Alonso Millan Juan Jose - El Expresidente
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El Expresidente: resumen, descripción y anotación
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A ese gran actor que es José Luis Heredia
y para quien escribí el personaje de Arquímedes Cerezuela.
ALONSO MILLAN
Esta obra fue estrenada en el Teatro Cómico, de Madrid, la noche del 6 de septiembre de 1983, con el siguiente
REPARTO
(por orden de intervención)
Rosario ................................. Francisco Merino
Trinidad ................................ Luis Morris
Dulce ......................................Lina Canalejas
Arquimedes ...........................José Luis Heredia
Maitre.................................... Antonio Soto
Maite……………………… Mercedes Alonso
Botones ..................................Eduardo Solano
Hector................................. ...Pastor Serrador
Venancia ................................Blanca Sendino
Hija ..........................................Isana Medel
Hombre.................................. Julio L. Brunet
Lados los del público y época la de su estreno.
Decorados: MINGOTE
Dirección: JUAN JOSÉ ALONSO MILLAN
La acción de esta comedia transcurre en la habitación de un hotel de mucho lujo de Madrid. Una puerta que da al pasillo, otra al lavabo y otras dos, una enfrente de la otra que comunica con las habitaciones contiguas del hotel
(Al levantarse el telón, Dulce sentada en una silla toca con destreza una flauta, a su lado Trinidad escucha y mira a una cesta que hay encima de la me sita.)
Rosario. — (Entrando comiendo una manzana.) ¿Nada?
Trinidad.— Nada... No sale,..
(Pausa. Se sigue oyendo la flauta.)
Rosario.— Ten paciencia Trinidad, acabará saliendo.
Trinidad.— ¡Sí!... Pero..., ¿cuándo?... Llevamos más de dos horas y Asunción no ha dado señales de vida.
Rosario.— Últimamente estaba un poco sorda. Además, que no se puede preparar un asesinato con tanta prisa,
Trinidad.— La verdad es que yo nunca he tenido confianza en las culebras.
Rosario. — ¡Hombre, hay de todo!... Claro que, donde está el trinitotolueno,
Trinidad. — ¡Se acabó!,.. ¡Dulce!... ¿Quieres dejar de tocar ese instrumento? ¡Ya no aguanto más!... (Dulce deja de tocar.) Gracias,
Dulce.— ¡Maldito bicho! Llevo tres años enseñándola; cualquiera otra, ya habría aprendido, pero esta, encima de ser torpe, se ha quedado sorda.
Trinidad.-- -Son unos animalejos muy delicados.
Rosario.— Pero, también Beethoven era sordo e hizo la Novena,
Dulce.— La novena, la vamos a ir haciendo nosotros como nos falle el plan.
Trinidad.— Exacto. Dulce ha hablado con más razón que un santo. Hay que ser prácticos, el tiempo vuela y tenemos que encontrar la solución,
Rosario.— Yo me inclino, por una carga de dinamita bien puesta.
Trinidad.— No seas primitivo. Este trabajo tiene que ser una obra de arte
Dulce.— Hubiera sido tan sencillo.. Yo tocaba la flauta, ella cruzaba esa puerta, yo seguía tocando una pieza romántica..., y a los dos minutos, ese cerdo al otro mundo.., ¡Y se acabó Arquímedes Cerezuela!... Traidor a la patria que le vio nacer, Traidor al pueblo que un día, la semana pasada, creyó en él. Perjuro con la bandera del Churaguay, que es tan bonita, Desleal a la Constitución del 15 de agosto, a la del 7 de julio y a la del de mayo, que es mucho peor, y renegado ele una raza, que lleva miles de años luchando contra la opresión, la tiranía y la barbarie... ¿Me ha faltado algo?
Trinidad. —Creo que no. Es el padrón completo. Pero, por ahora, él es el más fuerte y si no nos damos prisa, deja el exilio y vuelve al poder,
Rosario. —Las últimas noticias de esta tarde han sido alarmantes. Hemos perdido el barco y sin marina, no hay nada que hacer.
Trinidad.— Menos mal, que nos queda aún el cañón.
Dulce.— Tampoco es un consuelo. El único que sabe manejarlo, es un técnico alemán, y los americanos le han prohibido que tome parte en esta revolución, Si esta noche no lo impedimos, ese marrano vuelve al poder y se proclama la 327 república de Churaguay. Y comienzan otra ves los partidos de fútbol, los seriales radiofónicos, el cine ... y la miseria, Rosario.— Cuando todos sabernos que el pueblo quiere ópera, ballet, conciertos...
Dulce.— ¡No seas imbécil, Rosario!... ¿Qué pueblo has visto tú que goce con eso? Es la propaganda, para despertar las simpatías en el mundo occidental. O ¿es que sois tan bestias que no habéis oído hablar de la cultura occidental?
Rosario; —Yo no. Pero Trinidad, sí. Una vez leyó a Campoamor,
Dulce.- ¿Campoamor, el socialista?
Trinidad.— No, el tren expreso,
Dulce.-— Estamos perdiendo un tiempo precioso y no se me ocurre nada.
Trinidad.— Coge a Asunción y métela por la rendija de la puerta, como es sorda, le da lo mismo,
Rosario. —¿Y si no está?
Dulce.— Está. El que salió hace un momento fue Héctor
Rosario,— Entonces hay que aprovechar la ocasión,
Trinidad.— Rosario tiene razón. Ha llegado la hora,
Dulce.— Está bien.
(Dulce va hacia la cesta y mira dentro)
Dulce.— ¿Quién la ha cogido?
Trinidad.— Yo no.
Rosario.— Yo tampoco. Habrá ido a echar una escamita al aire.
(En la habitación del general se oye un disparo.)
Trinidad.- ¿Habéis oído?
Dulce.— Ha sido en la habitación de Cerezuela.
Rosario.— A lo mejor, se ha suicidado.
Trinidad.— Seguro. ¡El Estudiante continúa en el poder!
Dulce.— Claro... No cabe duda,.. Ha fracasado y se ha dado un tiro. Lógico.
(Llaman a la puerta,)
Voz.—-(Desde dentro.) ¡Eh!... Oigan...
Dulce.— ¡Es él!... ¡Maldición!
Rosario. —Es su asquerosa voz.
Trinidad.— El mismo soniquete de los discursos,
Dulce.— Eso significa, que está vivo,
Rosario.— Hay que matarle,
Dulce.— Lo mataremos.. (Vuelven a sonar los golpes,) Dejadme sola con él,
Voz.— (Desde dentro.) Oigan... por favor... ¿Es que no hay nadie?..
Trinidad.— Cuidado Dulce, Churaguay está en tus manos,
Rosario. —¿Te preparo un corto de fulminato de mercurio?
Dulce. —No, no hace falta... te lo aseguro... ¡Un momento caballero, me estoy vistiendo!
Voz.—(Desde dentro.) No me diga eso... que echo la puerta abajo...
Dulce, —Vamos, no sea tan impetuoso... (A los otros.) Observar desde esta habitación, pero no se os ocurra tomar ninguna iniciativa. Trinidad, no dejes que use la pólvora Rosario.
Trinidad.— Descuida, Vamos,
Rosario,— Lo mejor es volar este hotel.... y caiga quien caiga.
(Mutis. Dulce abre la puerta y entra Arquimedes con bata y en una mano una culebra muerta y en la otra una pistola.)
Arquímedes. —Le pido perdón, señora... ¿Es suyo este animalito?
Dulce.— Pero... Si es la pobre Asunción,.. La he buscado toda la tarde... ¿qué le ha hecho?
Arquimedes, —Nada. Solamente la he dado un tiro. Discúlpeme. Las culebras me atacan los nervios,
Dulce. —No comprendo esa brutalidad... Pobrecita Asunción... ¿Es que le ha hecho algo malo? ¿Acaso, le insultó?
Arquímedes. —No me ha hecho nada malo, ni me ha insultado, ni me ha pedido dinero,
Dulce,— ¡Pedir dinero mi Asunción!... ¡Qué disparate!... ¡Cómo se nota que no la conocía!... Era incapaz de pedir nada a nadie, antes hubiera robado.
Arquimedes,— Créame que lamento lo sucedido, pero me puso nervioso. Empezó a mirarme fijamente a los ojos y luego silbó.
Dulce.— ¿Sí?... ¿El qué?
Aüqiumsdes. —Lo siento, no presté atención, Yo creo, que era una canción mejicana.
Dulce .— (Suspira.) Silbaba muy bien,
Arquimedes.-- No lo dudo... Señora... ¿Dónde la pongo?
Dulce. —Allí, en su cesta. Era donde vivía. Tenga, le regalo la flauta, a mí ya no me sirve para nada.
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