Presentación
Prólogo
Carta a los cuatro
Primeras canciones 1984 - 1991
El álbum Café Tacvba 1992
Joselo
Re 1994
Giras y festivales
Unplugged 1995
Meme
Avalancha de éxitos 1996
Colaboraciones
Revés / YoSoy 1999
Quique
Vale callampa 2002
Rubén
Cuatro caminos 2003
Un viaje 2005
Soundtracks y discos de tributo
Sino 2007
Seguir siendo Café Tacvba 2010
El objeto antes llamado disco 2013
25 Años 2014
Acerca del autor
Créditos
a revista española Zona de Obras , con la que he colaborado durante años como corresponsal en México, me propuso realizar textos sobre ciertos grupos de rock mexicano con una importante base de seguidores en la Península Ibérica para que formaran parte de la colección de títulos que publicaron con apoyo de la SGAE. El primero de ellos fue Puro Power Mexicano . Conversaciones con Molotov , que conformé con base en una serie de entrevistas realizadas a sus integrantes durante el Watcha Tour , la gira de grupos latinoamericanos a través de Estados Unidos, llevada a cabo en el año 2000. En aquella edición también participaron Aterciopelados —mis anfitriones, el grupo en cuyo autobús viajé—, Enanitos Verdes, A.N.I.M.A.L. y Café Tacvba. Muchos fueron los encuentros espontáneos con los tacubos en cada una de las escalas de aquel exhaustivo tour y puedo decir que fue allí donde fortalecí mi amistad con ellos.
El segundo título que aporté para la colección fue De mis pasos. Conversaciones con Julieta Venegas , libro que de igual manera se hizo a partir de largas charlas con la cantante norteña y que solamente salió a la venta en España en 2005. Se conformó de una serie de reflexiones en las que ella aborda desde su niñez hasta su éxito en el mundo de la canción pop y el rock hispanoamericanos. Fue entonces que el director de la revista mencionó el nombre de Café Tacvba como posible candidato a futuro. En lo personal, la relevancia del cuarteto en el horizonte de la música mexicana me parecía por demás incuestionable, así que me acerqué directamente a Joselo para proponerle la idea de trabajar en una publicación con características similares a las de Molotov y la Venegas. No obstante mi interés en ello, el primer intento por conseguirlo obtuvo una respuesta negativa: el grupo no estaba interesado. Aunque, hay que decirlo, la semilla del proyecto quedó allí y más tarde germinaría.
Debió haber sido en 2008 cuando se retomó el tema. Entonces el grupo estaba por cumplir sus primeras dos décadas de vida artística y sus integrantes tenían el ánimo de hacer algo para celebrarlo. Joselo me escribió diciéndome que el grupo reconsideraba la propuesta que había hecho años atrás y que, a su vez, Rubén estaba pensando en armar un libro gráfico. El planteamiento inicial era que ambos, el de Rubén y el que yo trabajaría, se publicaran simultáneamente. Me encantó la idea y de inmediato puse manos a la obra. Era obvio que el libro interesaría a Zona de Obras , pero el grupo estaba determinado a que éste se destinara especialmente al mercado mexicano antes que a cualquier otro.
Trabajé en un capitulado que incluyese los distintos episodios de la trayectoria del grupo, a la par de los muchos ángulos de su personalidad, comenzando con la de sus propios integrantes. Acto seguido, señalamos una fecha para dar el banderazo de salida de su proceso: 25 de febrero de 2009.
El arranque de la realización de Bailando por nuestra cuenta. La historia de Café Tacvba , se dio muy a la par del trabajo que los cineastas Ernesto Contreras y J. M. Cravioto realizaron para la producción del documental Seguir siendo Café Tacvba . De hecho, la primera conversación hecha con Meme en uno de los estudios de El ensayo fue captada por sus cámaras casi en su totalidad.
Fueron muchas las sesiones de entrevista que hice con el cuarteto en distintos momentos y lugares. Hubo varias realizadas en El ensayo, otras en hoteles de Guadalajara, cuando el grupo venía a tocar a la ciudad donde resido, y algunas más en las casas de cada uno de ellos, organizadas con antelación y con el apoyo logístico de Juan de Dios Balbi. La última se llevó a cabo en los camerinos del auditorio Blackberry con Rubén, Meme y Joselo, el día previo a la grabación de El objeto antes llamado disco , grabación a la que por cierto asistí y disfruté sobremanera. Con Quique terminaría el proceso de grabación del material para el libro una tarde de diciembre de 2013, en el camerino del Foro Expo, durante una Feria Internacional del Libro a la que el bajista había asistido por alguna razón personal.
Cabe hacer notar que, aunque las preguntas están dirigidas al grupo en general, las entrevistas con ellos se hicieron de forma aislada, en sesiones de aproximadamente una hora de duración —unas diez en promedio con cada uno—, lo que ofrece distintas perspectivas acerca de algunos de los episodios de su carrera. En un principio, cuando se habló por vez primera del proyecto, se planteó que el libro fuese publicado en la celebración del 20 aniversario del grupo, pero la empresa editora que se ofreció a hacerlo posible no consiguió los medios para ello por distintas razones. Y los años pasaron. Ahora, tras más de un lustro de espera, luego de tratar de encontrar coyunturas que justificasen su nacimiento, finalmente la editorial Planeta se ha resuelto a materializarlo. Para mí es una alegría que eso suceda y no deja de ser motivo de orgullo el poder recontar la fantástica historia de Café Tacvba. Ojalá que estas páginas contagien en el lector la fascinación que yo tuve al conocerla de primera mano, a través de los elocuentes relatos de estos singulares y entrañables músicos mexicanos a quienes antes que nada quiero agradecer su complicidad, emoción y generosidad.
Enrique Blanc
I
unque surgieron en Ciudad Satélite a mediados de los años ochenta, en 1990 —cuando escribí el texto que viene a continuación en este prólogo para la revista La Pus Moderna — la gente apenas empezaba a preguntar: ¿Café Tacvba? ¿Quiénes son? En esos momentos sólo eran conocidos por el reducido público roquero de la Ciudad de México y por las presentaciones en bares minúsculos como El Hijo del Cuervo, El Nueve, el Tutti Frutti y unos pocos más. Entonces no habían grabado ningún disco y ocasionalmente aparecían algunas cintas piratas en el Tianguis del Chopo. A sus conciertos asistía un número cada vez mayor de jóvenes seducidos por la presencia carismática de cuatro músicos que se proclamaban herederos en línea recta de Los Tigres del Norte y de Agustín Lara y que comenzaban a desarrollar un sonido característico: desde canciones impúdicamente románticas hasta violentamente punks, atravesando con limpieza las cadencias afroantillanas y las aceleradas polkas norteñas revestidas de techno.
Estamos en El Nueve, la pequeña discoteca de la Zona Rosa que cerró definitivamente en 1989. “Es igualito a Regino Burrón”, me dice un amigo señalando a Rubén Albarrán (el nombre que se esconde detrás de numerosos alias), quien canta, grita, se contorsiona, corre y da vueltas y vueltas por el escenario y se desgarra mientras marca el ritmo golpeándose el pecho desnudo y a veces con unas tarolas y una redova imaginarias; su atuendo, cada vez más sofisticado, remite invariablemente a los personajes de las películas mexicanas de los cincuenta: un rancherito vivaz o un Juan Diego empeyotado. Joselo, en la guitarra acústica, recuerda un poco a los músicos de los comienzos rocanroleros por sus largas patillas y sus gafas oscuras; su figura robusta le confiere un sesgo un tanto cómico cuando baila y se balancea al ritmo de los teclados de Emmanuel, quien los aporrea con soltura mientras su figura lánguida y apacible apenas se mueve, aunque de pronto al siguiente momento se comporta como un chiquillo malcriado y brinca y reparte pataletas a diestra y siniestra. Quique pulsa el contrabajo con la sobriedad de un músico de orquesta sinfónica, para después parodiarlo y actuar como un rocabilly de los cincuenta en la costa californiana. No hay baterista, “es el público el que necesita uno, nosotros no”, afirman. En cambio, cuentan con una caja de ritmos obediente y cumplidora.