PRIMERA EDICIÓN VINTAGE ESPAÑOL, ENERO 2013
Copyright de la traducción © 2013 por Vintage Books, una división de Random House, Inc.
Todos los derechos reservados. Publicado en los Estados Unidos de América por Vintage Español, una división de Random House, Inc., Nueva York, y en Canadá por Random House of Canada Limited, Toronto. Originalmente publicado en inglés como My Beloved World en los Estados Unidos por Alfred A. Knopf, una división de Random House, Inc., Nueva York. Copyright © 2013 por Sonia Sotomayor.
Vintage es una marca registrada y Vintage Español y su colofón son marcas de Random House, Inc.
Todas las fotografías pertenecen a la colección personal de la autora con la excepción de la última fotografía que aparece en la sección de fotos, la cual es de Steve Petteway, cortesía de la Corte Suprema de los Estados Unidos.
Sotomayor, Sonia, 1954–
[My beloved world. Spanish.]
Mi mundo adorado / by Sonia Sotomayor; traducción de Eva Ibarzábal.
—Primera edición Vintage Español.
pages cm
eISBN: 978-0-345-80410-5
Cover design by Katya Mezhibovskaya
1. Sotomayor, Sonia, 1954– 2. Hispanic American judges—Biography. 3. Hispanic American women—Biography. 4. Judges—United States—Biography. 5. United States. Supreme Court—Officials and employees—Biography. I. Title.
KF8745.S67A318 2013
347.73′2634092—dc23
[B] 2012043519
Diseño de Cassandra J. Pappas
www.vintageespanol.com
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Contents
Perdonadle al desterrado
ese dulce frenesí:
vuelvo a mi mundo adorado,
y yo estoy enamorado
de la tierra en que nací.
—de “A Puerto Rico (Regreso)”,
de José Gautier Benítez
Prefacio
D ESDE MI NOMBRAMIENTO a la Corte Suprema, he hablado ante una amplia variedad de grupos en diferentes escenarios y he respondido a toda clase de preguntas. Muchas personas, como es de esperarse, me han preguntado sobre el derecho, la Corte y mi trayectoria como juez. Pero muchas más, para mi sorpresa, me han preguntado acerca de mi historia personal, mostrando curiosidad sobre cómo me las arreglé y cómo me moldearon las diversas circunstancias ya conocidas sobre mis primeros años de vida, específicamente aquellas que normalmente no fueron prometedoras.
En una conferencia sobre la diabetes juvenil, una niña de seis años me preguntó de manera muy triste si vivir con la enfermedad se tornaba más fácil con el tiempo. En otro lugar, un niño que recientemente había perdido a su padre me preguntó cómo había sobrellevado la pérdida de mi padre a tan temprana edad. Los estudiantes minoritarios me han preguntado cómo era vivir entre dos mundos: ¿Cómo permanecí conectada a mi comunidad? ¿Alguna vez experimenté la discriminación? Muchos abogados jóvenes, hombres y mujeres, me han preguntado cómo he balanceado mi vida personal con las exigencias de la profesión. La más desconcertante de todas las preguntas fue la que inspiró este libro: ¿Cuánto le debía a haber tenido una niñez feliz? Esa me costó trabajo; hasta escribir este libro, no he hablado públicamente sobre algunas de las experiencias más amargas de mi niñez, y no me habría considerado absolutamente feliz de niña. A la larga, sin embargo, me he dado cuenta de que tuve momentos de profunda felicidad y éstos hicieron florecer en mí un optimismo que demostró ser más fuerte que cualquier adversidad.
Subyacente a todas estas preguntas está la sensación de que la historia de mi vida llega a la gente, ya que resuena con sus propias circunstancias. Los retos que he afrontado —entre ellos, la pobreza material, una enfermedad crónica y haber sido criada por una madre soltera— ni son excepcionales ni tampoco me impidieron alcanzar logros excepcionales. Para muchos, es motivo de esperanza ver a alguien realizar sus sueños mientras lleva cargas de esa naturaleza. Al captar la atención de la gente de esta manera, he pensado detenidamente por algún tiempo qué lecciones puede tener mi vida para los demás, sobre todo para los jóvenes. ¿Cómo ha sido posible que la adversidad me animara en lugar de que me derrotara? ¿De qué fuente emanan mi esperanza y optimismo? Lo más fundamental, mi propósito al escribir estas memorias, fue hacer accesible mi ejemplo esperanzador. Las personas que viven en circunstancias difíciles necesitan saber que existen finales felices.
Recientemente, un estudiante me formuló otra pregunta que me hizo pensar: “Partiendo de que sólo hay nueve Jueces en la Corte Suprema, cada uno con nombramiento vitalicio, ¿es realista que alguien aspire a esa meta? ¿Cómo nos arraigamos a sueños que, desde el punto de vista estadístico, son prácticamente imposibles?”. Como expreso en estas páginas, mi primer sueño fue convertirme en juez, que ya de por sí parecía inalcanzable hasta que sucedió. La idea de llegar a ser juez de la Corte Suprema —que ciertamente, como meta, eludirá a la inmensa mayoría de los aspirantes— nunca se me ocurrió salvo en la más remota de mis fantasías. Pero la experiencia me ha enseñado que no puedes valorar los sueños de acuerdo a las probabilidades que tienen de convertirse en realidad. Su valor verdadero reside en despertar en nosotros la voluntad para aspirar a lograrlos. Esa determinación, cualquiera que sea su destino final, nos impulsa hacia adelante. Y después de un tiempo, puede que reconozcas que la verdadera medida del éxito no es cuánto has acortado la distancia a una meta lejana, sino la calidad de lo que has hecho hoy.
Me he aventurado a escribir sobre mi vida personal con más familiaridad de la habitual para un miembro de la Corte Suprema, y ese candor implica cierta vulnerabilidad. Seré juzgada como ser humano por lo que los lectores encuentren aquí. El ser franco es arriesgado, pero me parece que es un riesgo menor cuando se compara con la posibilidad de que algunos lectores encuentren consuelo, tal vez hasta inspiración, al examinar de cerca cómo una persona común y corriente, con sus fortalezas y debilidades como cualquier otra, ha logrado una trayectoria extraordinaria.
Estoy segura de que mis asistentes jurídicos se horrorizarán al ver la frecuencia con la que he roto mis propias reglas estrictas sobre la redacción formal. Cada regla, no obstante, responde a un contexto, y las memorias personales requieren un estilo diferente a una opinión legal.
Tampoco son las memorias lo mismo que una biografía, cuyo propósito es presentar el relato más objetivo de los hechos de una vida. Las memorias, a mi entender, no pretenden negar su subjetividad. Su temática es el recuerdo de una persona; y los recuerdos, por naturaleza, son selectivos y están teñidos por las emociones. Seguramente, otras personas que tuvieron participación en los eventos que describo recordarán los detalles de otra manera, aunque espero que estemos de acuerdo sobre las verdades fundamentales. No me he tomado libertades con el pasado como lo recuerdo ni usado la ficción más allá de reconstruir las conversaciones de memoria. No he mezclado personajes ni torcido el orden cronológico a conveniencia. No obstante, he intentado contar una buena historia. Si algunos amigos o miembros de mi familia no se encuentran mencionados o se desilusionan al ver que sus papeles no son tan prominentes como habrían esperado, confío en que entiendan que la necesidad de mantener el relato claro y enfocado tiene que superar incluso a una abundancia de sentimientos.
Puede que algunos lectores se decepcionen al ver que he optado por terminar esta historia hace veinte años, cuando me convertí en juez por primera vez. He tomado esa decisión por la naturaleza personal de lo que deseo expresar. Aunque pienso que mi crecimiento personal ha continuado desde entonces, la persona que soy, ya en ese momento había alcanzado su formación esencial. Por otro lado, no tengo tanta perspectiva ni sentido de conclusión con respecto a mi carrera en la judicatura. Cada una de sus etapas —primero en la Corte de Distrito, luego en la Corte de Apelaciones y ahora en la Corte Suprema— ha sido única e independiente; y no podría decir con certeza cómo cada parte configurará lo que todavía puedo lograr como juez. Mientras tanto, me parece inapropiado reflexionar sobre un curso que todavía se está cristalizando o hablar del drama político que rodeó mi nominación a la Corte Suprema, por más curiosidad que algunos puedan tener sobre ese tema.