Cienciología
Hollywood y la prisión de la fe
LAWRENCE WRIGHT
Traducción de
Franciso J. Ramos Mena
www.megustaleerebooks.com
A mis colegas del New Yorker
Introducción
La cienciología desempeña un gran papel en el conjunto de las nuevas religiones que han surgido en el siglo XX y sobreviven en el XXI. Esta iglesia no publica cifras oficiales de afiliados, pero extraoficialmente afirma contar con ocho millones de miembros en todo el mundo, una cifra que se basa en el número de personas que han donado a la iglesia. La mayor concentración, de alrededor de 5.000 personas, se da en Los Ángeles. Un estudio de la afiliación religiosa en Estados Unidos publicado por la Oficina del Censo de dicho país estima que de hecho solo 25.000 estadounidenses se califican a sí mismos de cienciólogos. Eso es menos de la mitad del número de los que se identifican a sí mismos como rastafaris.
Pese a las varias décadas de disminución del número de miembros e intermitentes escándalos que podrían haber hundido cualquier otra religión, la cienciología se mantiene a flote más de un cuarto de siglo después de la muerte de su quimérico líder, L. Ron Hubbard. En parte, su supervivencia se debe a sus colosales recursos financieros: alrededor de 1.000 millones de dólares en activos líquidos, según antiguos miembros bien informados. Hablando estrictamente en términos de reservas de efectivo, esa cifra eclipsa las posesiones de la mayoría de las principales religiones del mundo. La riqueza de la cienciología testimonia la avidez de sus miembros, su implacable recaudación de fondos, y el legado de los derechos de autor de Hubbard sobre los miles de libros y artículos que publicó.
La iglesia también afirma tener más de 1,1 millones de metros cuadrados de propiedades en todo el mundo. A menudo la iglesia adquiere edificios emblemáticos cerca de zonas urbanas clave, como Music Row en Nashville, Dupont Circle en Washington y Times Square en Nueva York. Una estrategia similar rige el emplazamiento de las propiedades de la cienciología en otros países. Normalmente, sus edificios son tesoros arquitectónicos magníficamente restaurados y lujosamente acondicionados, incluso cuando el número de socios resulta insignificante. La iglesia posee un complejo de más de 200 hectáreas en el sur de California, y un crucero, el Freewinds, que tiene su base en el Caribe. La Iglesia de la Tecnología Espiritual, la rama de la cienciología que posee las marcas registradas y los derechos de autor de todos los materiales de esta —incluyendo el inmenso corpus de ficción popular de Hubbard—, mantiene bases secretas en varios lugares remotos en al menos tres estados norteamericanos, donde se guardan las obras del fundador en latas de titanio almacenadas en criptas a prueba de explosiones nucleares. Uno de esos emplazamientos, situado en la población de Trementina, Nuevo México, cuenta con una pista de aterrizaje y dos gigantescos círculos entrelazados grabados en el suelo del desierto; una señal para ovnis, creen algunos, o para el espíritu reencarnado de Hubbard cuando decida volver.
Hay, de hecho, tres clases de cienciólogos. Los cienciólogos públicos representan la mayoría de los miembros. Muchos de ellos tienen su primer contacto con la religión en una estación de metro o un centro comercial, donde se les puede realizar gratis una «prueba de estrés» o un inventario de personalidad denominado «Análisis de Capacidad de Oxford» (que en realidad no tiene vinculación alguna con la Universidad del mismo nombre). En tales ocasiones, probablemente se les dirá a los potenciales reclutas que tienen problemas que la cienciología puede resolver, y luego se les dirigirá a una iglesia o misión local para hacer cursos o terapia, lo que la iglesia denomina «auditoría». Eso es lo más lejos que llegan la mayoría de los nuevos miembros, pero otros inician un largo y costoso ascenso por el escalafón espiritual de la iglesia.
La aureola de misterio que rodea a esta religión se debe principalmente a la segunda clase de miembros: un pequeño número de actores de Hollywood y otros famosos. A fin de promover la idea de que la cienciología es un refugio excepcional para las estrellas de cine espiritualmente hambrientas, además de una especie de fábrica del estrellato, la iglesia gestiona Centros de Celebridades en Hollywood y varios núcleos estratégicos de la industria del espectáculo. Cualquier cienciólogo puede asistir a cursos en los Centros de Celebridades; forma parte del señuelo el hecho de que un miembro normal y corriente pueda imaginarse compartiendo una clase con actores o músicos de renombre. En la práctica, los verdaderos famosos tienen su propia entrada y sus aulas privadas, y raras veces se mezclan con el público en general, excepto los grandes donantes económicos, a quienes se concede el mismo estatus elevado. Es imposible calcular el número total de famosos de la iglesia, tanto porque el propio término resulta demasiado elástico como porque algunas personalidades conocidas que han realizado cursos o auditorías no desean que se conozca su relación con ella.
Un cienciólogo público normal y corriente puede pasar desapercibido. Nadie tiene por qué saber realmente cuáles son sus creencias. Los miembros públicos que dejan la iglesia raras veces arman un escándalo; se limitan a marcharse con discreción, y la comunidad cierra el círculo tras ellos (aunque es probable que durante el resto de su vida se les siga persiguiendo con requerimientos por teléfono o por correo electrónico). Los miembros famosos, por su parte, se ven constantemente presionados para que se añada su nombre a las peticiones, para ser exhibidos en talleres y galas, o para unir su foto al lema «Yo soy cienciólogo». Su fama magnifica enormemente la influencia de la iglesia, y se despliega para potenciar las agendas sociales de la organización, incluyendo ataques a la psiquiatría y la industria farmacéutica, así como la promoción de las cuestionadas teorías de Hubbard sobre la educación y la rehabilitación de drogadictos. Pasan a hallarse vinculados al estandarte de la cienciología, lo que hace más difícil la ruptura en caso de que se sientan desencantados.
Ni los cienciólogos públicos ni los famosos podrían existir sin el tercer nivel de afiliación: el clero de la iglesia, la denominada Organización del Mar (en inglés Sea Organization o, simplemente, Sea Org) en la jerga de la cienciología. Esta es producto de la flota privada que Hubbard mandó durante una década mientras dirigió su iglesia desde alta mar. La iglesia ha afirmado en distintas ocasiones que la Organización del Mar cuenta con 5.000, 6.000 o 10.000 miembros en todo el mundo. Muchos de ellos se unieron a la Organización del Mar siendo niños; han sacrificado su educación, y su servicio los ha empobrecido. Como símbolo de su dedicación inquebrantable a la promoción de los principios de Hubbard, han firmado contratos comprometiéndose a prestar sus servicios durante mil millones de años; solo un breve momento en el plan eterno de la cienciología, que postula que el universo tiene cuatro mil billones de años de antigüedad.
La iglesia impugna el testimonio de muchas de las fuentes con las que he hablado para este libro, sobre todo el de los antiguos miembros de la Organización del Mar que en un momento dado la abandonaron, a los que califica de «apóstatas» y «desertores». Desde luego, es cierto que varios de ellos ya no aceptan las enseñanzas de L. Ron Hubbard; pero muchos todavía se consideran fervientes cienciólogos, afirmando que ha sido la propia iglesia la que se ha apartado de su ejemplo. Entre ellos se incluyen algunos de los más altos dirigentes que han servido nunca en la organización.
Página siguiente