• Quejarse

Durrell Lawrence - El Quinteto De Avignon 02

Aquí puedes leer online Durrell Lawrence - El Quinteto De Avignon 02 texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Durrell Lawrence El Quinteto De Avignon 02

El Quinteto De Avignon 02: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "El Quinteto De Avignon 02" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

El escritor Aubrey Blanford (un personaje del QUINTETO DE AVIGNON) desarrolla una elegante evocación de personajes y anécdotas en un doble plano, el de la memoria y el de la recreación literaria, por lo que el relato de lo que lo que sucedió realmente se superpone al relato literaturizado que se hizo de esos mismos acontecimientos, y se crea una cierta ambigüedad respecto a la veracidad.

Durrell Lawrence: otros libros del autor


¿Quién escribió El Quinteto De Avignon 02? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

El Quinteto De Avignon 02 — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" El Quinteto De Avignon 02 " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

EL QUINTETO DE AVIGNON

LIVIA

o enterrado en vida

(VERSAL)

BIBLIOTECA DEL CORONDEL

El quinteto de Avignon es una pentalogía integrada por las novelas Monsieur, Livia, Constance, Sebastian y Quinx, que pueden leerse independientemente, sin necesidad de seguir un orden determinado, ya que cada obra constituye una unidad en sí misma. En su conjunto, el Quinteto forma una constelación que da un nuevo sentido a cada una de sus partes, al mismo tiempo que presenta una específica unidad en el universo de la literatura contemporánea.

INDICE

UNO Un silencio seguro

Orígenes humildes

El cónsul insomne

Sol de verano

La cena de lord Galen

Replicando

El regreso del príncipe Hassad

La despedida de lord Galen

La juerga

Texto completo de los Doce Mandamientos

«In the name of the Dog the Father, Dog the Son, and Dog the Wholly Ghost, Amen. Here beginneth the second lesson.»

«¿Habrá algún camino intermedio entre lo totalmente arbitrario y lo completamente determinado?»

«Cinco colores mezclados vuelven a la gente ciega.»

Proverbio chino

UNO

UN SILENCIO SEGURO

Cuando Blanford se enteró de la noticia de la muerte de Tu, estaba en realidad viviendo en la casa que ésta tenía en Sussex y contemplaba la caída de las primeras nieves del invierno, que descendían de un cielo oscuro, rodeado de árboles aún más oscuros que desde hacía largo rato habían engullido un ocaso de tonos ocres. «En realidad», porque su propia versión del acontecimiento sería ligeramente distinta, por mor de la posteridad a la vez que por pruritos estilísticos. Un sillón profundo protegía su espalda de las corrientes de aire que, a pesar del alegre fuego de troncos de roble que ardía en la chimenea, campaban por sus respetos en el anticuado salón de techo alto, con su galería de músicos fusiformes. A su lado, sobre la alfombra, se veían unas muletas. Cuando colgó el auricular con forma de cuello de cisne, estalló la comprensión en su interior, como el sonido que encierra una gran caracola tropical: el rumor de la resaca rompiendo en blancas playas al otro extremo del mundo. Ella se perdería la lectura —¡egoísmo de escritor! — de todo el nuevo material añadido a su libro, una novela acerca de otro novelista llamado Sutcliffe, que para Tu y para él se había vuelto tan real como Blanford lo era para consigo mismo. Extrajo un pañuelo de la manga y se lo pasó por los secos labios; secos por causa del eterno cigarro que necesitaba mordisquear cuando trabajaba. Luego, tambaleándose, se dirigió al espejo colgado de la librería y se contempló fijamente un buen rato. El timbre del teléfono vibró y se oyó un clic, lo que era normal tras una llamada de larga distancia: como el último borbotón de sangre de una arteria. El escritor seguía mirándose de hito en hito y se imaginaba que él era Tu que lo miraba. Conque así era como ella lo veía, así fue como siempre i uibía visto... Así fueron las cosas con ellos, mirando con los mismos ojos, pensando con la misma mente. De repente comprendió que le rodeaban los libros de la muerta. Subrayados, anotaciones. ¡Ella estaba ahí aún!

Súbitamente sintió su imagen remozada y recreada por su muerte. Tan espantosa era la noticia, tan difícil de asimilar... ¡Dios mío! ¡Tenían aún tantas cosas por contarse! Ahora solamente quedaban hilos deshilvanados, cabos sueltos de conversaciones inconclusas. En adelante no tendría a nadie con quien hablar de verdad. Hizo una mueca y suspiró. De acuerdo, debería entonces almacenar dentro del cráneo toda esta conversación apasionante y enriquecedora. Durante toda la mañana estuvo tocando en el viejo órgano, satisfecho de descubrir que sus dedos y su memoria aún respondían. Nada como la música en una casa desierta. Y fue entonces cuando sonó el teléfono. Y ahora pensaba en Tu. En realidad, no servía para nada, puesto que cuando uno se muere resbala hasta el suelo y simplemente se derrite. Durante cierto tiempo siguen suspensos algunos retazos personales, como zapatos, vestidos, papeles que ya no se usan, con teléfonos anotados que ya no interesan. Como si de repente se hubiesen experimentado ansias de una mayor simplicidad.

Fuera, los chiquillos chillaban y patinaban en ^el helado lago. Sobre el hielo, resbalaban y entrechocaban las piedras. Se preguntó como encajaría la noticia su héroe Sutcliffe. ¿Le haría gañir en la novela como un perro horroroso? La noche anterior había leído en la cama algunas páginas del poeta latino que Tu prefería; fue como estar tendido junto a ella. Se le ocurrió la frase: «El latir regular de los versos latinos es como un eco del latir del corazón de ella. Oigo cómo su voz sosegada recita las palabras». Había moscas en el salón; el calor las había atraído. Parecía que leían en braille. Las atipladas voces del exterior sonaban lejanas. ¿Para qué servían los libros si no era para enjambrar pesares? De repente le dolió la espalda; sentía su espinazo rígido como un asta. Era un héroe de la guerra que envejecía con el espinazo relleno de plomo.

Deseó que pronto le llegara su turno. Desde aquel momento podrían colgarle etiquetas que rezaran «No se necesitará durante el viaje» o, simplemente, «Equipaje facturado», anudarlas en su asa y bajarlo a la fosa. Se elevó en su mente un enorme grito de soledad que no llegó a oírse. Era el estridente grito galáctico de un planeta solitario que giraba en el espacio. A Tu le encantaba rondar desnuda por la casa, en Italia, sin que la asaltara la idea de que procedía mal, y recitaba en voz alta el salmo decimosexto. Dijo una vez: «Es terrible, pero la vida no está del lado de nadie».

¿Así que el Sutcliffe que había ideado para su novela Monsieur se pegaba un tiro a través del espejo? «Tenía que hacerlo -', explicaba, apuntando a Blanford. «Era él o yo.» El escritor Blanford se sintió de repente como una versión muy resumida de un poema épico menor. ¡Enterrado en vida! Las muletas le hacían daño en los sobacos. Gruñó una maldición mientras renqueaba por la estancia.

Los consuelos del arte son preciosamente pocos. El siempre tuvo el secreto temor de que cuanto escribía era demasiado íntimo para que llegara al lector. El nuevo producto, engendro pomposo, exiguo como un escupitajo o esperma, era la resultante del entrenamiento demasiado riguroso en el uso del orinal impuesto por su madre, siempre sedienta de pureza. El resultado era una retención de material fecal: una prosa privada y una versificación típica del moderno artista esfinterino. En la vida corriente, esta negativa básica a cooperar con el universo, a rendirse, a entregarse, equivaldría en su última fase a la catatonia. En los pabellones de casos «agudos» de Leatherhead tenían un catatónico crepuscular que suspendían por el cuello del abrigo, sujeto mediante un gancho de carnicería, y allí se quedaba, colgado de la barra, oscilando lentamente en posición fetal. Como un murciélago, soñando sus sueños amnióticos, adormecido en un imaginario fluido materno. Era cuanto quedaba de uno que había sido buen poeta. Había pasado la totalidad de su vida en estreñimiento creador, una negativa a entregar, así que ahora seguía viviendo de ese modo: una vida entre comillas, para acuñar un retruécano. Blanford alargó la mano y tocó el manuscrito primitivo de su libro Monsieur. Se lo había dado a Tu y ésta lo había mandado encuadernar. Se preguntó dónde, en su imaginación que era su vida real, podría encontrar a Sutcliffe: le habría gustado hablarle. La última vez que supo de él se encontraba en Oxford; era famoso por un trabajo suyo basado en el estudio de un colega sobre la herejía templaría. La última comunicación que Blanford recibiera de él era una críptica postal que decía: «Un profesor de Oxford puede distinguirse de todos los restantes por su prepucio retráctil».

Se arriesgó a pensar nuevamente en Tu y repentinamente sintió como si le subiera la fiebre. Sin aliento, se levantó y logró descorrer el cerrojo del gran ventanal para dejar que entrara una nube de copos de nieve y una bocanada de aire frío. Luego agachó la cabeza, guiñó hacia el césped y observó cómo su aliento formaba una tenue nubecilla. Con un ademán histriónico se masajeó las sienes con nieve. Luego regresó fatigado a su asiento junto a la lumbre y a sus pensamientos.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «El Quinteto De Avignon 02»

Mira libros similares a El Quinteto De Avignon 02. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Luis García Jambrina - La doble muerte de Unamuno
La doble muerte de Unamuno
Luis García Jambrina
No cover
No cover
María Luz Gómez
G. K. Chesterton - Robert Browning
Robert Browning
G. K. Chesterton
No cover
No cover
Ricardo Ragendorfer
No cover
No cover
Durrell Lawrence
Lawrence D H - Apocalipsis
Apocalipsis
Lawrence D H
Geraldine Mccaughrean - El Cid
El Cid
Geraldine Mccaughrean
Gerald Durrell - La excursión
La excursión
Gerald Durrell
Lawrence Durrell - Limones amargos
Limones amargos
Lawrence Durrell
Reseñas sobre «El Quinteto De Avignon 02»

Discusión, reseñas del libro El Quinteto De Avignon 02 y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.