Bajo el calor de tu piel
Noelia Amarillo
BAJO EL CALOR DE TU PIEL
Noelia Amarillo
Ningún país está tan lejos como para no visitarlo. Esa es la filosofía de Andrés. Hace tres años huyó de su casa, su familia y su país, y desde entonces recorre el mundo sin ningún plan excepto su propio antojo. Casi ha conseguido borrar de la memoria a quien no quiere recordar. Hasta que una mañana, tras una noche especialmente descontrolada, recibe una llamada que dará un giro radical a su vida y le obligará a volver a donde no quiere regresar.
Su tío Caleb ha sufrido un accidente y no pinta nada bien.
Andrés no tiene otro remedio que volver al pueblo que abandonó sumido en el dolor y quedarse allí por un tiempo que se le antoja eterno. Allí descubre que su mejor amigo de la infancia ha ocupado su lugar. Hace su trabajo, se ha convertido en la mano derecha de su tío y es el inseparable compañero de su exnovia, Paula.
Y a Andrés todo eso le parece maravilloso. Odia trabajar en el campo, y tampoco le importa mucho que Caleb solo tenga buenas palabras para su antiguo amigo (ese al que va a partir la cara en cuanto se cruce en su camino) y desde luego, le parece estupendo que esté tan unido a Paula, esa zorra que le destrozó la vida y a la que no consigue olvidar.
ACERCA DE LA AUTORA
Noelia Amarillo nació en Madrid el 31 de octubre de 1972. Creció en Alcorcón (Madrid) y cuando tuvo la oportunidad se mudó a su propia casa, en la que convive en democracia con su marido e hijas y unas cuantas mascotas. En la actualidad trabaja como secretaria en la empresa familiar, disfruta cada segundo del día de su familia y amigas y, aunque parezca mentira, encuentra tiempo libre para continuar haciendo lo que más le gusta: escribir novela romántica.
ACERCA DE A RDIENTE VERANO
Premio Rincón Romántico 2011 de la web El rincón de la novela romántica y Premio Rosa 2011 de la revista RománTica’S en la categoría de Mejor Romance Erótico
«Una historia inolvidable. No pude parar de leer… y la leí en tres horas. Mereció la pena, sin duda.»
RNR
« Ardiente verano es una novela intensa, atrevida, de lectura ágil y que enganchará desde la primera página y con un protagonista masculino que te enamorará.»
Y OLEOYOCOMENTO.BLOGSPOT.COM.ES
Índice
Prólogo
Desde que no estoy con ella quemo todas mis noches…
— N o me gusta. —Raziel aprovechó que el tranvía tomaba una curva para chocar contra Andrés y susurrarle lo que llevaba todo el día deseando decirle.
—¿Qué es lo que no te gusta? —resopló este, poniendo los ojos en blanco. Razz había pasado toda la mañana y parte de la tarde con el ceño fruncido y callado como un muerto, y eso nunca era un buen presagio.
—Tus nuevos amigos —respondió, imprimiendo a la palabra amigos una evidente ironía.
—«Nuestros» nuevos amigos —apuntó Andrés mirando de refilón a la pareja que, sentada estilo indio en el suelo, hablaba con una pelirroja en un inglés macarrónico—. ¿Tengo que recordarte que nos han invitado a dormir en su casa? Gratis.
—Eso tampoco me gusta. Me han hablado bastante de ese barrio, nada bueno. No es un sitio al que me haga ilusión ir. Busquemos otras opciones.
—Si quieres vamos a un hotel. ¿Te va bien uno de cuatro estrellas o lo prefieres de cinco? Creo que en Leidsestraat hay un banco, tal vez podamos robarlo. Nos tapamos la cara con pañuelos y entramos montando gresca con pistolas de juguete mientras Lua nos espera fuera, ya sabes, al estilo de Redford y Newman en Dos hombres y un destino —gruñó Andrés tomando su mochila a la vez que le hacía un gesto a la pelirroja para que se levantara—. No es un mal plan, y si nos pillan disfrutaremos de alojamiento y comida gratis durante unos meses. Quién sabe, tal vez en Holanda haya cárceles de cinco estrellas.
—Guárdate tu sarcasmo para quien lo aguante. —Razz se colocó el petate a la espalda y de paso golpeó con él a su estúpido amigo—. Nos vas a meter en la boca del lobo.
—Mientras tenga los dientes limpios y esté vacunado contra la rabia —replicó Andrés encogiéndose de hombros.
—Qué gracioso. Me parto contigo. —Razz lo empujó contra las puertas del tranvía.
—¿Ya estáis discutiendo? —Lua se apresuró a colocarse entre los dos hombres, los hula-hoops que llevaba cruzados al pecho la ayudaron a mantenerlos separados—. No os puedo dejar solos.
—Solo es una pequeña discrepancia. —Andrés elevó apenas las comisuras de sus labios—. A Razz no le gustan nuestros nuevos amigos y a mí me parece que no es de sentido común rechazar alojamiento gratis mientras estemos en Ámsterdam.
—A mí tampoco me convencen —murmuró Lua, ganándose un gruñido de Andrés y un resoplido satisfecho de Raziel.
—Ya lo has oído. Busca cualquier excusa y despáchalos, no nos hacen falta —exigió Razz señalando con la mirada a la pareja que se colocaba tras ellos.
—No. —Andrés se lamió los labios despacio—. Me gusta la chica, no me apetece librarme de ellos tan pronto. Al menos hasta que me la haya tirado un par de veces.
—Si ni siquiera recuerdas cómo se llama —se burló Lua.
—¿Acaso el nombre es importante para follar? —replicó Andrés apeándose del tranvía en el mismo instante en el que se abrieron las puertas.
Razz y Lua se miraron el uno al otro y, tras encogerse de hombros, le siguieron. Con ellos se bajaron una pareja de pelo oscuro y piel aceitunada que les habían comunicado en un inglés casi ininteligible que venían de Atenas, lo que indicaba su origen griego, aunque lo cierto era que ni a Andrés ni a sus compañeros les importaba un pimiento su procedencia. Al fin y al cabo, qué más daba. Todos eran nómadas en un país extraño.
Se dirigieron con perezosa rapidez a Leidseplein; Andrés y sus amigos escudriñando cada rincón del lugar sin importarles dejar atrás a sus acompañantes. Caía la tarde y cientos de turistas y oriundos de Adam aprovechaban las suaves temperaturas del verano para acercarse a la animada plaza. El ocaso era el mejor momento para los artistas callejeros: los turistas, cansados tras el duro día, se acomodaban en las terrazas para cenar, las parejas paseaban con las manos entrelazadas y las familias paraban frente a los mimos ante la insistencia de los más pequeños. Todas estas personas tenían algún que otro billete en sus carteras. Billetes y monedas que Andrés y sus amigos necesitaban con cierta urgencia; la propia de aquellos que no tienen más que telarañas en los bolsillos. Por lo tanto, conseguir un buen sitio cerca de las terrazas más concurridas era primordial para empezar con buen pie la estancia en Ámsterdam.
Y a Andrés siempre le gustaba empezar lo mejor posible.
Señaló a Raziel un espacio libre que no estaba muy alejado de las terrazas. No era el mejor lugar de la plaza, tampoco el peor, pero sí el único disponible. Se dirigió presuroso hacía allí con sus amigos, los antiguos y los nuevos, a la zaga, y suspiró aliviado al dejar la pesada bolsa en el suelo. Torció los labios en una parodia de sonrisa cuando escuchó dos golpes secos acompañados de sendos gemidos provenientes de las gargantas de Lua y Razz. También ellos estaban hasta las narices de llevar las puñeteras mochilas a cuestas. Miró a la pareja de posibles griegos que en ese momento extendían una raída manta en el suelo, cerca de él. Si todo salía bien, durante la estancia en Ámsterdam dejarían el equipaje en su casa. Los había conocido esa misma mañana en la plaza Dam, mientras hacía su numerito con las bolas para conseguir el dinero del almuerzo. Ella era morena, tenía unas tetas enormes y parecía limpia; él era un inútil con las mazas, fumaba un porro tras otro, sonreía mucho y por lo visto le había caído simpático, pues les había invitado a quedarse en su casa. Y a Andrés con eso le bastaba para hacerse «amigo del alma» de ellos, al menos por una semana, o quizá dos, tres a lo sumo, tiempo más que de sobra para cansarse de Adam y buscar otra ciudad, otro ambiente, otras mujeres con las que follar.
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