AGRADECIMIENTOS
Este libro que tienes entre las manos nació de la iniciativa de un grupo de periodistas que se dio cuenta de que, pese a la cantidad de literatura sobre mujeres que aparecía en las librerías, no había ningún volumen que recogiera el talento español del pasado y del presente. Primero, elaboraron una lista de candidatas, tarea que no fue fácil porque, a medida que se alejaban del siglo XX, escaseaban las que habían trascendido, lo mismo que ocurría en campos como la ciencia donde, en muchos casos, su trabajo había pasado desapercibido. Sin embargo, el listado llegó a incluir a más de doscientos personajes que dejaron inicialmente en cien para poder empezar por algún sitio. Después, escribieron los primeros cuentos y comenzaron a publicarlos en internet y enseguida empezaron a sumarse al proyecto todos aquellos que oían hablar de él, entusiasmados con la idea.
No me cuentes cuentos es el resultado de la contribución desinteresada de casi ciento cincuenta personas, entre autores, ilustradores, editores y traductores, la mayoría mujeres. Suyo es este libro porque, sin su esfuerzo y dedicación, no habría sido posible abordar esta obra, que reúne mujeres españolas de todas las épocas, de toda la geografía española y de las profesiones más diversas.
Esperamos que todas ellas sirvan de inspiración a las niñas que empiezan a pensar en su futuro para que sepan que, antes que ellas, otras mujeres recorrieron con valentía y determinación el camino que ellas están a punto de emprender.
Todos los beneficios obtenidos con la venta de este libro por parte de las autoras irán destinados a la Fundación Anar, que lleva casi cincuenta años atendiendo a menores de edad con problemas o en situación de riesgo.
REBECA
La mejor amiga de los chimpancés
CUENTO: MONTSERRAT DOMÍNGUEZ | ILUSTRACIÓN: LUPE CRUZ
A Emily le picaba la cabeza. ¡Piojos otra vez! Lo malo es que estaba enfadada con su familia y no le apetecía pedirle ayuda a nadie para liberarse de ese tormento. Que te pique la cabeza es lo peor: no puedes pensar en otra cosa.
Paseando por el bosque, Emily se fijó de nuevo en esa chica pálida y delgada que parecía muy tímida: siempre estaba por ahí, observando, aunque nunca se acercaba adonde ella y sus hermanos jugaban cada tarde. Tampoco hablaba su mismo idioma, así que no tenía muy claro si era maja o no. Finalmente, decidió darle una oportunidad. Y aunque le costó entenderse con ella, la chica comprendió lo que Emily quería y empezó a buscarle y a quitarle las liendres.
Desde ese día se hicieron amigas, y Rebeca, que así se llamaba la chica pálida, empezó a juntarse con Emily y su panda. Un día Rebeca les presentó a Kutu, que era grande y fuerte, pero un poco raro y serio y no podía jugar, saltar ni trepar a los árboles tan ágilmente como el resto. Tenía una herida bastante fea en la pierna, y era Rebeca quien le curaba todos los días.
A Emily lo que más le gustaba del mundo era trepar a los árboles. Una tarde se quedó medio adormilada en una rama. De repente, escuchó un grito de terror. Una pandilla de matones estaba asustando a Rebeca. Emily se enderezó y a punto estaba de bajar para ayudar a su amiga, cuando escuchó un rugido feroz. Era Kutu, que se había plantado delante de los acosadores y protegía con su enorme cuerpo a Rebeca. Se echaron a temblar, los muy gallitos, y salieron corriendo.
Tiempo atrás, muy lejos de allí, cuando Rebeca era pequeña, un incendio terrible quemó los montes de alrededor de su casa. Se pasó días llorando, hasta que el guardabosques le dijo que, en vez de tantas lágrimas, podría ayudarle a rescatar a los animales que se habían quedado sin hogar. Encontraron una cría de zorro, luego un polluelo de águila. El guardabosques enseñó a Rebeca a cuidarlos y, en cuanto crecieron, los devolvieron al monte.
Desde ese momento, Rebeca se dio cuenta de que eso es lo que quería: cuidar animales huérfanos o heridos, pero no para mandarlos a un zoo, sino para devolverlos a su hogar. Por eso estudió Veterinaria. Y por eso se fue a Tchimpounga, una selva en la República del Congo donde viven en libertad muchos animales salvajes.
Es verdad que Tchimpounga está muy lejos de Ferrol, a ocho mil kilómetros. Pero es que en Ferrol no hay chimpancés como Kutu y Emily. Rebeca ya ha aprendido su idioma, así que pueden jugar juntos, aunque a veces no le quede otro remedio que quitar piojos.
Y así fue como Rebeca llegó a dirigir el Centro de Rehabilitación de Chimpancés de Tchimpounga, una reserva natural donde viven más de ciento cincuenta chimpancés y el único lugar del mundo donde se reintroducen en su hábitat natural.
El cuento de
ROSALÍA
CUENTO: PIEDAD MORILLAS | ILUSTRACIÓN: CARLOS RAMOS
Érase una vez la niña
que llamaron Rosalía.
Escuchó a un tal Camarón,
y le dio un vuelco el corazón.
Y decidió ese día…
¡Que cantaora sería!
Y con la música daría
a su cante un nuevo aire.
No tenía formación,
¡pero sí duende y tesón!
Así que empezó a estudiar
cómo era aquello de cantar.
Y a Flamenco se apuntó.
«¿Dónde vas, Rosalía?
Este es un arte sagrado,
no es para aficionados
¡y menos para una chica!».
Había quien le decía.
«A mí me brota de dentro»,
respondía ella al momento.
«Mi piel no es marrón oscuro
y no gustaré a todo el mundo,
pero flamenca me siento».
Tanto quería aprender,
que no se perdía una clase
ni aunque le diluviase.
Y allí empezó a florecer
el germen de El Mal Querer.
«Será mi proyecto final,
un disco conceptual,
una novela cantada,
en un libro antiguo basada:
¡El Román de Flamenca!.
Habla sobre una mujer,
víctima del maltrato
que sufre por un ingrato,
y cómo escapa de él
y de un matrimonio cruel.
Una historia de pasión,
celos y liberación.
Donde el quererse a uno mismo,
no es cosa de egocentrismo,
sino de pura razón».
|Y a componer empezó.|
Después de su graduación
con su compañero Guincho,
fueron dando forma al disco
con valentía, emoción…
¡Y bien llenito de flow!
Una pizquita de rap,
un poquitito de pop,
la cuestión era mezclar,
probar y experimentar.