En su funeral en Washington D. C., una multitud de ambos partidos, de autoridades del gobierno y jefes de Estado extranjeros rindió homenaje a John McCain y lloró su pérdida, así como millones de estadounidenses que lo vieron y escucharon en todo el país.
«En una vida épica —dijo el expresidente George W. Bush a los presentes—, quedaron grabados el valor y la grandeza de nuestro país.» El expresidente Barack Obama subió al podio para honrar a McCain por ser «un patriota que encarnaba los mejores valores de Estados Unidos». Añadió: «Cuando John hablaba de virtudes como el sentido del servicio y el deber, no sonaba a falso. Para él no eran meras palabras. Era una verdad que él había vivido y por la que estaba dispuesto a morir». Toda la ceremonia tuvo un eje central: John McCain era un hombre con carácter, con un compromiso absoluto con sus principios y digno de reverencia, incluso por parte de las personas que no siempre estuvieron de acuerdo con él, o a las que en ocasiones molestó con su obstinación y persistencia.
No obstante, hubo un hombre que no compartió esos sentimientos. En lugar de pena, sentía rencor. En lugar de respeto, mostró resentimiento. Ese hombre era el presidente en funciones de Estados Unidos. No era ningún secreto que Donald J. Trump odiaba a John McCain. «No es un héroe de guerra —comentó Trump en 2015 ante un público atónito en Iowa—. A mí me gusta la gente que no fue capturada.» Pese a que recibió el apoyo de McCain durante las elecciones generales, el entonces candidato Trump se enfureció cuando el senador le retiró su respaldo a raíz del escándalo relacionado con el programa Access Hollywood , donde el empresario alardeaba de toquetear partes íntimas de las mujeres, y no toleró las críticas de McCain al ocupar el cargo.
A nadie le extrañó que el presidente se alterara ante semejante derroche de reconocimiento público al senador. Se azora siempre que el foco se desvía de él, pero sobre todo si se desplaza hacia alguien que considere un enemigo, aunque haya fallecido. La sorpresa fue hasta dónde fue capaz de llegar para ajustar cuentas. El presidente Trump, con una actitud sin precedentes, estaba empeñado en utilizar su cargo para limitar el reconocimiento que pudiera recibir el legado de McCain en el país.