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Blue Jeans - Algo tan sencillo como darte un beso

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Blue Jeans Algo tan sencillo como darte un beso
  • Libro:
    Algo tan sencillo como darte un beso
  • Autor:
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    LIBRANDA PLANETA
  • Genre:
  • Año:
    2016
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Algo tan sencillo como darte un beso: resumen, descripción y anotación

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CAPÍTULO 8 Un beso sigue a otro beso Y no hay dos sin tres ni veinte sin - photo 1
CAPÍTULO 8

Un beso sigue a otro beso. Y no hay dos sin tres, ni veinte sin veintiuno. Marta y David llevan un rato en la habitación del sevillano, tumbados sobre la cama, aprovechando el tiempo del que disponen. La semana anterior pasaron juntos el fin de semana, aunque en Navidades no se vieron ni un solo día. Eso entristeció mucho a la chica, que tuvo que conformarse con las conversaciones por teléfono y vía Skype.

—Me encantaría estar siempre así —susurra Marta apoyando su cara en el pecho de David—. ¿No te gustaría pasar conmigo las veinticuatro horas de todos los días de tu vida?

—No lo sé —responde el joven acariciándole el pelo—. Me gusta estar contigo. Pero no creo que fuera bueno el no separarnos nunca.

—¿Por qué? Eres lo único que me importa.

—A mí también me importas mucho. Pero terminaríamos tirándonos de los pelos. Cada persona debe tener su propio espacio.

Marta no está de acuerdo con eso. Lo ama y le encanta estar con él. ¿Para qué quiere espacio? Lo que necesita es pasar todo el tiempo posible con su novio y que su relación vaya cada día a más. Les queda mucho por hacer juntos. ¡Si ni siquiera se han acostado!

—Tengo hambre —dice la chica incorporándose de un brinco—. ¿Vamos a cenar?

—Vale. Yo también tengo hambre.

El joven se levanta y coge los tiques para la cena, el que le corresponde a él y uno blanco de invitación para Marta. Salen al pasillo, donde no encuentran a nadie, y se dirigen hacia el comedor.

—¿Dónde están todos? —pregunta ella extrañada de no ver a gente en la residencia.

—Es sábado. Muchos salen de fiesta y otros lo están pasando con sus familias que vienen de visita y cenarán más tarde.

—¿Y los del pasillo?

—Solo sé que tu hermana está en el centro. Los demás, no tengo ni idea.

El comedor está prácticamente vacío. Aunque en la mesa del fondo, en la que se suelen sentar los chicos del pasillo 1B, se encuentra Ainhoa. Marta y David llenan sus bandejas y se reúnen rápidamente con ella. La joven los saluda sin dejar de pelar una manzana verde que ha elegido de postre.

—Te pasas aquí más tiempo que algunos residentes —le dice la canaria a Marta.

—Si por mí fuera, me quedaría a vivir aquí. En Toledo me aburro como una ostra y... estoy sola.

—Quédate. Nosotros te adoptamos, ¿verdad, David?

El sevillano hace como que no escucha. Aliña con sutileza la ensalada que se ha servido y se lleva el tenedor a la boca.

—Gracias. Espero que estos dos años de instituto pasen rápido. Aunque no sé si cuando yo acabe vosotros seguiréis aquí.

La canaria no responde a eso. En realidad, desde que Óscar volvió con su exnovia, no le apetece estar allí. Cruzarse con él por el pasillo o compartir de vez en cuando mesa no le agrada. Es más, se planteó irse de la Benjamin Franklin en Navidades, pero finalmente decidió quedarse porque cambiar de vivienda en pleno curso no era muy aconsejable. Además, a pesar de todo, allí están sus amigos. Los únicos que tiene en Madrid.

—¿Qué vais a hacer esta noche? —pregunta Ainhoa, que intenta cambiar de tema—. ¿Os quedáis en la residencia o salís por ahí?

—Nos quedamos —responde inmediatamente Marta.

—¿Noche romántica?

Las dos chicas ríen, aunque la risa de la toledana está repleta de nervios. ¿Tendrá planeado algo su novio? ¿Y si esa noche es en la que por fin...? Ya son muchas semanas las que llevan juntos. ¡Nada menos que cuatro meses! Hasta el momento, no han traspasado esa línea. Pero tiene ganas. Cada vez más. Si él no se lo propone, será ella quien se lance. Viene preparada para todo.

—¿Y tú qué vas a hacer, Ainhoa? ¿Te quedas en la residencia?

—Estoy indecisa. Un tío de mi clase me ha propuesto ir a tomar algo con él. Pero no tengo muchas ganas.

—¿No? Deberías ir.

—No sé. Es un tío bastante guapo y divertido. Mira.

La canaria saca su móvil y le enseña a Marta una foto del chico que le ha pedido salir esa noche.

—¡Está muy bueno!

—No exageres. Es mono y eso, pero...

—¡Venga ya! ¡El chico está muy bien! No seas tonta y sal con él.

Ainhoa echa un nuevo vistazo a la foto que acaba de mostrarle a Marta. Sí, la verdad es que aquel tío está bueno. Y las veces que ha hablado con él le ha parecido muy simpático. Quizá deba darle una oportunidad.

—Me lo pensaré.

—¡No te lo pienses! ¡A por él, guapísima!

Las dos vuelven a reír, aunque ahora la más alterada es la canaria. Desde la última vez que se acostó con Óscar, no ha vuelto a hacerlo con nadie. Aunque alguna proposición ha tenido, sobre todo en Nochevieja. Pero no andaba de ánimos para estar con ningún chico. ¿Es hora de olvidar al de Valladolid para siempre?

—Ya veré. Cuando me duche decido si me visto para irme de fiesta o me pongo el pijama —indica Ainhoa, que gracias a las palabras de Marta se siente con más ganas de salir—. ¡Pero sin presión!

—¡Tranquila! No te diré nada más. Pero... sal con él.

El susurro final de Marta da por finalizada la conversación sobre ese asunto. Ainhoa termina su manzana y se pone de pie. Se va a despedir de ellos cuando recuerda algo y le pregunta a David.

—Por cierto, ¿qué tal ha ido la sesión de ouija ? No habréis metido ningún espíritu maligno en el pasillo, ¿verdad?

La expresión del sevillano cambia por completo. También la de Marta, que no comprende ni sabe nada acerca de lo que está hablando Ainhoa.

—No te preocupes, todo ha ido bien.

—¿De qué estáis hablando? ¿Habéis hecho una ouija ?

—Sí, pero...

—¿Por qué no me lo has contado?

—Porque no era importante.

—¿Que no era importante? ¿Invocar a los muertos no tiene importancia? —protesta la toledana muy molesta.

Ainhoa asiste de pie, en primera fila, a la discusión entre Marta y David y comprende que tal vez ha dicho más de lo que le correspondía. Se despide de la pareja y se marcha del comedor con la sensación de haber hablado demasiado.

—Esto no ha sido cosa mía. Ha sido Manu el que lo ha organizado todo —indica el sevillano, en voz baja, cuando se quedan los dos solos.

—¿Y tú por qué has participado?

—Porque me lo pidió como favor.

—No lo entiendo. Aunque entiendo menos por qué no me lo has dicho. ¿Elena lo sabe?

David resopla. No puede contarle a su novia todos los detalles por los que estuvo en la sesión de ouija . Pero tampoco debe mentirle en todo. Así que no le queda otra que admitirlo.

—Sí, tu hermana lo sabe. Es más, estuvo en la sesión.

—¿Qué? ¿Elena también?

—También. Estuvimos ella, Manu, Toni y yo.

Los ojos de Marta reflejan su incredulidad. Le cuesta comprender que su novio y su hermana se implicaran en algo así.

—¿Y no pensabas contármelo?

—Te he dicho que no es algo importante. Si pasara algo importante, serías la primera en saberlo.

—Ya.

No está en absoluto convencida de que eso sea verdad. Si no llega a ser por Ainhoa, no se habría enterado de que David y Elena habían participado en una sesión de ouija . ¿De cuántas más cosas no la ha informado?

—¿Podemos dejar el tema y terminar de cenar, por favor?

—¿No confías en mí?

—¿Qué? No es eso. Claro que confío en ti —dice el sevillano sobresaltado.

—No lo parece.

—Que no te haya contado esto no significa que no confíe en ti. No saques conclusiones equivocadas.

David mira a Marta fijamente. Trata de convencerla de que todo va bien. Sin embargo, por dentro, le duele mentirle. Besó a Elena antes de las vacaciones de Navidad, y si ha hecho la ouija es porque Manu lo vio todo y le ha puesto la soga en el cuello. Pero lo peor es que no sabe si realmente la quiere. Podría finalizar su relación en ese mismo instante. Hablarle de sus dudas, de la inseguridad en sus sentimientos. Confesarle que no sabe si a la que ama es a ella o a su propia hermana. Pero no lo hace. David se pone de pie, se inclina sobre la chica y le da un dulce beso en los labios.

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