Nativa de Arizona de tercera generación, GABRIELLE GIFFORDS representó al octavo distrito electoral de Arizona en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, del 2007 al 2012.
MARK KELLY era capitán de la Marina de los Estados Unidos cuando comandó la última misión del transbordador espacial Endeavour en mayo de 2011.
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FOTOGRAFíA DE LA CUBIERTA © REUTERS/U.S. FOLLETO DE LA
OFICINA DE GABRIELLE GIFFORDS
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SCRIBNER ESPAÑOL
Una división de Simon & Schuster, Inc.
1230 Avenida de las Américas
Nueva York, NY 10020
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Copyright © 2012 by Gabrielle Giffords and Mark E. Kelly
Copyright de la traducción © 2012 by Simon & Schuster, Inc.
Todos los derechos están reservados, incluido el derecho de reproducción total o parcial en cualquier forma. Para obtener cualquier información diríjase a: cribner Books Subsidiary Rights Department, 1230 Avenida de las Américas, Nueva York, NY 10020.
Primera edición en rústica de Scribner Español, mayo de 2012
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DISEÑADO POR ERICH HOBBING
Número de control de la Biblioteca del Congreso:
2012004272
ISBN 978-1-4516-6106-4
ISBN 978-1-4516-8271-7 (pbk)
ISBN 978-1-4516-8274-8 (ebook)
En recuerdo de Christina-Taylor Green, Dorothy Morris, John Roll, Phyllis Schneck, Dorwan Stoddard, y Gabriel Zimmerman
CONTENIDO
CAPÍTULO UNO
La playa
Yo solía ser capaz de decir lo que mi esposa Gabby estaba pensando.
Podía sentirlo en su lenguaje corporal, en la forma en que se inclinaba hacia delante cuando se sentía intrigada por alguien y quería absorber cada palabra que decía; por la forma en que ella asentía cortésmente con la cabeza al escuchar a un sabelotodo que estaba hablando; por la forma en que me miraba con sus ojos brillantes y su sonrisa radiante, y quería que yo supiera que ella me amaba.
Gabby era una mujer que vivía en el momento, a cada momento.
También era muy conversadora. Era muy animada, y utilizaba sus manos como si fueran signos de puntuación; hablaba con pasión, claridad y buen humor, haciendo que quisieras escucharla. Por lo general, yo no tenía que preguntarme qué estaba pensando, pues expresaba hasta el más mínimo detalle. Las palabras eran importantes para Gabby, bien fuera que estuviera hablando sobre inmigración en la Cámara de Representantes de EE.UU., o si estaba a solas conmigo, hablándome de su anhelo de tener un bebé.
Gabby ya no tiene el dominio de todas esas palabras, al menos no todavía. Una lesión cerebral como la suya es una especie de huracán que arrastra consigo algunas palabras y frases, y deja otras casi al alcance, pero enterradas bajo los escombros o en un lugar diferente. “Es horrible”, dirá Gabby, y yo estoy de acuerdo con ella.
Sucede lo siguiente: mientras Gabby se esfuerza para encontrar las palabras y lidia con una frustración constante que el resto de nosotros no podemos comprender, yo sé en qué está pensando la mayor parte del tiempo. Sí, sus palabras son vacilantes o incorrectas, o simplemente no le salen, pero todavía puedo leer su lenguaje corporal. Aún conozco los matices de su sonrisa tan especial. Su ánimo sigue siendo contagioso, y en términos generales mantiene su optimismo, utilizando su mano buena para enfatizar algo que quiere decir.
Y ella también sabe qué estoy pensando yo.
Hay un momento al que Gabby y yo nos vamos a aferrar, un momento que habla de nuestra nueva vida juntos y de la forma en que seguimos conectados. Fue a finales de abril de 2011, menos de cuatro meses después de que Gabby recibiera un disparo en la cabeza por parte de un asesino. Como astronauta que soy, acababa de pasar cinco días en cuarentena, esperando el último lanzamiento del transbordador espacial Endeavour , del cual estaría al mando. Era casi mediodía, un día antes del despegue programado, y los cinco miembros de mi tripulación y yo habíamos recibido permiso para reunirnos un par de horas con nuestros cónyuges antes de partir.
El sitio de reunión era la terraza posterior de una casa de dos pisos, vieja y destartalada, que la NASA tiene desde hace varias décadas en la playa de la Florida. Está en el terreno del Centro Espacial Kennedy, y un letrero en el camino sin pavimentar que conduce a ella dice simplemente “La casa de la playa”. La vivienda tenía una cama que los astronautas y sus compañeros de aventuras utilizaban para “reuniones románticas” no oficiales. Actualmente, sólo es un lugar de encuentro para los administradores de la NASA y, por tradición, un lugar donde los cónyuges se despiden de los astronautas, con la esperanza de verlos nuevamente. En los treinta años de historia del transbordador espacial, la tripulación no logró regresar de sus misiones en dos oportunidades. Y así, después de una comida y de socializar en grupo, las parejas suelen caminar tomadas de la mano por la playa desierta.
La casa, de 2.000 pies cuadrados, es la única edificación del paseo marítimo en más de 25 millas a la redonda, pues la NASA controla una gran parte de la “costa espacial” de la Florida. Si miras en cualquier dirección, sólo verás arena, gaviotas, de vez en cuando una tortuga marina, y el Océano Atlántico. Básicamente, es la misma Florida de hace varios siglos.
En nuestra visita anterior a este lugar, un día antes de mi misión en un transbordador en mayo de 2008, Gabby y yo estábamos recién casados, sentados en la arena, platicando sobre la misión, sobre su próxima elección, y sobre nuestro futuro juntos.
Gabby me recordó cuán “bendecidos” éramos; era algo que decía con frecuencia. Ella sentía que debíamos sentirnos muy agradecidos por todo lo que teníamos, y lo cierto era que lo estábamos.
Nuestro mayor problema era encontrar el tiempo para vernos, debido a nuestras exigentes carreras en distintas ciudades. El rompecabezas que era nuestra vida parecía complicado en aquel entonces, pero en retrospectiva, era bastante fácil y simple. No podíamos haber imaginado que tres años más tarde regresaríamos antes de otro lanzamiento, y que todo sería tan diferente.
En esta ocasión, Gabby llegó a la casa de la playa en una silla de ruedas, con un casco que le protegía un lado de la cabeza. Una parte de su cráneo había sido removido gracias a la cirugía que le salvó la vida después de recibir el disparo.
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