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Podemos. Objetivo: asaltar los cielos
Jacobo Rivero
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Diseño de la portada: Departamento de Arte y Diseño, Área Editorial Grupo Planeta
© de la fotografía de la portada, Cristina Quicker / AFP / Getty Images
© Jacobo Rivero Rodríguez, 2015
© Editorial Planeta, S. A., 2015
Av. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona
www.editorial.planeta.es
www.planetadelibros.com
Primera edición en libro electrónico (epub): abril de 2015
ISBN: 978-84-08-14122-8 (epub)
Conversión a libro electrónico: J. A. Diseño Editorial, S. L.
Í NDICE
Me había aburrido de los cambios estereotipados que se usaban todo el tiempo... Me di cuenta de que usando los intervalos más altos de un acorde como línea melódica, y respaldándolos con los cambios apropiadamente relacionados, podía tocar lo que había estado escuchando. Cobré vida.
C HARLIE P ARKER
VIII
T RANSICIÓN, C ATALUÑA Y OTROS PAISAJES
Transición, cambio de «régimen», cuestiones nacionales y locales
El mismo día de la «marcha del cambio» organizada por Podemos en Madrid, el 31 de enero de 2015, tras un tiempo de enfermedad, murió en su casa Dolores González Ruiz. Con ella decidió marcharse su compañero de los últimos veinte años, José María Zahera. El 20 de enero de 1969, cuando Lola, como la llamaban sus amigos, tenía veintitrés años, su compañero sentimental de entonces, Enrique Ruano, fue asesinado por la policía mientras registraban su casa: lo arrojaron al vacío desde el séptimo piso de su vivienda. El franquismo presentó el suceso como un suicidio. El atestado del juez de la época señaló: «El cadáver está en decúbito supino, con los brazos encogidos, así como las piernas flexionadas, habiendo a la altura de la cabeza y hacia el lado derecho un charco de sangre […]. Se encuentra vestido con ropa interior blanca, jersey azul oscuro, pantalón gris, calcetines verdes y zapatos marrones». Apenas se investigó el suceso y ningún responsable fue juzgado. Enrique Ruano era militante del Frente de Liberación Popular (conocido como el Felipe ), una organización antifranquista de militancia mayoritariamente estudiantil. Ocho años después, el 24 de enero de 1977, un grupo de ultras de extrema derecha entró en el despacho de abogados en el que trabajaba Dolores González Ruiz. Todos los que se encontraban en ese momento en el despacho laboralista, vinculado a Comisiones Obreras (CC. OO.) y el Partido Comunista de España (PCE), fueron puestos contra una pared y les dispararon a bocajarro. Murieron Javier Sauquillo, Enrique Valdelvira y Luis Javier Benavides, que eran abogados; Ángel Rodríguez, administrativo; y Serafín Holgado, estudiante de Derecho. Quedaron gravemente heridos otros cuatro abogados: la propia Dolores González Ruiz, Luis Ramos, Miguel Sarabia y Alejandro Ruiz Huertas. El atentado paró el pulso de una democracia que empezaba a construirse, y en los días siguientes la ciudad de Madrid salió a la calle para despedir a los muertos, con un frío que atravesó los tiempos en blanco y negro que se vivían, en un silencio sólo roto por las lágrimas, los puños en alto y los claveles rojos. Dolores Ruiz, que resultó gravemente herida, era la esposa de Javier Sauquillo, uno de los fallecidos. Su particular carácter, obviamente, estaba marcado por aquella tragedia.
El 2 de febrero de 2015, dos días después de la muerte, Cristina Almeida firmaba, «en nombre de todos tus compañeros y amigos y de la Fundación Abogados de Atocha», un obituario en las páginas del diario El País . El texto lleva por título «El corazón helado en enero » y es un llanto amargo por la marcha de un ser querido y un tiempo compartido; también, una invitación a la reflexión. En un momento del escrito se señala:
Cuando ayer estaba hecha polvo al saber la noticia, vi en televisión la imagen de un gentío impresionante que reclamaba democracia y que gritaba que era la hora del cambio y de la ilusión [en referencia a la manifestación de Podemos]. Pues aunque hayan pasado tantas y tan terribles cosas después de todos estos años, yo recordé aquel silencio impresionante de cientos de miles de personas con lágrimas en los ojos que garantizaron la seguridad que las autoridades de entonces no podían asegurarnos en ese entierro y que, sin hablar, sabían que no se podía negar la democracia, no por la Transición que ellos dicen que hicieron, sino por el dolor y la muerte de tanta gente en todo ese tiempo del franquismo y después, en enero de ese año, las de Arturo Ruiz, Mari Luz Nájera y los compañeros de Atocha. Además de las cárceles y condenas de cientos de miles de represaliados, exiliados, que clamaban por restaurar la democracia arrancada a los españoles por el golpe militar del general Franco, al que hoy, incluso autoridades del actual Gobierno, llaman «cruzada nacional». Por eso reivindico el dolor de Lola, el dolor de todos los que lucharon por la democracia, que el silencio de aquel entierro de ojos rojos del llanto supuso la misma ilusión de cambio que hoy, cuando otras generaciones que tienen el compromiso con su tiempo piden un cambio para hacer real la democracia que con tanto dolor conseguimos. Por eso tenemos que recordar para atrás con ilusión e igualmente tenemos que rebelarnos con compromiso contra la situación de destrozo democrático que estamos viviendo.
En una nota emitida por CC. OO., José Ramos, hijo de Luis Ramos, uno de los heridos aquella noche en la calle Atocha, expresaba el sentimiento de los presentes: «Lola representaba como nadie todo el sufrimiento de una generación que decidió plantar cara a la dictadura franquista y que pagó cara su osadía».
El «régimen» de 1978
El 26 de diciembre de 1977, la revista Cambio 16 publicó un monográfico titulado «Extra 1978. Esto es España, señores». Un compendio de artículos, entrevistas y encuestas sobre la situación que se vivía en el país. Escribían en la publicación Vicente Aleixandre, Mario Vargas Llosa, Felipe González y Manuel Fraga. En la introducción al número se explica el contexto del momento. El 15 de junio de ese año, 1977, se celebraron las primeras elecciones democráticas desde 1936. Ganó la UCD de Adolfo Suárez, que logró 165 escaños en el Congreso; en segunda posición quedó el PSOE, con 118; tercero fue el PCE —que había sido legalizado en abril—, con 22 representantes, y la Alianza Popular de Manuel Fraga logró 18. Aquel año hubo cincuenta muertos por causas políticas. Seis de ellos fueron por atentados de ETA; diez, por atentados de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (Grapo), y el resto, en manifestaciones por disparos de la policía o a manos de bandas ultraderechistas, como los cinco abogados de Atocha. También hubo secuestros, extorsiones, palizas y ruido de sables por doquier. Fue también el año de los Pactos de la Moncloa, aprobados el 25 de octubre, un acuerdo de aplicación de políticas de austeridad que fue muy contestado en la calle, pero que tuvo consenso total entre los partidos con representación parlamentaria y las dos principales fuerzas sindicales, UGT y CC. OO., además de la patronal, CEOE. Los Pactos de La Moncloa supusieron una devaluación de la peseta del 20 por ciento que provocó un considerable aumento de precios. Era también la época de Jimmy Carter en la Casa Blanca, Leonid Brezhnev en el Kremlin, de la concesión del Premio Nobel de Literatura al poeta Vicente Aleixandre y las victorias de Severiano Ballesteros por los campos de golf del mundo.