Mamá goza de enorme respeto en la comunidad; los demás la buscan para poner orden cuando hay un conflicto. A la malévola Puist, en cambio, se la mira con recelo, porque no ayuda a las demás hembras cuando tienen problemas con los machos. Al frente de todos, respetado por las hembras y los demás machos adultos, está Yeroen. Pero la llegada de Nikkie, un joven ambicioso y pendenciero, trastorna la armonía de la comunidad, desencadenando una lucha por el poder plagada de intrigas, alianzas y traiciones. Mamá, Puist, Yeroen y Nikkie son chimpancés que viven en una gran colonia al aire libre instalada en el Zoo de Arnhem (Holanda). «La política de los chimpancés» es la crónica de la vida diaria de esta comunidad, con sus conflictos y sus armonías: las rivalidades sexuales, las sorprendentes estrategias —basadas en alianzas y coaliciones— que los simios utilizan para disputarse el poder y para manipular a los demás, pero también las amistades y las reconciliaciones (más o menos interesadas) que mantienen unido al grupo, acciones en las que constantemente aflora la inteligencia de unos animales que, con razón, son considerados nuestros parientes más cercanos. El comportamiento de los chimpancés de Arnhem parece a veces extraído de páginas escritas por Maquiavelo: como afirma el autor, Frans De Waal, las raíces de la política parecen más antiguas que la humanidad. La presente edición incluye un prólogo de Desmond Morris.
Frans De Waal
La política de los chimpancés
ePub r1.0
Titivillus 23.12.2022
Título original: Chimpanzee Politics. Power and Sex among Apes
Frans De Waal, 1982
Traducción: Patricia Teixidor Maisell
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
A Jan van Hooff
«El sistema político es un sistema de reproducción
Cuando aplicamos la palabra “deseo” tanto al poder
como al sexo, nos encontramos más cerca de la verdad de lo que imaginamos».
Lionel Tiger y Robin Fox
El Animal Imperial
Agradecimientos
En cierto sentido, este estudio es resultado de la fuerte tradición etológica holandesa. Me refiero al método de observar pacientemente y registrar de forma meticulosa que caracteriza a esa tradición, no a las múltiples comparaciones especulativas que también pueden encontrarse en este libro, las cuales corren todas de mi cuenta. El etólogo que más ha influido sobre mí es Jan van Hooff, con el que trabajé en Utrecht durante cuatro años, antes de trasladarme a Arnhem en 1975. Pero también entonces, mientras estudiaba a los chimpancés, formé parte de su equipo investigador en la universidad, en su departamento. Por tanto, en este libro hay muy pocos descubrimientos y problemas teóricos que Jan y yo no hayamos discutido largamente.
Fueron dos estudiantes, Jan Brinkhuis y Rob Slaager, los que me pusieron en contacto con la conducta de los chimpancés por vez primera. Más tarde, fui coordinador de las investigaciones que se llevaban a cabo en Arnhem y trabajé con toda una serie de estudiantes, cuatro por año. El proyecto les infundía un gran entusiasmo e hicieron observaciones muy precisas de las conductas de los simios. Los constantes debates que manteníamos sobre los acontecimientos que ocurrían en la colonia siempre me sirvieron de estímulo. De ahí mi gratitud a los siguientes estudiantes: Otto Adang, Dirk Fokkema, Agaath Fortuyn Droogleever, Aaltjen Grotenhuis, Ruud Harmsen, Rob Hendriks, Janneke Hoekstra, Kees Nieuwenhuijsen, Ronald Noe, Trix Piepers, Marieke Polder, Albert Ramakers, Angeline van Roosmalen, Claudia Roskam, Fred Ruoff y Mariétte van der Week También quiero expresar mi agradecimiento a algunos de los estudiantes que me precedieron en Arnhem: Joost Meulenbroek, Ted Polderman y Titia van Wulfften Palthe.
Nuestro proyecto de investigación fue realizado bajo los auspicios del Laboratorio de Fisiología Comparada de la Universidad de Utrecht. Esta institución nos proporcionó la información necesaria, analizó los datos que iban recogiendo los estudiantes, reparó nuestros equipos y nos ayudó de muchas otras formas. Mi agradecimiento, pues, a todos los miembros del equipo y a la Universidad, que ayudó a financiar el proyecto.
También me gustaría dar las gracias al zoológico de Burger en Arnhem y, en especial, a Anton van Hooff, por proporcionarme la oportunidad de estudiar su espléndida colonia de chimpancés. La gran torre de observación, construida especialmente para nosotros y el hecho de que se nos tome en cuenta en cada una de las decisiones que atañen a los simios, son pruebas evidentes de la excelente cooperación que existe entre los investigadores y la administración del zoológico. Me gustaría especialmente mencionar la indispensable colaboración y conocimientos del biólogo Joep Wensing y los cuidadores Jacky Hommes, Leon Terwindt, Monika ten Tuynte y Loes Offermans.
En lo que a este libro se refiere, me gustaría agradecer en primer lugar, y muy especialmente, la inestimable colaboración de mi esposa, Catherine Marin. Ella revisó el estilo e hizo que fuese legible todo lo que escribía. También me transmitió su conocimiento y amor por la fotografía. Doy las gracias a Desmond Morris por haberme presentado a un editor en Inglaterra y por ayudarme a encontrar un título atractivo. Mis editores y, en particular, Torn Maschler, han sido los responsables de representar los intereses del gran público, animándome continuamente a escribir con un estilo claro y ágil. Escribí el original en holandés, mi lengua nativa, y éste fue traducido después al inglés por Janet Milnes. Creo que en el texto hay algunas partes en las que la versión inglesa es incluso mejor que la mía original.
Prólogo de Desmond Morris
El mensaje de este importante libro es, en palabras de su autor, que “los orígenes de la política son más antiguos que la humanidad”. Aunque es un mensaje que a mí, personalmente, me agrada, sospecho que ofenderá a muchas personas, entre ellas algunos de los principales personajes políticos de nuestros tiempos.
Durante cientos de años se ha dicho que los humanos son radicalmente diferentes de otras especies de animales; que mientras que estos no son más que «bestias brutas carentes de conocimiento», nosotros somos algo parecido a ángeles caídos del cielo. La verdad —el hecho de que seamos simios erguidos y no ángeles caídos del cielo— ha resultado inaceptable e insultante para la dignidad humana. A mí, en cambio, me resulta mucho más apasionante considerar a nuestra especie como parte de la gran cadena evolutiva del mundo animal, siendo la nuestra la más extraordinaria y afortunada de las especies que hayan existido, que intentar separarnos de la corriente principal por la que discurre la vida natural de este planeta.
Aquellos que han intentado siempre colocar a nuestra especie en un pedestal acostumbran a buscar distinciones del tipo “blanco o negro” entre nuestras cualidades y las de los simios. Los seres humanos son artísticos; los simios no lo son. Los seres humanos construyen herramientas; los simios, no. Los seres humanos tienen lenguaje; los simios, no. Los seres humanos son políticos; los simios, no. No nos basta con ser mejores que otras especies en este tipo de cosas; para satisfacer el ego de los filósofos, la diferencia tenía que ser de todo o nada.
Década tras década, estas rígidas distinciones se han ido suavizando y volviéndose borrosas. En los años 50 pude demostrar que los chimpancés poseen una capacidad de expresión estética rudimentaria; son capaces no sólo de producir patrones controlados visualmente, en forma de dibujos y cuadros simples, sino también de manipular y variar conceptos visuales. Sus habilidades artísticas son muy primitivas, pero al menos están ahí. Las diferencias que existen son sólo cuestión de grado.