¿Sabías que en las ciudades romanas ya se usaban los pasos de cebra? ¿Y que la Roma clásica tenía zonas centrales prohibidas al tránsito de vehículos? ¿Y que se aprobó una ley para limitar el desorbitado precio de los alquileres en Roma? ¿Y que quedaban en los bares a tomar unos vinos al acabar la jornada laboral? ¿Y que los primeros piratas no fueron los del Caribe, sino los del Mediterráneo? ¿Por qué hacemos el gesto de poner los cuernos o de la peineta?
Las respuestas a estas preguntas y a muchas más están en este libro, lleno de humor, que recorre la vida cotidiana de la Roma clásica para demostrar que sentimos, amamos, vivimos y reímos como entonces. No encontrarás aquí el listado de emperadores ni las fechas de las batallas de los sesudos manuales de historia, sino el día a día de personas normales en las que nos reconocemos.
Este es un libro pensado para los que no tienen ni idea del mundo clásico, para los que lo conocen pero no les interesa o incluso lo odian (se van a reconciliar) y, por supuesto, para los que lo aman. En estas páginas descubrirás que todos somos romanos sin darnos cuenta.
I NTRODUCCIÓN
C ALAMARES A LA ROMANA
«¿Qué han hecho los romanos por nosotros?» se preguntaban los Monty Python en aquella escena inolvidable de La vida de Brian . Más allá de los acueductos, las calzadas y el alcantarillado; más allá del latín y del derecho, más allá de todo eso, han hecho, entre otras cosas, que vivamos, sintamos, nos riamos y amemos como lo hacemos.
En una de sus frases geniales dice Woody Allen: «He hecho un curso de lectura rápida y he leído Guerra y paz de Tolstoi. Va de rusos».¿De qué va este libro? Calamares a la romana va de romanos, va de la vida privada de los romanos, en la que se refleja e identifica la nuestra.
Los manuales de historia recogen los nombres de los emperadores, las grandes victorias, las fechas señaladas, los hechos memorables. Pero no dicen nada de los ciudadanos de a pie de aquel inmenso imperio, de las personas normales que lo hicieron posible.
En estas páginas se recoge la vida cotidiana de los peatones de la historia en el mundo romano, el día a día de los que cada mañana se levantaban para abrir su tienda, ir al taller a trabajar o dar sus clases. ¿Cómo vivían? ¿Qué sentían? ¿Cómo amaban? ¿De qué se reían? ¿Cómo se enamoraban y emparejaban? ¿Qué vicios tenían? ¿Qué les preocupaba? ¿Cómo llegaban a fin de mes? En algunos aspectos de la vida diaria, la humanidad ha tardado miles de años en recuperar la calidad de vida que suponían las cloacas, la higiene personal o los pisos. La caída del Imperio romano supuso el fin de la civilización y tardamos mil años en que renaciera la cultura clásica, de hecho por eso se llama Renacimiento a esa época de la historia.
No se trata de crear un club de fans del mundo romano, como bien dice Mary Beard, sino de establecer un diálogo con ellos para conocernos mejor a nosotros mismos y entender el mundo que nos rodea. Eso nos hace tener más sentido crítico y, por tanto, ser más libres. Casi nada. Es algo que no interesa a los que toman las grandes decisiones. Por eso marginan las humanidades clásicas, porque así nos manipulan más fácilmente. Y es que los clásicos, si nos sirven para algo es para la vida, no para aprobar un examen (además, ya no hay exámenes, porque no se estudian).
Y todo en clave de humor y de sorpresa. Interpretado desde la actualidad, desde la rabiosa actualidad, desde el cine y, de una forma muy especial en este libro, desde las canciones de «la movida madrileña» que viví siendo estudiante de filología a comienzos de los años ochenta en la Universidad Complutense. No hay nada más moderno que el mundo romano, como demuestra el que se pueda contar la vida cotidiana de la Roma clásica con los títulos de las canciones con las que se cantó la movida. En cierta medida es mi homenaje personal a aquel movimiento cultural extraordinariamente creativo y de espíritu liberador.
¿Sabías que en las ciudades romanas ya se usaban los pasos de cebra? ¿Y que la Roma clásica tenía zonas centrales prohibidas al tránsito de vehículos? ¿Y que se aprobó una ley para limitar el desorbitado precio de los alquileres en Roma? ¿Y que quedaban en los bares a tomar unos vinos al acabar la jornada laboral? ¿Y que los primeros piratas no fueron los del Caribe, sino los del Mediterráneo? ¿Por qué hacemos el gesto de poner los cuernos o de la peineta? Las respuestas a estas preguntas, y a muchas más, están en las páginas de este libro. Los romanos comían calamares y rebozaban algunos alimentos, y aunque no nos consta, podemos deducir, por tanto, que comían también calamares a la romana, aunque nunca los llamaran así.
Los capítulos pueden leerse de forma aleatoria. No hay que haber leído uno determinado para pasar a otro. Solo te pido que dejes En la cuerda floja para el final.
Este es un libro pensado para los que no tienen ni idea del mundo clásico, para los que ni siquiera han visto Ben-Hur, para los que lo conocen pero no les interesa o incluso lo odian (se van a reconciliar) y, por supuesto, para los que lo aman. El latín no lleva tildes, pero el poco que hay citado en este libro lleva acentos gráficos, prefiero escribir sanítas en latín que escuchar sánitas . El latín es fácil de leer, nunca jamás se acentúa la última sílaba, es decir, nunca se pronuncia rosáe .
Una de las cosas más comprometidas de la vida es dar las gracias, aunque para algunos darlas es misión imposible. Yo doy las gracias a Pepa Fernández por su loca idea de dedicar un espacio de latín y cultura clásica cada semana, desde 2012, en No es un día cualquiera los fines de semana. Y ahora, desde septiembre de 2019, en Las mañanas de Pepa Fernández en Radio 1 de RNE; por su amistad y su generosidad. A Vicente Cristóbal, Jorge Fernández, José Ignacio García Armendáriz y José Luis Pérez Pastor porque, da igual la hora de la vida, siempre están ahí. A Pilar Cortés, mi editora, que me propuso, también, escribir este libro, y por su paciencia. Cada día que pasa aumenta mi deuda de gratitud con todos ellos.
Nada de lo que nos rodea sería como es si Roma no hubiese existido. De esto va el libro, va de que somos romanos, aunque no nos demos cuenta.
Aquí tienes Calamares a la romana , ¡que aproveche!
E STA VIDA ES UN REGALO
El Adeste fideles , compuesto en el siglo XVII (ocho siglos después de que ya se no hablara latín) es uno de los villancicos más conocidos y cantados en Navidad:
Adeste fideles, laeti, triumphantes,
venite, venite in Bethlenem.
Natum, videte, regem angelorum.
Venite adoremus,
venite adoremus,
venite adoremus Dominum.
(Acudid fieles, alegres, triunfantes, / venid, venid a Belén. / Ved al nacido, rey de los ángeles. / Venid, adoremos, / venid, adoremos al Señor).
Los primeros villancicos se compusieron en latín, como una forma de evangelizar a los que vivían en las zonas rurales ( villas , de ahí villancicos ), así que el Adeste fideles no hace sino volver a los orígenes de los villancicos en latín.
No solo cantamos villancicos por Navidad, en diciembre, sino que también nos hacemos regalos como se hacían los romanos ese mismo mes. Diciembre era uno de los meses favoritos de los romanos. En él tenían lugar las saturnalia, unas fiestas dedicadas al dios Saturno que, para que nos hagamos una idea, eran como una mezcla entre Navidades y nuestros carnavales. En un principio comenzaron a celebrarse del 17 de diciembre, más tarde del 17 al 19 y, ante la popularidad que fueron alcanzando los festejos, su duración se amplió a lo largo de los siete días siguientes, hasta el 23 de diciembre, marcando el final del año. Nosotros celebramos nuestras fiestas de diciembre en familia y con muchos dulces, dándonos atracones en la mesa —ellos en el triclinio—, igual que hacían en las Saturnales.