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Marco Tulio Cicerón - Cartas II

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Marco Tulio Cicerón Cartas II

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(VIII, 12)

(Finca de Formias, 28 de febrero del 49)

Cicerón saluda a Ático.

La oftalmia me molesta más que antes; quiero que me expliques con claridad tu consejo, de forma que lo entienda plenamente.

Todo está intacto para mí: no ha habido omisión que no tenga una explicación inteligente, no ya admisible. Desde luego no cometí un error cuando rehusé hacerme cargo de Capua, tomé la precaución de no ofender el ánimo de aquel a quien, ya armado, Pompeyo, también armado, le ofrecía el consulado y el triunfo.

Y desde luego nadie puede reprocharme en justicia lo más reciente: el no haber atravesado el mar. Pues, aunque era cuestión de pensarlo, sin embargo no pude ir a su encuentro; y no debí tener sospechas, sobre todo cuando, por la carta misma de Pompeyo, no tenía duda (y veo que tú entendías lo mismo) de que él iba a ayudar a Domicio, y preferí meditar durante más tiempo lo que era justo y lo que yo debía hacer.

En primer lugar, pues, me gustaría que me escribas con más detenimiento, aun cuando ya me lo has apuntado, qué te parece todo esto. Luego, que eches también una mirada hacia el futuro y delinees el hombre que debo ser y dónde piensas tú que puedo resultar más útil a la república: si se necesita una persona de paz o todo reside en un hombre de guerra.

También yo, que todo lo miro por el rasero del deber, evoco, sin embargo, tus consejos; si los hubiese seguido, no habría sufrido la tristeza de aquellos tiempos, y lo he evocado muchas veces suspirando. Por tanto volvamos ahora al menos a los cálculos que entonces dejamos de lado, con objeto de seguir una conducta, no ya más gloriosa, sino también un poco más segura. Pero no anticipo nada: me gustaría que me escribieras con todo cuidado lo que sientes.

Asimismo quiero que averigües con la mayor presteza que puedas (y por cierto, tendrás quienes te lo permitan) qué hace nuestro Léntulo, qué Domicio.

162A (VIII 12A)

(Luceria, quizá 18 de febrero del 49)

El procónsul Gneo Magno saluda a los cónsules Gayo Marcelo y Lucio Léntulo.

Yo, porque creo que dispersos no podemos ser útiles a la república ni cuidar nuestra seguridad, he escrito precisamente una carta a Lucio Domicio, primero para que venga a nuestro encuentro con todas sus fuerzas; si duda respecto a sí mismo, que nos mande las diecinueve cohortes que habían emprendido el camino desde Piceno en mi busca), ni puede librarse, si quisiera.

Ahora, sabedlo, soy presa de la mayor ansiedad. Pues estoy deseando librar del peligro de asedio a tantos y tan valiosos hombres, mas no puedo ir en su ayuda porque no creo que quepa confiar a estas dos legiones un traslado hasta allí; al margen de que sólo he podido reunir de ellas catorce cohortes, porque mandé una guarnición a Brundisio y pensé que tampoco debía dejar sin guarnición a Canusio durante mi ausencia.

Había encargado a Décimo Lelio escapar a través de las montañas, no debo permitir que el enemigo se acerque a estas catorce cohortes, de las que no estoy muy seguro, o pueda alcanzarme en ruta.

Por tanto he decidido (y veo que lo mismo opinan para que se unan a vosotros y os lleven los soldados que tengan.

162B (VIII 12B)

(Luceria, 11 de febrero del 49)

El procónsul Gneo Magno saluda al procónsul Lucio Domicio.

Mucho me sorprende que no me hayas escrito nada y que mis noticias sobre la república procedan de otros más que de ti. Nosotros, con el ejército dividido, no podemos equipararnos a los adversarios; una vez reunidas nuestras fuerzas, espero que podamos ser útiles a la república y a la salvación de todos. Por tanto, después de haber decidido, como me escribió Vibulio, marcharte de Corfinio el 9 de febrero con tu ejército y venir a mi encuentro, me pregunto extrañado cuál sería el motivo de que cambiaras tu plan. Pues el que me escribe Vibulio es insignificante: que te has demorado al oír que César, avanzando desde Firmo, había llegado a Castro Truentino. En efecto, cuanto más empieza a acercarse el enemigo, tanto más rápidamente debías intentar unirte conmigo, antes de que César pudiese cortarte el camino a ti o aislarme a mí de ti.

Por tanto te ruego y te exhorto de nuevo (y no he cesado de pedírtelo en cartas anteriores) que vengas el primer día que puedas a mi encuentro a Luceria, antes de que las fuerzas que César ha comenzado a reunir, concentradas en un solo punto, te separen de mí. Y si hay quienes te pongan dificultades por salvar sus granjas, es una petición justa por mi parte que me mandes las cohortes procedentes de Piceno y Camerino, las cuales han abandonado sus propias fortunas.

162C (VIII 12C)

(Luceria, 16 de febrero del 49)

El procónsul Gneo Magno saluda al procónsul Lucio Domicio.

Marco Calenio me ha traído una carta tuya el 16 de febrero; en esa carta escribes que tienes intención de vigilar a César y, si emprende la marcha en mi dirección a lo largo de la costa, acudir enseguida a mi encuentro a Samnio; en cambio, si se detiene en los alrededores de esa zona, quieres oponerle resistencia a poco que se acerque.

Estimo esa actuación tuya de gran coraje y energía, pero debemos mirar con más celo por no dispersarnos y estar en desventaja respecto al adversario cuando él tiene grandes fuerzas y en breve las tendrá mayores. No debes, pues, de acuerdo con tus previsiones, atender sólo a una cosa: el número de cohortes que en este momento tiene César contra ti, sino a la cantidad de fuerzas de caballería y de infantería que reunirá en breve tiempo. Testimonio de ello es la carta que me ha mandado Busenio reúne las guarniciones que están en Umbría y Toscana y emprende el camino al encuentro de César. Si estas fuerzas son concentradas en un solo lugar, aun cuando una parte del ejército sea enviada a Alba, y otra avance hacia ti, sin atacar, pero repeliendo los ataques desde sus posiciones, quedarás clavado y no podrás solo, con esas fuerzas, mantener a raya a una multitud tan grande para aprovisionarte.

Por lo tanto, te exhorto con la mayor insistencia a venir aquí cuanto antes con todas tus fuerzas; los cónsules han decidido hacer lo mismo. Yo encargué a Marco Tuscilio transmitirte la necesidad de tomar precauciones para que mis dos legiones no se pongan a la vista de César sin las cohortes del Piceno. Por lo tanto, no te alarmes si oyes que emprendo la retirada en el caso de que César venga hacia mí; pienso, en efecto, que se deben tomar precauciones para evitar que, rodeado, se me inmovilice. Pues ni puedo establecer un campamento a causa de la estación del año y la disposición de los soldados, ni es solución reunir las tropas sacándolas de todas las ciudades para no perder la retirada; de manera que no he concentrado en Luceria más que catorce cohortes.

Los cónsules me traerán todas las guarniciones o marcharán a Sicilia, pues conviene o bien tener un ejército firme que nos dé confianza en la posibilidad de romper el frente o bien ocupar regiones desde las que se pueda repeler un ataque, cosas ambas que no están a nuestro alcance en este momento, porque César ha ocupado gran parte de Italia y nosotros no tenemos un ejército tan bien dotado y tan numeroso como él. Por eso debemos tomar precauciones para atender la situación de la república en conjunto. Una y otra vez te exhorto a que vengas cuanto antes a mi encuentro con todas tus fuerzas. Podemos todavía ahora enderezar la república si administramos el asunto de común acuerdo; pero si nos dispersamos, seremos débiles. Esto lo tengo claro.

Terminada ésta, Sica me ha traído tu carta y tus encargos. En cuanto a tu exhortación de que vaya ahí, considero que no puedo hacerlo, porque no confío en absoluto en estas legiones.

162D (VIII 12D)

(Luceria, 17 de febrero del 49)

El procónsul Gneo Magno saluda al procónsul Lucio Domicio.

Me ha llegado el 17 de febrero tu carta donde escribes que César ha establecido su campamento junto a Corfinio. Ocurre lo que yo pensé y avisé: no quiere en el momento presente entablar combate contigo y, una vez reunidas todas sus tropas, te cercará para que no tengas expedito el camino hacia mí y puedas unir esas tropas de magníficos ciudadanos con estas legiones de cuya lealtad dudo. Por eso me ha afectado más tu carta: pues no confío en la lealtad de los soldados que tengo conmigo lo suficiente para poner en juego toda la suerte de la república, y encima no se han concentrado los reclutas procedentes de las levas de los cónsules.

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