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Gustau Nerín - La guerra que vino de África

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Gustau Nerín La guerra que vino de África
  • Libro:
    La guerra que vino de África
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2005
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La guerra que vino de África: resumen, descripción y anotación

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La guerra civil española la ganó un ejército colonial que luchó en la metrópoli - photo 1

La guerra civil española la ganó un ejército colonial que luchó en la metrópoli con los mismos métodos y los mismos propósitos con que lo había hecho con anterioridad en África. Lo cual tiene mucho menos que ver con la presencia de tropas marroquíes en suelo español que con el hecho de que la guerra, y la paz represiva que la siguió, la dirigieran militares africanistas que se habían formado en las campañas del Rif y que se propusieron aplicar a España las mismas reglas que les habían servido para imponerse allí. Investigando la personalidad, las ideas y la actuación de estos africanistas, Gustau Nerín no sólo ha conseguido hacernos entender mejor la brutalidad de la guerra civil, sino que nos ofrece una interpretación innovadora del franquismo, que tiene mucho menos que ver con el fascismo europeo, con el que habitualmente se le ha querido emparentar, que con unas raíces coloniales que este libro desvela por primera vez en toda su profundidad.

Gustau Nerín La guerra que vino de África ePub r10 Titivillus 140315 Título - photo 2

Gustau Nerín

La guerra que vino de África

ePub r1.0

Titivillus 14.03.15

Título original: La guerra que vino de África

Gustau Nerín, 2005

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

1 Unos hombres sin piedad Unos hombres sin piedad E N EL PRIMER TERCIO DEL - photo 3

1. Unos hombres sin piedad

Unos hombres sin piedad

E N EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX el ejército español era una institución sensiblemente diferente de las fuerzas armadas de los países de su entorno. Los militares vivían al margen del resto de la sociedad y se consideraban parte integrante de una élite, hasta el punto de que formaban un grupo familiar cerrado (buena parte de los militares eran hijos de militares). Los miembros del ejército, además, disponían de un universo simbólico propio. Los cadetes eran reclutados muy jóvenes, con lo que el ejército se convertía en la «familia» que los protegía y adoctrinaba; de esta forma los valores castrenses se cultivaban desde la adolescencia.

El ejército gozaba de amplios privilegios y los militares no dudaban en mantenerlos mediante el recurso a continuas amenazas golpistas. Con sus presiones, consiguió que en 1906 se aprobara la Ley de Jurisdicciones, que otorgaba a los tribunales militares la potestad de juzgar los delitos contra el ejército y contra la patria. De esta forma silenció cualquier crítica en su contra.

LA VANGUARDIA AFRICANISTA

Dentro del ejército, el colectivo africanista mantenía unas características peculiares. Según el Diccionario de la Real Academia Española, un africanista es la «persona que se dedica al estudio y fomento de los asuntos concernientes a África». El Diccionari de L’Institut d’Estudis Catalans aporta otra acepción adicional: «partidari de l’africanisme » (es decir, la «defensa dels valors culturals i els interessos dels africans, especialment deis africans negres»). Más sencillo, y más contundente, el Noveau Petit Larousse definía africanismo como «amour d’Afrique ». Dichas definiciones no tienen demasiada relación con el africanismo militar español. En 1929, Carmen Polo, la esposa de Franco, afirmó que el peor defecto de éste era que «le gusta demasiado África».

Varela, al dedicar un libro suyo al general Jordana, lo calificaba de «amante del problema español en Marruecos».

No se puede incluir en el colectivo de los africanistas a todos los militares que lucharon en las campañas de África, porque la práctica totalidad del ejército español pasó, en un momento u otro, por el protectorado en los dieciocho años de conflicto (en 1912, el 16 por 100 de los militares de la escala activa de Infantería permanecían en Marruecos; entre los tenientes el porcentaje alcanzaba el 34 por 100). En realidad, no todos los miembros del ejército establecidos en el protectorado compartían unos mismos valores. Se detectaban fuertes tensiones, especialmente entre las fuerzas de choque y los militares destacados en Melilla, Ceuta o Tetuán, que eran denigrados como «emboscados» (adscritos a tareas administrativas para rehuir los combates).

Algunos han definido a los africanistas como un grupo de presión opuesto a las Juntas de Defensa.

Debemos incluir en el colectivo africanista a aquellos militares que hicieron buena parte de su carrera en Marruecos (una minoría del ejército, ya que muchos mandos rehuían cualquier destino en el protectorado). El núcleo duro de los africanistas estaba constituido por los militares destinados a las intervenciones y a las fuerzas de choque (la Legión y los cuerpos «indígenas»).

El historiador militar Mas Chao, de forma muy oportuna, incluye también en el colectivo africanista a los militares que se especializaron en estudios sobre Marruecos y a aquellos altos cargos del ejército que, sin pasar por las fuerzas de choque, defendieron los intereses de sus componentes (como Jordana).

Una de las características básicas de los africanistas era su obsesión imperial, derivada de la impronta ideológica del desastre de 1898. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas supuso un verdadero trauma para la población española y afectó más gravemente al ejército. Muchos africanistas habían nacido en las colonias perdidas (en Puerto Rico, Goded; en Filipinas, Castejón; en Cuba, Barrón, Berenguer, Capaz, Castro Girona, Kindelán, Mola, Sáenz de Buruaga y Bayo). Los más veteranos habían participado en otras campañas coloniales (en la campaña marroquí de 1893, Burguete y Martínez Anido; en Puerto Rico, Núñez de Prado; en Filipinas, Millán Astray, Burguete, Gómez Morató y Martínez Anido; y en Cuba, Dámaso Berenguer, Burguete, Cabanellas, Cavalcanti, Fidel Dávila, Federico Berenguer, Queipo de Llano, González Carrasco, Gómez-Jordana, Saliquet y Sanjurjo). A causa de la endogamia del ejército español, muchos africanistas jóvenes eran hijos de militares que habían luchado en las guerras de Cuba y Filipinas. Para todos ellos, la intervención en Marruecos suponía una oportunidad única para compensar la pérdida ultramarina de 1898.

El ejército de España era muy distinto del de los países vecinos. Sus referentes eran básicamente coloniales: no sólo no había participado en la primera guerra mundial, sino que además, desde la guerra de Independencia, no se había involucrado en ningún conflicto internacional (a excepción del breve choque con Estados Unidos en 1898). Y si bien los militares de Estado Mayor se habían interesado por el conflicto europeo de 1914, la mayoría de los africanistas no se preocuparon por estos asuntos; sus estudios teóricos se limitaban a temas coloniales.

INDÍGENAS ANTIINDÍGENAS

Los fracasos del ejército español en 1909 y en 1911 pusieron en peligro el difícil equilibrio político de la Restauración, ya que las protestas contra las levas derivaron en oleadas de descontento generalizado. El gobierno se vio obligado a reformar las fuerzas del protectorado, creando nuevos cuerpos integrados por soldados profesionales europeos y marroquíes, dirigidos por militares «especializados» en la lucha colonial. La opinión pública española, deseosa de minimizar las bajas de quintos, dio su apoyo a esta iniciativa, que también fue acogida con entusiasmo por la mayoría de los militares destinados en Marruecos. Los oficiales coloniales más intrépidos creían que si se les ofrecía el mando de tropas más adecuadas, podrían demostrar mejor sus méritos y obtener más ascensos.

El ejército español había utilizado tropas norteafricanas desde la conquista de Orán, en 1509.

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