• Quejarse

Luis González Obregón - Las calles de México

Aquí puedes leer online Luis González Obregón - Las calles de México texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1922, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Luis González Obregón Las calles de México

Las calles de México: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Las calles de México" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Luis González Obregón: otros libros del autor


¿Quién escribió Las calles de México? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Las calles de México — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Las calles de México " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Título original: Leyendas y sucedidos. Vida y costumbres de otros tiempos

Luis González Obregón, 1922

Prólogos: Carlos G. Peña y Luis G. Urbina

Editor digital: IbnKhaldun

ePub base r1.2

Leyendas y sucedidos Prólogo Hace veinte años había en México menos polvo - photo 1

Leyendas y sucedidos
Prólogo

Hace veinte años había en México menos polvo, menos política, y no hacía tanto calor.

¡Con cuánta complacencia viene a la memoria de quienes aún no arribamos a la cuarentena el México de aquellos días! Una ciudad no tan grande, no tan populosa; bien que ya empezaba a serlo. Un no sé qué de intimidad todavía en las calles y en las gentes. Por cuaresma, empanadas y rezos. Apertura de los teatros, con gran asistencia de payos, el Sábado de Gloria. Meses joviales después —de mayo, de junio, de julio— con sus lluvias arrulladoras y pertinaces. Noches de octubre: luna de plata sonriendo en la palidez del cielo azul. Luego, diciembre. Fragancias de heno; gritos de niños celebrando fallidos garrotazos a la piñata; rumores de música saliendo de los vastos patios de las vecindades; ojos húmedos, frentes pensativas, labios graciosos que se iluminan respondiendo a la primera salutación de amor…

Tal es el panorama espiritual que nos forjamos de la ciudad, volviendo los ojos al pasado.

¡El pasado! Revive en nuestra mente con gallardías de cosa única y melodiosa. Nada se parece a él. Nada suele ser mejor que él. Cuanto se anuncie, cuanto llegue, despertará en nosotros, tanto como añoranza, un gesto ligeramente despectivo y reflexivamente triste. —«¡Qué distinto! —exclamaremos—. ¡Qué distinto todo esto de lo que era en mi tiempo! ¡Y cuán inferior!».

¿Pero es que al pasado no debiéramos llamarle «nuestro pasado»? ¿El pasado existe realmente, por sí, o es más bien una sombra, una fugitiva, una impalpable, una misteriosa sombra que llega de cuando en cuando con vagos aleteos a nuestra alma, y en ella se alberga, y desde ella canta su canción doliente sin que nadie, fuera de nosotros, lo perciba ni lo conozca?

Yo no lo sé, y, por tanto, no podría decíroslo.

Lo que sí se, en cambio, lo que sí puedo decir, es que hay hombres en que ese misterio atrayente, luminoso, musical —y con algo de gris melancolía de atardecer—, se cifra y condensa, no ya por lo que respecta a una vida humana, a un breve periodo de tiempo; sino, antes bien, a la vida de un pueblo y al lento andar de algunos siglos. Al conjuro de esos evocadores, saltan de la sombra, donde yacían, recias o delicadas figuras. Con su mágica varita de oro hacen ellos florecer leyendas; resucitan episodios cortesanos o bélicos; remozan añejos amores; logran que inquietos rayos de luz penetren en los rincones penumbrosos y olvidados.

Por representar esos seres peregrinos todo el pasado nacional, sentimos que a su contacto nuestra alma, ya de suyo meditativa y evocadora, se ensancha. Y el mismo agrado con que recorremos los silenciosos viales en el jardín de nuestro breve o individual pasado, se acrece y multiplica cuando de la mano y bajo la segura guía de aquellos claros varones en quienes la tradición encarna, ascendemos a contemplar otras épocas, y nos enteramos de cómo vivieron, cómo amaron, qué pensaron, qué luchas, qué penas o alegrías tuvieron no ya nuestros abuelos o bisabuelos, sino todas las generaciones que forman el recio tronco del árbol de cuyas más altas, verdes y tiernas ramas somos débiles hojas.

Si esos hombres faltaran —pensamos—, los pueblos serían incompletos: carecerían de memoria; no conocerían la poesía y el encanto y el orgullo de recordar.

Y cuando así hablo, ya supondrá el que lee a quién me refiero.

D. Luis González Obregón es para México uno de esos peregrinos ingenios que simbolizan por sí mismos el pasado nacional. («Todo él es una viva leyenda. Es un remedo de las sombras que evoca» —ha dicho, en un bello soneto, Rafael López—). Nadie antes que González Obregón había comprendido entre nosotros que la Historia, mayormente que en los grandes, acaso se la encuentre más viva, familiar y palpitante, en los hechos pequeños. Nadie tampoco, a semejanza suya, se había encariñado tanto, ni tanto había convivido con el pasado, tornándolo punto menos que su feudo y señorío, del cual nos hace a menudo merced no en desmesurados infolios o cronicones de pesantez vetusta, sino en la moderna crónica, en el artículo alado y fácil.

Vasta y multiforme es la obra del gran historiador mexicano. Obra que comprende desde el breve y jugoso estudio sobre Fernández de Lizardi, publicado en 1888, hasta el recentísimo que, a guisa de cantar de gesta, acompañó a tierras del Brasil la reproducción en bronce de la estatua de Cuauhtémoc. Pero en toda ella, con ser tan abundante, no hay que admirar, tan sólo, la enorme labor de investigación que cerca de una treintena de libros y folletos supone. Hay que sorprender, más bien, el secreto de su originalidad evidente, y, por ella, darse cuenta de la enorme influencia que en entendimientos y corazones mexicanos González Obregón ha tenido por haber hecho de la Historia nuestra, algo que sale de la frialdad y de la monotonía de los campanudos relatos de esa especie, para convertirse en materia plácida y familiar a todos asequible y por todos insistente y curiosamente buscada con el mismo afán con que se busca el novelesco relato o el atrayente volumen de versos.

Sin falsear la Historia, sino antes bien, enriqueciéndola, colocándose en puntos de vista que en otro tiempo jamás se tuvieron en cuenta, D. Luis ha logrado, pues, el milagro de popularizarla, y de ser él mismo, historiando, un escritor popular: ¡cosa que nunca en verdad soñaron sus ascendientes en tal género, y que, felizmente, han secundado algunos de sus jóvenes sucesores!

En manos del autor ilustre de México Viejo, el escueto dato, la gélida fecha o el nombre grisáceo cobran vibración y calor de vida. No lo veréis inclinarse curiosamente, tan sólo, ante las grandes figuras que elaboraron nuestros anales militares y políticos; ni tampoco, por manera exclusiva, ante los grandes sucesos que éstos contienen. Más que un Virrey, le interesa, quizás, el chapín de terciopelo verde que calzó el lindo pie de una dama. Y más que una disertación sobre puntos constitucionales en vista de los diferentes textos que nos han regido, considera útil, para revivir el pasado —objeto y fin principal de la Historia—, relatamos la evolución de los medios de transporte, del palanquín al automóvil. Y antes que a arengas o discursos de soldados y políticos, verbigracia, consagra su atención persistente a reconstruir, con todos sus menudos y cautivadores detalles, la vida de antaño.

Mucho debe nuestra patria a este solitario, sonriente y bondadoso maestro que, desde los años juveniles, ha agotado sus energías en archivos y bibliotecas, hurgando apolillados y amarillentos papeles; o bien en añosas calles y polvorientas plazas de barrio, investigando, por propia contemplación, las huellas del pasado. Pero infinitamente más en lo particular le debe la «muy noble y leal ciudad de México» —como él gusta de llamarla—, a la que, sin disputa, ha consagrado sus investigaciones más pacientes y luminosas, su más acendrado cariño de hijo y vecino, su admiración honda y cordial, congénita en él, y que —por lo recia, duradera y mexicanísima— aseguraríasela revestida con los azuleños de torres y cúpulas, con el tezontle de las fachadas de antiguos palacios, y con la luz y la inefable gracia que parece vivir y respirar y cantar en esta maravillosa ciudad donde D. Luis felizmente alienta, fuerte y voluntarioso todavía, y que tanto como dio satisfacción y contento a su vivir, brindará a la postre paz y reposo a sus cansados huesos.

Buena prueba de lo antes dicho es este volumen de tradiciones y leyendas de

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Las calles de México»

Mira libros similares a Las calles de México. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Luis González-Carjaval Santabárbara - El Padrenuestro explicado con sencillez
El Padrenuestro explicado con sencillez
Luis González-Carjaval Santabárbara
Luis González de Alba - Los días y los años
Los días y los años
Luis González de Alba
Luis González-Carvajal Santabárbara - El Padrenuestro explicado con sencillez
El Padrenuestro explicado con sencillez
Luis González-Carvajal Santabárbara
Luis González-Carvajal Santabárbara - El hombre roto por los demonios de la economia
El hombre roto por los demonios de la economia
Luis González-Carvajal Santabárbara
Luis González y González - Todo es historia
Todo es historia
Luis González y González
Luis González Baixauli - La lengua de los elfos
La lengua de los elfos
Luis González Baixauli
Alma Obregón - Un año de dulces
Un año de dulces
Alma Obregón
No cover
No cover
Cervera Obregón
Luis González Obregón - Semblanza de Martín Cortés
Semblanza de Martín Cortés
Luis González Obregón
Reseñas sobre «Las calles de México»

Discusión, reseñas del libro Las calles de México y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.