Agradecimientos
El presente libro tiene su germen en una serie escrita y producida para la televisión por quien escribe estas líneas. En consecuencia, son muchas las personas a las que debo expresar mi gratitud.
La serie televisiva —y por lo tanto, este volumen impreso— no habría sido posible sin el entusiasmo y compromiso mostrados en sus inicios por Mark Thompson, entonces director de televisión de la BBC. Resulta muy ilustrativo, para hacerse una idea del tiempo que se necesita para financiar, desarrollar y hacer realidad un proyecto como éste, el hecho de que, en el tiempo transcurrido entre el momento en que autorizó la serie y la fecha en que, por fin, se emitió, Mark dejase la BBC, entrara al mando del Channel 4 y volviese, esta vez en calidad de director general, a la British Broadcasting Corporation. También hubo otros integrantes de la compañía que respaldaron la serie, y entre ellos he de destacar a Jane Root, a la sazón directora administrativa de la BBC2, Glenwyn Benson, jefa de documentales, y Emma Swain, encargada de documentales especializados. Asimismo, he de hacer especial mención de Keith Scholey, mi superior inmediato en cuanto director administrativo de documentales especializados, que se mostró por demás indulgente y me brindó inestimables consejos.
No son pocas las eminencias del mundo académico que han colaborado en el proyecto. El profesor sir Ian Kershaw, asesor de la serie, confirió a ésta, en calidad de prominente investigador al que no faltan honores, un alto grado de agudeza. Con él he contraído una deuda impagable, tanto por su erudición como por su amistad. El profesor David Cesarani también ha influido mucho a la hora de dar forma tanto a mis teorías como a la serie televisiva; y no menos puedo decir del profesor Christopher Browning. Sería difícil encontrar a dos expertos más sobresalientes en lo tocante a la «solución final» nazi. El profesor Robert Jan van Pelt nos fue de gran ayuda para entender la arquitectura del campo de concentración, y tampoco fue pequeña la contribución de los estudiosos y el personal administrativo del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, en Polonia. Entre las personas de esta institución a las que necesito expresar en particular mi reconocimiento se encuentran Igor Bartosik, Edyta Chowaniec, Jadwiga Dabrowska, Dorota Grela, Wanda Hutny, Helena Kubica, Mirosław Obstarczyk, Krystyna Oleksy, Józef Orlicki, el doctor Franciszek Piper, Wojciech Plosa, el doctor Piotr Setkiewicz, Kazimierz Smoleń, los doctores Andrzej Strzelecki y Henryk Świebocki, Jerzy Wróblewski y Roman Zbrzeski. Durante la investigación que llevamos a cabo en suelo polaco contamos también con la inestimable ayuda de Kazimierz Albin, Halina Elczewska, Abraham y Ester Frischer, el doctor Józef Geresz, Bernadetta Gronek, John Harman, Alicja Kościan, Edward Kopowka, el doctor Aleksander Lasik, Anna Machcewicz, Michalina Wysocka, Mariusz Jerzy Olbromski, Łucja Pawlicka-Nowak, Robert Rydzoń, Hubert Rogoziński, Jacek Szwic y el doctor Marian Turski.
En las islas anglonormandas Frederick Cohen puso a nuestra disposición sus inigualables conocimientos de historia, y en Francia nos fueron de gran ayuda Serge Klarsfeld y Adeline Suard. En Yad Vashem cabe hacer especial mención del respaldo ofrecido por el doctor Gideon Greif. También en Israel nos resultó de gran utilidad la obra de Nava Mizrachi. En Eslovaquia colaboraron con nosotros Ivan Kamenec y Eduard Nižńansky, y en Alemania, el doctor Andrej Angrick, Martin Cueppers, Wolf Gebhardt, Niels Gutschow, Peter Klein, Michaela Lichtenstein, los doctores Bogdan Musial, Dieter Pohl y Volker Reiss, Robert Sommer, el doctor Frank Stucke y Peter Witte. En Rusia, el proyecto contó con la amistad del doctor Serguéi Sluch; en Hungría, con el valiosísimo respaldo de la doctora Krisztina Fenyo; en Ucrania, con el de Taras Shumeiko. En Estados Unidos contamos con la formidable labor llevada a cabo por Adam Levy.
He de expresar, evidentemente, mi gratitud al equipo de producción de la serie televisiva, y en particular a Detlef Siebert, quien no sólo dirigió con gran brillantez las secuencias dramáticas de los distintos capítulos, sino que favoreció al resto del contenido con sus útiles consejos y sus críticas mordaces, producto de una mente excepcional. La labor de Martina Balazova y Dominic Sutherland, los dos directores del documental, también fue inmejorable; y otro tanto puede decirse del equipo de fieles cámaras formado por Martin Patmore y Brian Biffin, que trabajaron a menudo a sus órdenes. Dominic, que dio muestras de una inteligencia y un sentido común ejemplares durante el proceso de posproducción, supervisó asimismo el contenido gráfico con la ayuda de la Moving Picture Company y John Kennedy. Alan Lygo, el mejor montador de televisión con que pueda contarse, contribuyó de forma esencial al resultado definitivo, y no menos excelente fue el trabajo de ayudante de producción de la serie llevado a cabo por Tanya Batchelor, ni el de Anna Taborska, nuestra sobresaliente investigadora polaca. Declan Smith se encargó de reunir el material que conforma el archivo de la serie, y Rebecca Maidens y Cara Goold se ocuparon de coordinar la producción. Todos hicieron un magnífico trabajo. Emily Brownridge no podría haber cumplido mejor con el cometido de directora de producción, ni Anna Mishcon y Laura Davey haber sido más comprensivas en cuanto productoras ejecutivas. Mis propias ayudantes, Sarah Hall y, tras ella, Michelle Gribbon, también se mostraron siempre dispuestas a colaborar en todo lo posible.
Especial mención merece la excelente orientación ofrecida por nuestros coproductores estadounidenses de la KCET. Karen Hunte, Al Jerome, Mary Mazur y, sobre todo, Megan Callaway contribuyeron al resultado final tanto como Coby Atlas, del PBS (Public Broadcasting Service). Sally Potter y Martin Redfern, de la BBC Books, han demostrado ser editores ejemplares y muy comprensivos, y otro tanto cabe decir de Peter Osnos, Clive Priddle y Kate Darnton, de la editorial neoyorquina Public Affairs. Andrew Nurnberg, por su parte, ofreció, como de costumbre, su inapreciable consejo.
Mi propia familia —mis hijos, Benedict, Camilla y Oliver, y mi esposa, Helena— me ha ayudado más de lo que pueda decir. No siempre debe de resultar agradable convivir con alguien que tiene la cabeza llena de información relativa a Auschwitz y los nazis, y ellos han tolerado este hecho y otros muchos.
Con todo, mi más sincero agradecimiento debe ir dirigido al centenar aproximado de personas que han prestado sus testimonios a este proyecto. Sus recuerdos no tienen precio. Espero que me perdonen por expresar mi gratitud de forma colectiva; sus nombres, y sus opiniones, pueden encontrarse en el cuerpo del presente libro.
LAURENCE REES (Reino Unido. 1957). Educado en Solihull School y la Universidad de Oxford, es productor y director creativo en la BBC. Es autor y productor de series como World War II: Behind Closed Doors, War of the Century, Horror in the East o Auschwitz: The Nazis and the «Final Solution». Ganó el British Book Award for History Book of the Year en 2006 por el bestseller internacional Auschwitz: Los nazis y la «solución final» (2005). Otras de sus obras son: Una guerra de exterminio (2006), Los verdugos y las víctimas (2008), A puerta cerrada (2009) y El holocausto asiático (2009).
1. Unos comienzos sorprendentes
El 30 de abril de 1940, Rudolf Hoess logró colmar una ambiciosa aspiración: a la edad de 39 años, y después de seis de servicio en la SS, fue nombrado comandante de uno de los primeros campos de concentración constituidos por los nazis en el «Nuevo Reich». Aquel día primaveral llegó, a fin de tomar posesión del cargo, a una pequeña ciudad situada en lo que había sido el suroeste de Polonia dieciocho meses antes, antes de convertirse en parte de la Alta Silesia. Su nombre en polaco era Oświęcim, y en alemán, Auschwitz.