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Jacques Bergier - Los libros condenados

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Jacques Bergier Los libros condenados
  • Libro:
    Los libros condenados
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2018
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Los libros condenados: resumen, descripción y anotación

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EPÍLOGO

La paranoia o manía persecutoria es una enfermedad mental que nos amenaza a todos. Por esto no hay que pecar de imprudente al imaginar vastas conspiraciones de ámbito mundial y a lo largo de toda nuestra Historia.

Sin embargo, creo que, si existieron otras civilizaciones antes que la nuestra, y si fueron destruidas por un abuso de los poderes de la ciencia y de la técnica, el recuerdo de estas civilizaciones y de su muerte puede inspirar muy bien una conspiración encaminada a evitar que se repitan tales catástrofes.

Una ideología de esta naturaleza puede encontrarse sin dificultad en los escritos de Joseph de Maistre, de Saint-Yves d'Alveydre o de René Guénon. Esta ideología consiste en admitir la existencia de una Tradición más antigua que la Historial y de centros poseedores de esta Tradición, fuertemente protegidos; para ella, la ciencia, las técnicas y los conocimientos de toda clase constituyen un peligro permanente.

Es una ideología totalmente reaccionaria. Pero hay sobrados ejemplos, en la Historia, de hombres u organizaciones en el poder que sostuvieron estas teorías hipertradicionales, para que podamos imaginar que una organización secreta los pone en movimiento.

Podrían encontrarse manifestaciones visibles de esta organización en la Inquisición, el nazismo y el lysenkismo. Sobre este último punto, conviene leer el libro de Madvedev, Grandeza y caída de Lysenko. Libro condenado en su propio país, pues no sólo se prohibió su publicación, sino que su autor fue detenido el 29 de mayo de 1970 e internado en un hospital psiquiátrico, a pesar de que estaba mentalmente sano. Fue puesto en libertad el 18 de junio del mismo año, gracias a la acción conjunta de todos los sabios soviéticos. Y esto ocurre en nuestros días, en 1970, y no en el pasado más o menos remoto en el que se sitúan la mayoría de los acontecimientos relatados en este libro. Como vemos, los «Hombres de Negro» no carecen de medios de acción.

El crimen de Jaurés Madvedev, eminente biólogo soviético, fue, según ellos, denunciar el lysenkismo. ¿Qué era esto? T. D. Lysenko, charlatán autodidacta y fanático, apoyado por los políticos y principalmente por Stalin, había forjado una biología tan completa como falsa, inventada por él, y destruido la ciencia genética en la URSS. Sobre todo, impidió el descubrimiento en la URSS de la doble hélice del ADN del cual estaban muy cerca los rusos. Los genéticos soviéticos fueron exterminados en los campos de Concentración. Un destino que muchos habrían querido para el profesor Watson y sus amigos.

Sólo muy recientemente ha empezado a renacer la genética soviética y han sido rehabilitadas las víctimas de Lysenko. En cuanto a éste, goza de libertad y jamás ha tenido preocupaciones. En los tiempos de su gloria, la Coral del Estado soviético cantaba este himno en su honor:

Toca alegremente, acordeón,

Que yo canto con mi amiga

La gloria eterna del académico Lysenko

Mitchurín, que abrid el camino

Y lo sigue con paso resuelto.

Gracias a él, no volverán

A embaucarnos los mendelianos-morganistas.

En la misma época, se asesinaba a los genéticos en los campos de concentración stalinistas.

No podría afirmar con certeza que Lysenko fuese miembro de una organización de los «Hombres de Negro». En todo caso, es un buen ejemplar de éstos. Y estoy convencido de que tal organización existe.

En la actualidad, investigo una manifestación relativamente reciente del poder de esta organización, y, aunque los resultados que he obtenido hasta ahora no son completos ni definitivos —¿lo serán algún día?—, están, empero, llenos de interés.

Desde finales de 1943 hasta el armisticio del 8 de mayo de 1945, existió en Italia una república dirigida por Mussolini. La historia secreta de esta república es mucho menos conocida que la del III Reich. Mussolini, como Hitler, tenía a su disposición consejeros ocultos, magos negros. Estos viven aún, pero las leyes contra la difamación impiden citar sus nombres.

Por orden de dos de ellos, una unidad especial fascista quemó, en 1944, 80 000 libros y manuscritos pertenecientes a la Sociedad Real del Saber, de Nápoles. La operación tuvo por objeto impedir que documentos mágicos de considerable importancia cayesen en manos de los Aliados.

Algunos de estos documentos eran antiguos; otros, modernos, se referían a investigaciones mágicas realizadas en tiempos de Mussolini, y lo que he podido averiguar sobre estos estudios es lo bastante apasionante como para hacerme lamentar la destrucción de la biblioteca y empeñarme a encontrar copias.

Una de esas investigaciones es muy original y este es su mérito, lo cual es raro en este campo. Un mago concentrado, con la ayuda de un telescopio sobre el agua, a la luz de una estrella obtiene, así, agua-Sirius, agua-Vega, agua-Antares, agua-Aldebarán, etc. Cristalizado, enseguida en esta agua, sustancias particularmente sensibles a los efectos de meteorológicos y cósmicos, como por ejemplo el nitrato de uranio. Y hay otras.

Ciertos organismos científicos serios estudian fenómenos de esta clase. Sin embargo, el Mago obtuvo resultados que no eran del todo científicos. Sus cristalizados en el agua expuesta a la luz de las estrellas formaron agrupamientos y estos agrupamientos, según los diseños que vi, parecían, singularmente, símbolos esotéricos de las estrellas en cuestión.

No me pregunten la explicación de este fenómeno, no la sé.

Lo que sí parece seguro es que la biblioteca de Nápoles estaba llena de descubrimientos fantásticos de esta clase, antiguos y modernos; que había en ella manuscritos inéditos de Leonardo da Vinci y los documentos requisados a Aleister Crowley cuando la Policía fascista destruyó su abadía maldita de Cefalú, en Sicilia.

En aquel día de marzo de 1944, los «Hombres de Negro» se habían aliado con los camisas negras. Tenebrosa alianza.

Evidentemente, no todos los libros condenados son científicos o mágicos. También los hay políticos, como lo demuestra esta divertida cita del Canard Enchaîné del miércoles 7 de abril de 1971:

«Refugiado en Yammosokro, Costa de Marfil, el antiguo jefe de los ejércitos biafreños, Alejandro Madiebo, terminó, hace algunas semanas, la redacción de sus Memorias. Unas Memorias en las que revela muchas cosas: la lista de las armas suministradas por Francia, los lugares donde eran introducidas, los nombres de los agentes de Foccart que mantenían contacto con los biafreños, etc.

»Esto se ha sabido en París y no habrá gustado a todo el mundo, particularmente en un momento en que se están discutiendo con Nigeria ciertos contratos sobre petróleo, de los que se beneficiaría SAFRAP-ERAP, y, por añadidura, sobre yacimientos situados en el territorio de la ex Biafra.

»No habrá gustado; pero la pluma es libre, ¿no? Entonces… Entonces no podemos dejar de observar una extraña coincidencia: un equipo de caballeros tomó el avión con rumbo a la Costa de Marfil, para proceder a un registro en regla de la villa de Madiebo. Hay que decir que su misión se ha visto coronada por el éxito y que el manuscrito condenado ha desaparecido. Pero algo ha fallado: el general Madiebo poseía una copia que había puesto a buen recaudo en una caja fuerte de Londres.

»La desconfianza es mala cosa…»

Aunque tengo amigos en el Canard Enchaîné, este artículo no es mío.

Pero me gusta la expresión «libros condenados», y estoy persuadido de que en nuestros días se destruyen muchos, principalmente sobre las materias de que trata este libro; muchos más de lo que se supone.

PRÓLOGO

LOS HOMBRES DE NEGRO

Parece fantástico imaginar que exista una Santa Alianza contra el saber, una sinarquía organizada para hacer desaparecer ciertos secretos. Sin embargo, esta hipótesis no es más fantástica que la de la gran conspiración nazi. Sólo ahora nos damos cuenta de hasta qué punto era perfecta la organización del Orden Negro, de hasta qué punto eran numerosos sus afiliados en todos los países del mundo, de hasta qué punto estuvo esta conspiración a punto de triunfar. Por esto no hay que rechazar

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