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Marta Garaulet - Simplicity: En la comida el éxito está en lo sencillo

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Marta Garaulet Simplicity: En la comida el éxito está en lo sencillo

Simplicity: En la comida el éxito está en lo sencillo: resumen, descripción y anotación

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Este libro te facilitará la forma de comer y te permitirá darte cuenta de que no es necesario ser un gran cocinero para preparar unos alimentos que estén ricos y sienten bien. Con pocos recursos es suficiente y no hay que dedicar un tiempo excesivo a la cocina para comer saludablemente. Lo que hay que hacer es darle a la alimentación la importancia que se merece y tratar por todos los medios de integrarla en un nuevo concepto, SIMPLICITY que consiste en una gastronomía saludable, solidaria, sostenible y satisfactoria, pero ante todo SENCILLA. Lo complicado no es práctico, no es aplicable, no es duradero. Con SIMPLICITY te ofrecemos una nueva forma de organización para que consigas tus propósitos de una vida sana en tu alimentación sin grandes esfuerzos y sin renunciar al placer de la comida.

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CAPÍTULO ¿QUÉ ES SIMPLICITY?
QUÉ DIFÍCIL PARECE COMER DE FORMA SANA

Cuántas veces en tu vida te has propuesto llevar una alimentación sana y, sin embargo, has desistido cuando has visto que tras tres o cuatro días de firme propósito, al llegar a casa cansado por la noche, te has encontrado que no tenías fuerza moral para prepararte una ensalada o hacerte un pescado. Entonces has cogido el teléfono y has llamado para que te trajeran una pizza o comida china, o te has comprado una hamburguesa. Y has pensado: ¡qué frustración!, ¿no será que esto de comer sano es imposible?

Y es que ocho personas de cada diez no tienen tiempo de cocinar en España. El ritmo acelerado que llevamos obliga a millones de personas a descartar comer en casa. Esta realidad está haciendo que muchos de nosotros busquemos otras alternativas como comprar comida preparada para que nos la lleven a casa. La comida take away representa ya el 12 por ciento del sector alimentario aquí en España y es casi el doble que la media europea (que no supera el 7 por ciento).

Vivimos en una constante contradicción. En nuestro fuero interno buscamos estar más sanos, y sabemos que la dieta mediterránea es un pilar de la alimentación saludable. Pero cada día es más difícil. Resulta casi imposible seguir la alimentación que llevaban nuestros padres o nuestros abuelos.

En Boston, Estados Unidos, donde paso parte de mi vida, la situación es todavía más complicada. La mayor parte del mercado alimentario está copado por comida preparada. En muchas de las casas bostonianas no ha entrado un alimento fresco en meses. No hay tomates ni lechuga, no existe la fruta, ni siquiera el pan fresco. Las despensas están repletas de patatas tipo chips, nachos, los congeladores de grandes helados y la nevera de bebidas carbonatadas. Esto y la llamada por teléfono, que te resuelve cada noche la cena con una pizza rápida, son la base de la alimentación de muchas familias americanas.

Hace un tiempo, me llamaron de la Universidad de Chicago para dar una conferencia en honor de Lydia J. Roberts (1879-1965), una experta científica en nutrición y profesora de universidad. Esta investigadora pasó a la historia por crear las Recomendaciones Dietéticas Americanas (RDA) que desde entonces se actualizan cada cinco años y establecen las bases de lo que se recomienda en alimentación en el mundo.

Durante esa semana tuve la oportunidad de hablar con diferentes gerentes del hospital de la Universidad de Chicago. La directora me comentó su gran preocupación por la obesidad infantil que había en Chicago, en especial en los barrios más desfavorecidos, y que estaban intentando, a través de los colegios, que los niños aprendieran a cocinar, porque en casa sus padres ya no lo hacían.

Se me ocurrió preguntar con qué aceite cocinaban en sus casas y me miró sorprendida. ¿Cocinar? Nadie lo hace ya. La mayoría de las casas no tienen cocina ni horno, solo cuentan con microondas para calentar la comida preparada que se compra. Mayormente hamburguesa, pollo frito y alguna que otra pizza. Ahí me di cuenta del problema que se nos avecinaba. América, en cierta medida, refleja lo que pasará en el futuro de España. Entendí que, si no poníamos remedio, las cocinas ya no serían necesarias en las casas del futuro.

La sociedad más joven busca una solución, tienen derecho a llevar una vida saludable y, en esta búsqueda, muchos jóvenes americanos encuentran la respuesta en el deporte. Es en el gimnasio donde muchas veces transcurre la vida social de los jóvenes americanos. Incluso, si te fijas, te darás cuenta de que la moda actual está basada en la ropa de hacer deporte: las antiguas mallas para gimnasia son los pantalones actuales; las chaquetas que se usaban para correr son los nuevos abrigos; el calzado básico de todos los días son las antiguas zapatillas de tenis o de baloncesto.

A veces el deporte se convierte en una obsesión y en una huida hacia la salud. Pero, a pesar de las grandes ventajas que sabemos que tiene el deporte, entendemos que con él solo se equilibra una parte de la balanza, que es el gasto energético diario, y que, sin un control de lo que se come (la ingesta energética), sin una adecuada alimentación, es difícil conseguir un peso saludable o una vida sana.

Hay personas que para resolver su problema llegan a los extremos, les resulta más fácil la postura del «todo o nada». Esto se traduce, por ejemplo, en pasar los fines de semana frente a la televisión comiendo nachos, palomitas y helado, y viendo series, y por la noche salir solo para machacarse en el gimnasio. En lo que se refiere a la alimentación, muchos jóvenes americanos tratan de escapar de la comida basura y, para ello, se convierten al veganismo. Piensan que rechazando completamente los productos animales y comiendo solo verduras y frutas encontrarán la solución a sus problemas.

Otros, como Mark y Ronnie —una pareja de arquitectos que vive en Boston— han resuelto su problema mediante una empresa que les lleva cada lunes unas cajas de madera repletas de productos frescos, parcialmente preparados, es decir, con lechugas prelavadas, garbanzos ya cocidos y una selección de frutas que, junto con 7 recetas de cocina (una para cada noche de la semana), les permite preparar ellos mismos, en menos de 15 minutos, una cena saludable, fresca y apetitosa.

También tengo amigos que han optado por las dietas de ayuno, o el Time-Restricted Eating, TRE, que consiste en poder comer solo durante unas horas del día, con ayunos de 12 hasta 18 horas generalmente, es decir, comer, por ejemplo, hasta las 15.00 p. m. y luego no probar bocado hasta el día siguiente. Otros han optado por el ayuno intermitente, días en los que se come poco o nada alternados con otros en los que se permite comer de todo.

Otros países también están buscando soluciones a la falta de tiempo, a la obesidad o al alejamiento de una alimentación saludable. Por ejemplo, en Estocolmo, donde pasé un mes de estancia investigadora en el Karolinska Institute, parte del dinero de cada grupo de investigación se destina a comprar cajas de fruta, que eligen según los gustos, y se ponen cada semana en la zona de trabajo común. Así, los investigadores no dejan de tomar fruta a pesar de sus precios tan elevados en el mercado sueco.

Estos son algunos ejemplos que observo durante mi vida en el extranjero. Pero estas soluciones no resuelven el problema en su conjunto, además de que son caras, puntuales y no resultan útiles para familias con mayor número de comensales o con menor poder adquisitivo.

HACIA UNA NUEVA FORMA DE VIDA

Albert Einstein, Premio Nobel de Física y uno de los grandes genios mundiales del siglo xx, afirmó en cierta ocasión que «todo tiene que ser tan simple como sea posible, pero no más simple»; con esta sencilla frase se resume el concepto de simplicidad. Si lo aplicamos a nuestra vida a través de la alimentación y del universo de la gastronomía, nos encontraremos con una nueva forma de vida que es SIMPLICITY.

No puede ser que comer saludablemente se convierta en un drama. Tiene que ser un disfrute, tiene que resultar divertido, y esto se consigue si simplificamos el proceso, si, por ejemplo, tenemos curiosidad por descubrir las propiedades de los alimentos, si nos apuntamos a incorporar a nuestra vida nuevas recetas y, por encima de todo, si utilizamos no solo los cinco sentidos básicos, sino ese gran complemento que es el sexto sentido, el sentido común.

También decía el profesor Francisco Grande Covián (uno de los padres de la dieta mediterránea), que «solo comeremos lo que debemos si nos gusta». Y es que comemos por salud, pero también por placer, de acuerdo con una riquísima herencia sociocultural. Es decir, la dieta mediterránea es el resultado de los hábitos alimentarios que han llegado a nuestra mesa, y que han resistido el paso del tiempo, gracias a que muchas generaciones anteriores comían lo que les satisfacía, lo que les sentaba bien y, además, lo que tenían al alcance de la mano, lo que les daba la tierra.

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