Barbara W. Tuchman - Los cañones de agosto
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- Libro:Los cañones de agosto
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1962
- Índice:4 / 5
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Los cañones de agosto: resumen, descripción y anotación
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La relación siguiente sólo contiene aquellos títulos que han sido citados en las notas. Se limita a las fuentes originales, incluidos las biografías y los estudios especiales, como Schlieffen Plan, de Ritter, que comprende material original. Una corta lista de obras de valor secundario se señala aparte.
Una bibliografía completa sobre el tema llenaría un libro. Ningún otro episodio en la historia aparece más documentado por los que participaron en el mismo. Parecen haber comprendido en vida que, al igual que la Revolución francesa, la Primera Guerra Mundial fue una de las grandes convulsiones de la humanidad, y todos notaban la mano de la historia apoyándose pesadamente en sus hombros. Cuando terminó, a pesar de todo el valor, habilidad y sacrificio, la guerra en que ellos habían intervenido demostró ser, en conjunto, un monumento al fracaso, la tragedia y la desilusión. No había dado paso a un mundo mejor, y los hombres que habían participado en un nivel de mando, político o militar, se sintieron impulsados a explicar sus decisiones y acciones. Hombres que habían caído de sus puestos de responsabilidad, de forma justificada o como cabezas de turco —y entre éstos figuraba la mayor parte de los comandantes del mes de agosto—, escribieron sus propias argumentaciones. Dado que cada relato aparece inevitablemente cargando la responsabilidad a alguna otra persona, ello provocaba una respuesta. Los desencuentros privados se hicieron públicos, y las controversias públicas se fueron extendiendo. Hombres que en otras circunstancias habrían guardado silencio, se sintieron obligados a hablar, como sir Horace Smith-Dorrien, instigado por sir John French. Los libros proliferaban. Escuelas de partidarios de un bando u otro, como las de Gallieni y Joffre, llenaban bibliotecas para la controversia.
A través de esta mezcolanza, el historiador busca su camino, tratando de descubrir la verdad de los acontecimientos pasados y averiguar «lo que ocurrió realmente». Descubre entonces que la verdad es subjetiva e independiente, compuesta de una serie de fragmentos vistos, experimentados y anotados por diferentes personas. Es como si miráramos a través de un caleidoscopio cuando el cilindro, en incesantes movimientos, forma una nueva imagen. Sin embargo, se trata de los mismos fragmentos que nos han ofrecido otra imagen momentos antes. Éste es el problema de los documentos legados por los actores de los hechos pasados. El famoso objetivo «wie es wirklich war» nunca lo podemos alcanzar de un modo completo.
DESPUÉS
La Batalla del Marne, como todo el mundo sabe, terminó con la retirada de los alemanes. Entre el Ourcq y el Grand Morin, en los cuatro días que les quedaban para cumplir el plazo de tiempo que se habían fijado en sus planes, los alemanes perdieron la ocasión de alcanzar una «victoria decisiva» y con ello la oportunidad de ganar la guerra. Para Francia, para los aliados y, con el tiempo, para el mundo entero, la tragedia del Marne no significó la victoria que hubiese podido ser.
El ataque de Maunoury contra el flanco alemán y el cambio de dirección de Von Kluck para hacer frente a este peligro, abrieron una brecha entre el Primer y el Segundo Ejércitos alemanes. El resultado de la batalla dependía de si los alemanes obtenían éxito en aniquilar las dos alas, Maunoury y Foch, antes de que Franchet d’Esperey y los ingleses pudieran aprovechar la brecha avanzando por el centro alemán. Maunoury, cuando ya había sido casi derrotado por Kluck, fue reforzado por el IV Cuerpo, del cual seis mil soldados que habían llegado a París fueron mandados por Gallieni en taxis al frente de combate, y logró defender sus posiciones. Foch, fuertemente presionado en St. Gond por el ejército de Hausen y parte del de Von Bülow, en el momento crítico, cuando su derecha era rechazada y su izquierda cedía, vociferó su famosa orden: «¡Atacad pase lo que pase! Los alemanes se encuentran en el límite de sus fuerzas […]. La victoria será para el bando que resista más». Franchet d’Esperey rechazó la derecha de Bülow, pero los ingleses penetraron de un modo demasiado lento y vacilante en la brecha, y como el coronel Hentsch volvió a aparecer de nuevo, en su histórica misión, para aconsejar la retirada, los ejércitos alemanes se retiraron a tiempo para que no fueran destrozadas sus líneas.
Alemania había estado tan cerca de la victoria y los franceses, tan cerca del desastre durante los días anteriores, y tan grande era la ansiedad del mundo mientras contemplaba el ininterrumpido avance de los alemanes y la retirada de los aliados hacia París, que la batalla que cambió el signo de la guerra fue conocida como «el milagro del Marne». Henri Bergson, que había formulado para Francia el mito de la «voluntad», veía en ella el milagro que ya había sucedido anteriormente: «Juana de Arco ha ganado la Batalla del Marne», fue su veredicto. La razón básica del fracaso alemán en el Marne, «la razón que domina a todas las demás», reconoció Kluck después, fue «la extraordinaria y peculiar capacidad del soldado francés para recuperarse tan rápidamente. Que los hombres se dejen matar en el lugar en que se hallen es normal y figura en todos los planes de batalla. Pero que hombres que habían estado retirándose durante diez días, que dormían al aire libre y estaban medio muertos de fatiga, pudieran pasar al ataque cuando sonaran las trompetas es algo con lo que nosotros nunca habíamos contado. Era ésta una posibilidad que no habíamos estudiado en nuestra academia militar».
A pesar de Bergson, no fue un milagro, sino los síes, los errores y los fallos en el primer mes los que determinaron el resultado de la Batalla del Marne. A pesar de Kluck, los errores del mando alemán ayudaron tanto como la resistencia de los soldados franceses. Si los alemanes no hubiesen retirado dos cuerpos para destinarlos a luchar contra los rusos, uno de ellos hubiera estado a la derecha de Bülow y hubiese podido llenar la brecha entre él y Kluck, mientras que el otro hubiese estado con Hausen y hubiera proporcionado la superioridad numérica para derrotar a Foch.
Otros «síes» se acumulaban. Si los alemanes no hubieran destinado demasiadas fuerzas en un intento de doble envolvimiento por el ala izquierda, si ésta no se hubiese alejado demasiado de sus bases de suministro y agotado a sus hombres, si Kluck se hubiese mantenido al mismo nivel que Bülow, si, incluso en el último día, hubiera vuelto a cruzar el Marne en lugar de seguir avanzando hacia el Grand Morin, la decisión en el Marne hubiese sido diferente y, entonces, hubieran cumplido el plazo de seis semanas que se habían fijado para alcanzar la victoria sobre Francia. Y hubiesen podido si, y éste era el «si» decisivo, el plan de las seis semanas no se hubiese basado en la marcha a través de Bélgica. Aparte del hecho de obligar a Inglaterra a entrar en la guerra y el efecto que produjo en toda la opinión mundial, la adición de Bélgica como enemigo redujo el número de las divisiones alemanas que se presentaron en el Marne y añadió cinco divisiones inglesas al frente aliado.
En el Marne los aliados consiguieron aquella superioridad numérica de la que no habían disfrutado en ningún sector durante la Batalla de las Fronteras. Las divisiones alemanas que faltaban fueron responsables en parte, y el equilibrio fue roto por las divisiones francesas procedentes del Tercer Ejército y de los ejércitos de Castelnau y Dubail. En el curso de la retirada, mientras los otros ejércitos cedían terreno, estos dos mantuvieron cerrada la puerta oriental de Francia. Durante dieciocho días lucharon casi ininterrumpidamente hasta que, al final, reconociendo demasiado tarde el fracaso, Moltke renunció a la ofensiva y el ataque contra la línea fortificada de Francia el 8 de septiembre. Si el Primer y Segundo Ejércitos franceses hubieran cedido en algún punto, si hubiesen caído bajo el ataque final de Rupprecht el 8 de septiembre, los alemanes habrían logrado su Cannae y no hubiese habido oportunidad de que los franceses lanzaran su contraofensiva en el Marne, el Sena o donde fuese. Si existió un milagro en el Marne, éste fue posible gracias al Mosela.
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