Barbara Deimling - Botticelli

Durante la vida de Sandro Botticelli (1444 o 1445-1510), la influencia de su arte apenas llegó más allá de su Florencia natal, y tras su muerte fue rápidamente olvidado. Realizó pinturas de temática religiosa, además de temas mitológicos y alegóricos, y retratos, normalmente por encargo de los Medici y el Vaticano. En el siglo XIX fue redescubierto por los prerrafaelitas. Desde entonces, Botticelli está considerado uno de los más grandes artistas del Renacimiento.

En la galería Uffizi de Florencia, obras como La Primavera y El nacimiento de Venus son algunos de los reclamos más destacados para los turistas y los amantes del arte. Sus cautivadoras figuras de mujeres, sus íntimas representaciones de la Virgen con el niño y la belleza angelical de sus adolescentes son famosas hoy en todo el mundo.

El presente volumen, bellamente ilustrado, explora con detenimiento la vida y obra del artista.

Barbara Deimling

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Titivillus 31.03.16

Título original: Sandro Botticelli

Barbara Deimling, 1994

Traducción: José García

Ilustraciones: Sandro Botticelli, Massaccio, Giorgio Vasari, Filippino Lippi, Giuseppe Zocchi, Piero Pollaiuolo, Domenico Ghirlandaio, Fra Bartolommeo

Editor digital: Titivillus

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Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi: éste era el nombre oficial del pintor Sandro Botticelli. El nombre de Alessandro se reduciría, con el tiempo, al diminutivo Sandro, mientras que «Botticelli» era el apodo de su hermano mayor, Giovanni, cuya obesidad hizo que se quedara con este mote de «tonelete». El nombre llegaría a adquirir tal carta de naturaleza que acabaría por extenderse a todos los miembros de la familia.

Botticelli nació en Florencia hacia 1444/45, siendo hijo del curtidor Mariano di Vanni y de su esposa Smeralda. Creció con sus tres hermanos en el barrio del convento medieval dominico de Santa Maria Novella, no lejos de la iglesia de Ognissanti. Para esta iglesia de Todos los Santos crearía más tarde una de sus principales obras. Si se exceptúan breves estancias en otras ciudades, permaneció durante toda su vida en esta región que le permitiría establecer importantes relaciones. En sus inmediaciones vivía, por ejemplo, la familia de los Vespucci, de la que procedía aquel famoso comerciante y descubridor Amerigo Vespucci (1454-1512), que daría su nombre al continente americano. Los Vespucci eran amigos fieles de los Médici, familia dominante en Florencia, y se contarían entre los más solícitos mecenas de Botticelli. No sólo encargarían al pintor la realización de pinturas hasta el final de sus días, sino que también le recomendarían a importantes clientes, entre otros a la poderosa familia Médici.

En este barrio, el adolescente Botticelli pudo contemplar también una de las primeras obras de la pintura renacentista florentina; el Fresco de la Trinidad de Masaccio en Santa Maria Novella, terminado en 1427, la primera obra en aplicar las leyes de la perspectiva central. Las líneas de la composición, que confluyen en un único punto, proporcionan una nueva y unitaria apertura del espacio, en el que las figuras se integran de modo consecuente. Las personas están marcadas por una corporeidad realista que revela el vivo interés por la representación de la figura humana que volvía a despertar en aquel tiempo. Con sus figuras monumentales y plenas de dignidad, Masaccio se apartaba de los ideales del gótico tardío, reinantes entonces en la pintura, que realzaban la línea bella y el donaire de suaves movimientos de las figuras. En lugar de ello, buscó sus modelos en la pintura de Giotto, realizada cien años antes, así como en el arte de la Antigüedad clásica, que había conseguido atraer el interés general. La obra de Masaccio significa el comienzo de la pintura cuatrocentista florentina que culminaría en Botticelli y sus contemporáneos, dos generaciones más tarde, en la transición del siglo XV al XVI.

En su obra, Botticelli se mostró abierto tanto a los logros del Renacimiento, introducidos por Masaccio, como a las tendencias del gótico tardío. Así, aplicó las reglas de la perspectiva central y estudió las esculturas de la Antigüedad, cuyo ideal del cuerpo humano se manifiesta principalmente en sus desnudos. Al mismo tiempo, sin embargo, la gracia y el donaire de sus figuras femeninas revelan la afinidad de Botticelli con las tendencias del gótico tardío. Sin embargo, lejos de reproducir sencillamente la hermosura y el encanto de las figuras en alegres escenas mitológicas y religiosas, sus pinturas tienen un contenido filosófico, político y religioso, que convierte sus cuadros en obras clave para comprender la cultura y la política florentinas en la segunda mitad del siglo XV. Botticelli poseía una extraordinaria capacidad para integrar las ideas de sus clientes en un lenguaje formal correspondiente al contenido del cuadro, por lo que fue uno de los pintores más solicitados de su tiempo.

Giuseppe Zocchi: Catedral y Baptisterio con una procesión del «Corpus Christi», 1744 Florencia fue en el siglo XV el centro del Renacimiento. El poder económico de la familia Médici y su mecenazgo en el campo del arte, la ciencia y la filosofía produjeron un esplendor no conocido hasta entonces en la ciudad.

Pero cuando nuevas concepciones vinieron a sustituir a las ideas filosóficas que subyacían en las pinturas de Botticelli, cuando cambió la situación política y religiosa, la pintura de Botticelli perdió interés. Experimentaría un nuevo y breve auge a mediados del siglo XVI, en la época del manierismo. Estos artistas admiraban las elegantes líneas, la artística pose en los cuadros de Botticelli y se sentían atraídos por la finura miniaturista de su lenguaje formal. Después se desvaneció la fama de Botticelli con una rapidez asombrosa. Sólo en el siglo XIX, al resurgir el interés por el Renacimiento, se redescubrirían sus pinturas, consiguiendo así la fama de que gozan hasta el presente. Primeramente se buscó la interpretación filosófica de los cuadros, descifrando las escenas mitológicas. Después se intentó incluir en el análisis de su obra el trasfondo político y religioso y la influencia que ejercieron sus clientes. En este libro se tratarán brevemente los diferentes aspectos de la lenta comprensión del arte de Botticelli, para proporcionar una idea lo más amplia posible de su personalidad artística.

Botticelli comenzó su carrera como pintor tras dar algunos rodeos: primeramente se dedicó a la orfebrería, un oficio que gozaba de gran prestigio a mediados del siglo XV y con el que numerosos artistas del Renacimiento iniciaron su formación. Botticelli tomó esta determinación no sin la influencia de su segundo hermano Antonio, quien trabajaba como orfebre. Durante el período de aprendizaje, Botticelli desarrolló una marcada sensibilidad para el diseño decorativo de las formas, una característica que se puede comprobar en todos sus cuadros.