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Frases memorables
Es difícil reproducir frases rotundas, poéticas o hilarantes, sin comenzar por Zapatero. Es un filón. Les ahorro sus desternillantes predicciones económicas y políticas cuando estaba en el poder porque son muy conocidas («La crisis es una falacia, puro catastrofismo», y en el 2006: «Dentro de diez años Cataluña estará más unida a España y usted y yo lo viviremos»).
Veamos:
«Los venezolanos cruzan la frontera por culpa de Estados Unidos».
Tendría gracia si no fuera patética. Casi cinco millones han salido del país, un éxodo mayor que el de la guerra de Siria, y el culpable es Estados Unidos, no la política catastrófica humana y económica de Maduro.
Y ahora, por mi deformación profesional, la que más me gusta por lo solidaria y adanista:
«No pienses lo que Obama puede hacer por ti, piensa en lo que tú puedes hacer por Obama».
Parafrasea a Kennedy en su inauguración, pero es total. ZP planteó un dilema político y moral a millones de españoles abrumándolos por su pasotismo frente a Obama. ¿Qué pensaría una enfermera de Castellón, un periodista navarro, un contable malagueño al leerlo? «¡Madre mía! —Se torturarían al acostarse—, ¿qué puedo hacer yo por Obama? ¿Mandarle parte de mi sueldo para salvar la economía yanqui? ¿Escribir a Putin si le da quebraderos de cabeza?». ¿Qué cavilaría un ama de casa de Gerona o un tractorista mientras siega en Cáceres? Desvelados por la noche, rumiarían: «¿Debo hacer una huelga para llamar la atención por los sinsabores de Obama en su reforma sanitaria? ¿Formar clubes en cada pueblo que recalquen que fue Obama y no Podemos quien inventó el “Sí se puede”?».
Imagino los apuros morales de los sindicatos por la duda creada. Toda UGT, cercana al presidente, musitando «Vivo sin vivir en mí» por no saber qué hacer con Obama. Para un liberado, que no encontraría respuesta, debió de ser demoledor.
La exhortación del presidente trascendió a colaboradores imbuidos de que la complicidad entre Obama y Zapatero era insólita. Esto llevó a la ministra Pajín a anunciar:
«Les sugiero que estén atentos al próximo acontecimiento que se producirá en nuestro planeta: la coincidencia en breve de la presidencia de Obama en Estados Unidos y la de Zapatero presidiendo la Unión Europea».
Pajín pronosticaba que la coincidencia sideral de dos astros deslumbrantes (y «cómplices», ambos tenían edad similar, dos hijas, eran altos, usaban corbata y jugaban al baloncesto, ¡qué cúmulo de coincidencias!) causaría un cataclismo benéfico en la Tierra: más paz y solidaridad, mejora del medio ambiente, más exportaciones en todo el mundo, igualdad de la mujer en el planeta, cambio de sexo gratis para el que quisiera, una lotería de premios Nobel para muchos países.
Su ignorancia —no su inteligencia, me dicen compañeros que trabajaron con ella en Exteriores, que no era nada tonta— era supina, planetaria. Ya hemos explicado que los encuentros de los presidentes yanquis con dirigentes de la Unión Europea, algunos de más peso que Zapatero, no cambian el mundo.
El estallido cósmico no tendría lugar. Obama decidió no venir. No esperaba un estallido astral.
No es mala la del ministro Montoro del PP en las fechas previas al referéndum chapuza catalán:
«No habrá referéndum ilegal porque los golpistas no han podido usar ni un euro público».
Uno tiene derecho a preguntarse de dónde saldrían los gastos del referéndum. ¿Cedieron los cargos de la Generalitat su extra de diciembre? ¿Rompieron su hucha todos los hijos de independentistas para aportar todas sus monedas a la causa?
Una sublime de Pedro Sánchez (junio del 2018):
«En Europa hay gobiernos como el alemán donde ministros a los que se descubrió que han plagiado una tesis lo que han hecho ha sido dimitir» (ministros Guttenberg y Schavan).
Sólo tres meses más tarde se descubrió que el presidente español con su tesis había incurrido en todos los plagios imaginables: plagio literal, plagio mosaico y autoplagio. Mala memoria.
El presidente del Senado, sin que los militantes socialistas se inmuten, también ha incurrido en el pecadillo del plagio, pero Manuel Cruz no había cautamente pregonado que un plagiario deba dimitir.
Parecido desliz memorístico el del enfadado Pujol envuelto en la senyera:
«El gobierno central ha hecho una jugada indigna. Y a partir de ahora, cuando alguien hable de ética, de moral o de juego limpio, hablaremos nosotros, no ellos».
Luego se supo lo que se supo: paraíso fiscal, el fortunón de su familia…
Mariano Rajoy:
«Yo no sé mucho de medio ambiente, pero mi primo me dice…».
Bueno, siendo presidente del Gobierno de una nación con 46 millones, menos mal que tenía un primo…
La vicepresidenta Carmen Calvo pone el toque natural, un poco desgarrado:
«Me gusta madrugar para pasar más rato en el baño, allí leo el periódico, oigo la radio, música… y hablo por teléfono con alcaldes, ¡en bragas!» (en su época en Educación).
Más sutil pero que crea más desasosiego en mi cursi generación es la siguiente:
«Hay que acabar con el estereotipo del amor romántico, es machismo encubierto».
Por eso Julieta finge suicidarse antes que Romeo y él se mata antes que ella… Y yo sin darme cuenta de mi machismo desaforado.
«A las mujeres hay que creerlas, sí o sí».
En boca de una profesora de Derecho suena paradójico y parajódico.
El etarra Otegui, en la producción televisiva P. Sánchez-Rosa M. Mateo:
«Lamento si podíamos haber causado más dolor del necesario o del que teníamos derecho a hacer».
¿Qué derecho? ¿Para asesinar a 839 personas? Suena miserable, ruin.
Arzalluz es prolífico. Lo recuerdo siempre con cara de cabreado porque no le daban algo que le debían, porque le habían puesto ese día tres multas injustas o porque su hija le acababa de decir que iría con su marido a la cena de Nochevieja y Arzalluz no puede aguantar al yerno, es vulgar, inculto, huele a españolista y una vez deslizó que Sabino Arana era un racista. El caso es que me parecía un señor que saldría enfadado hasta de una película de Billy Wilder:
«No creemos que sea bueno para Euskal Herria que ETA sea derrotada».
Iluminador. Hay que seguir regalando Patria para ver la cobardía prolongada de la mitad de una sociedad.
«Yo no soy racista. Prefiero a un negro negro que hable euskera que a un blanco que lo ignore».
La frase, por excluyente, es más racista de lo que parece. Plantea algún problema, además, con el RH negativo que entusiasmaba al autor.
Pablo Iglesias, sobre Venezuela:
«Lo que está ocurriendo aquí es la demostración de que sí hay alternativa».
Creo que se ha arrepentido porque la frase era de una ceguera infantil. Lo que estaba ocurriendo es que Venezuela empezaba a ir a la ruina total.
También debe de estar arrepentido de la siguiente:
«¿Entregarás la política económica de un país a quien se gasta 600 000 euros en un ático de lujo?».
Se refería a De Guindos y entonces llegó el chalet con cifras proclamadas similares.
Otra chocante con la que creo comulga Irene Montero:
«No me gusta vivir en un país en el que hay presos políticos».
A mí tampoco, pero que defina así la situación española alguien que quiere entrar en el gobierno es preocupante.
En el extranjero también hay un buen ramillete:
Presidente Nixon (frases sacadas de las grabaciones del Watergate). Sobre la caída del Imperio romano:
«¿Sabes lo que les ocurrió a los romanos? Los últimos seis emperadores eran maricas».
Sobre los homosexuales:
«Yo no le doy la mano a nadie de San Francisco».
«¿Sabes lo que les ocurrió a los papas? Es normal que se tiraran a las monjas, esto ha pasado durante siglos. Pero cuando la Iglesia se fue al carajo… es cuando se volvió homosexual. Le está ocurriendo a Gran Bretaña y antes a Francia. A Rusia no. No sé lo que hacen con ellos, pero los homosexuales desaparecen».