Hija de Tutmosis I y casada a los dieciocho años con su hermanastro Tutmosis II, a la muerte de éste Hatshepsut se convirtió en la primera reina de Egipto, en la primera faraona, y con ella se inició un período de calma y prosperidad, aun cuando su legitimidad no dejó de ponerse en entredicho y a su muerte su cuerpo desapareció y se intentó acabar con todo rastro de su existencia.
Reconstruir la biografía de una reina tan enigmática e injustamente denostada como fue Hatshepsut con el rigor histórico que la época y el personaje merecen es una ambiciosa empresa que sólo una egiptóloga audaz, escrupulosa y experta como Christiane Desroches Noblecourt podía llevar a buen puerto.
De su minuciosa y detallada investigación surge la extraordinaria imagen de una soberana que, gracias a una aguda inteligencia, una indiscutible astucia y un coraje sorprendente, logró convertirse en la primera reina de Egipto y supo mantenerse en el trono durante veinte años. Y, al mismo tiempo, la autora nos ofrece una colorista recreación de su corte y su tiempo, logrando transportarnos al escenario de los hechos de un modo que sólo algunos muy buenos novelistas consiguen.
Christiane Desroches Noblecourt
Hapshepsut, la reina misteriosa
ePub r1.1
Titivillus 27.10.17
Título original: La reine mystériuse, Hatshepsut
Christiane Desroches Noblecourt, 2002
Traducción: Manuel Serrat Crespo
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
A Gérard Watelet,
sin cuya tenaz y afectuosa insistencia este libro jamás habría visto la luz.
ZHN e NMZ
CHRISTIANE DESROCHES NOBLECOURT (París, 1913 - Sézanne, 23 de junio de 2011). Una de las investigadoras más respetadas y leídas en el campo de la egiptología. Conservadora general de antigüedades egipcias en el Museo del Louvre y profesora de epigrafía en la escuela de esta institución durante cincuenta años, su labor como directora de excavaciones, investigadora y ensayista ha sido recompensada con los más importantes galardones académicos y civiles (Legión de Honor, Oficial de la Orden del Mérito, Medalla de Oro del C.N.R.S., Medalla de Plata de la UNESCO…).
Entre sus obras más importantes y divulgadas se cuentan El arte egipcio, Ramsés II: la verdadera historia, Tutankhamen, vida y muerte de un faraón, Las minas de Nubia y La mujer en tiempos de los faraones.
Capítulo 1
Los primeros años de Hatshepsut
Nacimiento de Hatshepsut (hacia 1495 antes de nuestra era)
En Tebas, a orillas del Nilo, no lejos del palacio donde residían Amenofis I y su esposa Meryt-Amón, el río, una vez más, acababa de regresar a su lecho pasados los cuatro meses de la Inundación, bajo la protección de las siete hadas Hathor, que presidían el porvenir y cuya imagen figuraba en el cubilete para ungüento que llevarían junto con el jarro de farmacia en forma de mujer sosteniendo, en el regazo, al niño al que acaba de amamantar.
Instalada en el rudimentario asiento ritual de cuatro ladrillos de adobe, sostenida por las dos parteras que estaban ante ella,
Así fue bautizada la que iba a convertirse, años más tarde, en la primera gran soberana conocida de la historia: fue probablemente en el año XII de Amenofis I-Djeserkaré, hijo de la santa y muy eficaz reina Ahmés-Nofretari, esposa del rey liberador Amosis.
Figuradas entre dos Hathor o representadas como un «jeroglífico», soberanas o civiles parían agachadas (época ptolemaica).
Los primeros días
No era aún cuestión de pensar en el porvenir; el feliz padre se alegraba por aquel nacimiento tan deseado por su hermosa Ahmés, pues su esposa secundaria Mutneferet le había dado ya dos hijos: Imenmés, sin duda nacido en el año IX-X del rey Amenofis, y Uadjmés, dos años menor.
Sat-Re, la nodriza elegida varios meses antes, estaba a la cabecera de la joven madre cuando Tutmosis se presentó en la retirada habitación, en el exterior de la mansión, dispuesta en el jardín para su Noble Dama. Fue recibido por los gritos de alegría, los «yuyús» de las mujeres de la casa. Ahmés debía permanecer ritualmente en el local donde había parido, en el centro del hermoso jardín, para beneficiarse de las purificaciones tras el nacimiento del niño. Rodeada por Sat-Re, por su madre Ahmés y por las mujeres de la casa, se encontraba así en un entorno estrictamente femenino, donde iba a recibir la visita de las damas de la sociedad tebana cuyas moradas se hallaban, en parte, agrupadas en los agradables barrios de la ciudad y cerca de la casa del sabio jefe de obras Ineni, poseedor del famoso jardín botánico contiguo a la propiedad de Tutmosis.
La esposa de Ineni estaba ya junto a Ahmés, y ambas tebanas se emocionaron cuando la reina viuda Ahmés-Nofretari se hizo anunciar. Aquella notable reina, viuda del que expulsó del país a los invasores hicsos, era venerada en todo Egipto pero, sobre todo, en la región tebana, cuna de la nueva familia real. Seguía encargándose aún de los asuntos de Estado y ayudaba a su hijo, el primer Amenofis, tras la dolorosa ocupación extranjera.
Durante ese período relativamente tranquilo y tras la gran expedición de castigo de su hijo, en el año VIII, al país de Kush, en los alrededores de la cuarta catarata del Nilo, la reina se había interesado por la organización del clero el gran sostén de los valerosos príncipes libertadores.
Por otra razón, se había mantenido también muy cerca de los compañeros de armas de su hijo, pues Meryt-Amón, esposa de éste, no le había dado ningún vástago. Ahmés-Nofretari velaba, pues, por el porvenir de la Corona vulnerable aún: había que pensar en la más juiciosa elección del sucesor. El brillante y sabio oficial de ilustre ascendencia, tal vez originario de el Kab (frente a Hieracómpolis), merecía ser uno de los candidatos. Ya tenía dos hijos: Imeninés, durante la larga expedición nubia, y luego, hacia el año X, Uadjmés, de constitución muy débil. Pero la madre de ambos, la esposa secundaria Mutneferet, no tenía, al parecer, tantos títulos como Ahmés. El hijo de esta acababa pues de nacer, otros nacimientos se producirían aún y el porvenir quedaría asegurado por obra de dama Ahmés.
El deseo de Ahmés-Nofretari no se cumplió. Al año siguiente, Mutneferet parió de nuevo un tercer muchacho, a quien se le dio el nombre de su padre: Tutmosis.
Ahmés-Nofretari, la madre de Amenofis I, se convierte en la patrona de los obreros de la Necrópolis tebana. Su culto prosiguió durante la XIX dinastía, bajo los ramésidas. (Kamak, fotografía del Centro Franco-egipcio de Karnak).