• Quejarse

Josep Maria Espinàs - A pie por la Costa da Morte

Aquí puedes leer online Josep Maria Espinàs - A pie por la Costa da Morte texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2004, Editor: ePubLibre, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Josep Maria Espinàs A pie por la Costa da Morte
  • Libro:
    A pie por la Costa da Morte
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2004
  • Índice:
    3 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 60
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

A pie por la Costa da Morte: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "A pie por la Costa da Morte" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Josep Maria Espinàs: otros libros del autor


¿Quién escribió A pie por la Costa da Morte? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

A pie por la Costa da Morte — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" A pie por la Costa da Morte " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Llegada a Laxe

Va el taxista y dice Les invito a un albariño La intención es amable aunque - photo 1

Va el taxista y dice:

—Les invito a un albariño.

La intención es amable, aunque yo sé que no me ha concedido todavía la libertad, pues su tono es imperativo: «Les invito a un albariño».

Nos ha traído desde el aeropuerto hasta aquí, Laxe. Pero directamente al interior de un bar. Laxe queda allá, afuera. Muchos kilómetros y hora y media para ir de un aeropuerto a un café. Estoy de pie ante la barra, la mochila a mis pies. Por la puerta contigua se entra en el hostal que está en un piso y ya deseo subir, tener mi habitación y mirar por la ventana. Y poder pensar que efectivamente estoy en Laxe.

No podré: me traen la copa de albariño, de un dorado casi volátil; bebo un pequeño sorbo, Sebastià también. El taxista dice: «Está fresquiño». Y sí, después del avión, del largo viaje en taxi, de ir calculando, impaciente, cuántos kilómetros faltaban para llegar a Laxe, he de reaprender que la calma es otra vida, una vida que debe empezar a llegarme ya a pequeños sorbos, y que en este país el tiempo pasa poco a poco, empujado por los diminutivos. Albariño, fresquiño. Todo puede decirse con diminutivos. Menos chapapote.

Taxi-noticias de entrada

El taxista nos ha hablado del chapapote, mientras nos conducía hasta aquí. Ha hablado de todo, y de sí mismo. Es un hombres bajito, atlético, de cincuenta y dos años que no aparenta. «Hay que hacer deporte». Antes de un minuto ya sabíamos que es extrovertido, soltero, que le gusta su trabajo y que se dedica a muchas cosas. Listo.

Hace muchos viajes a Santiago, con el taxi. Y también va en bicicleta. «¿Ustedes van a andar?», dice, por las mochilas. «Sí». «Yo estuve en Suiza, en un cantón francés, allí se anda mucho». Además de taxista, se dedica a pintar pisos.

—Yo voto al PP.

No digo nada y él sigue:

—Lo tengo que votar, porque tengo que pintar el piso a uno del PP.

—No me diga…

—Claro, él vive en A Coruña. Vamos a tomar copitas y eso. Por un trabajito de 1.400 euros tendré que darle el voto, claro.

Le digo:

—¿Es eso lo que vale un voto? ¿No le hará un descuento?

El hombre ríe.

—Si ese señor encarga muchos trabajos —sigo—, el PP seguro que ganará. Aunque algo influirá el chapapote…

—No es que me fíe mucho. Mire, le voy a decir la pura verdad. Aquí hay mucha gente, marineros y eso, con su barquita, que tienen apuntados a la lancha al padre, o a tres hijos, y cobran todos. Y eso no puede ser. Una barquita de nada y a cobrar medio millón o un millón de pesetas, y que venga la gente a sacar el petróleo y ellos en la terraza tomándose su chiquito y su café. Si cobran, que también trabajen. También trabajo yo, y me gusta trabajar.

Intento atajarlo, me parece una aproximación demasiado brusca a la Costa da Morte. Le digo que no esperaba tanto calor, aquí, y le pregunto si lleva muchos días sin llover.

—Muchos. La lluvia es buena. Pero aburrida. —E inmediatamente vuelve a lo suyo—: El chapapote trajo mucha pasta para Galicia. Para unos fue la ruina, pero para otros una mina, joder. Mire los ganaderos, muchos se quedaron sin vacas por las vacas locas. Y nada. Hay que ser igual para todos. Aunque eso de cobrar por el chapapote se va a terminar pronto, mientras dure, vamos tirando del cordel.

Quizá pueda atajarlo con el fútbol. Me dice que sí, que este año el Deportivo funciona, y que también el Celta: él es del Celta. «Hoy se pagan millones a los jugadores, qué cochazos llevan. Ustedes son catalanes, ¿no? El Barça no va muy bien…». «No». «Yo tengo familia en Barcelona. Allí vivían unos tíos míos, pero se murieron. Quedaron los primos, claro, pero hacen su vida, y ya no estamos en contacto. Si les digo que mi padre tenía nueve hermanos… Es que antes no tenían radio, ni móviles, de manera que ¡a hacer hijos!».

Miro por la ventana los nombres de los pueblos. Pasamos por Zas. Ya no queda lejos, Laxe. Digo: «Bueno, ya estamos en Zas», y así tenía que ser: él es de Zas, precisamente. «Voy de caza con dos amigos del pueblo. Aquí hay el zorro y el jabalí, pero nosotros vamos a Zamora, a Toledo, en pandilla, y a un sitio al que llaman San Martín de Montalbán, a cazar perdices, conejos, liebres. Uno de los que va conmigo está todavía con vacas, va en carro, como antiguamente. El otro está con la mujer, la madre, el hijo. Yo estoy soltero, y para ir de caza voy a buscar al del carro, y a sus perros, y yo me río y le digo: “Cómprate un coche, de esos de sin carné ni ná”, pero no hay manera, son unos primitivos». Algún motivo debe de tener, le digo. «Que no, que es así, cerrado del tarro. Ná más. Cerrado del tarro». Hace una muy breve pausa. «Increíble».

Se hace un silencio en el que cada cual medita su incredulidad, sobre las costumbres, el chapapote, los taxistas, las enormes plantaciones de eucaliptos. El silencio se rompe cuando el taxista aparta el brazo del volante para señalar un punto de la montaña, y me parece atisbar, por un momento, una casa en lo alto. Dice:

—Ahí vive una bruja. Ahí, arriba en la montaña.

—¿En una casa?

—Claro, dónde va a vivir. Hay otras, pero ésa es muy conocida. Va mucha gente, y no sólo de por aquí. De fuera. Y me parece que van más jóvenes que antes. Una vez llevé a un cliente, a las dos y media, y la mujer ya tenía ocho personas esperando.

—¿Es de aquí?

—Sí, gallega. Dicen que estuvo en Brasil; allí aprendió, se trajo cartas, cosas de ésas de bruja, mariconadas… Lleva aquí quince años, por lo menos. El marido se va al Brasil cada tres meses o así, para traerse hierbas y cosas de brujería. No crea usted, va a verla gente guapa, ¿eh? —¿A qué van?

—Pues por eso de las depresiones, cosas familiares, lo que sea. Con tal de curarse…

—Usted —le digo— no necesita curarse de nada…

—¿Yo? —Aparta un momento la vista de la carretera, para mirarme, y me dice—: Ya ve usted lo bien que estoy. Me gusta trabajar, no paro, voy al río a pescar, de caza con los amigos, tengo cincuenta y dos años, no me duele nada. Y estoy soltero.

Rompe a reír.

—Mire.

Miro. La carretera desciende.

—Allá, al fondo, ya se ve Laxe.

La auténtica llegada

«Muchas gracias por el albariño» significaba, también, gracias por dejarme empezar, a partir de ahora, a beber solo y lentamente la primera copa del tiempo que he venido a buscar. Después del viaje con el taxista, ¿qué sentido tiene la sentencia de Josep Pla: «Los gallegos hablan poco con los forasteros»? Alguno debe de haber, pero tengo para mí que Pla no acertó al utilizar la palabra «hablan». Tal vez le sucedió que los gallegos, o algunos gallegos, le «contestaran» poco. Porque Pla era un preguntador permanente, un curioso de primera categoría, y lo digo con toda mi admiración. Tal vez los gallegos no sean muy partidarios de que se les pregunte, tal vez tengan una desagradable experiencia, desde hace siglos, de los forasteros, que, casi siempre, eran funcionarios. Es posible, pues, que muchos gallegos desconfíen de los desconocidos que los interrogan sobre cualquier cosa que no sea si creen que va a llover.

El caso es que mi primera hora de forastero en Galicia me la he pasado escuchando a un gallego que me hablaba sin parar. Quizá porque mis preguntas han sido tan escasas como insignificantes. Pienso que los gallegos, como tanta otra gente, se sienten más felices explicándose que respondiendo. Enfrentado a un repertorio de preguntas, el otro tiende a encogerse. A mí me gusta que un desconocido se ensanche. La única pregunta de mi inexistente cuestionario es: «¿Desea contarme algo?». Es una pregunta, además, que nunca tengo que hacer, pues, no sé cómo, ya la adivinan.

Después del «muchas gracias por el albariño», por fin, la soledad. Aquí, en la habitación. He subido una escalera, he abierto la puerta: un espacio de silencio. Me he refrescado en el lavabo. He dejado la mochila sobre una silla. En un bolsillo me he metido unos cuantos euros y una pequeña ficha donde anoté, en Barcelona, cuatro cosas acerca de Laxe: el nombre de un restaurante, el de una casa señorial, el de la iglesia y que mañana, viernes, es día de mercado. Me siento en el borde de la cama, un instante. Sebastià y yo hemos convenido que pasados cinco minutos bajaríamos al comedor del hostal. Ahora, este momento de necesaria soledad. La creación de un punto de partida. Como el silencio que pide el atleta antes de iniciar la carrera: aquí, ahora, un minuto para borrar la pizarra, la única manera de escribir en ella otra cosa.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «A pie por la Costa da Morte»

Mira libros similares a A pie por la Costa da Morte. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


No cover
No cover
Robert Silverberg
Josep María Segarra Latorre - Padre Pío: Testigo de misericordia
Padre Pío: Testigo de misericordia
Josep María Segarra Latorre
Josep Maria Cuenca - El último Tour del siglo XX
El último Tour del siglo XX
Josep Maria Cuenca
Josep F. Mària Serrano - Las minas del rey Leopoldo
Las minas del rey Leopoldo
Josep F. Mària Serrano
Josep Maria Colomer - Ciencia de la política
Ciencia de la política
Josep Maria Colomer
Josep Pla i Casadevall - El cuaderno gris
El cuaderno gris
Josep Pla i Casadevall
Josep Maria Espinàs - A pie por Galicia
A pie por Galicia
Josep Maria Espinàs
Josep Maria Espinàs - A pie por Extremadura
A pie por Extremadura
Josep Maria Espinàs
Josep Maria Espinàs - A pie por Andalucía
A pie por Andalucía
Josep Maria Espinàs
Josep Maria Carandell - Hermann Hesse, el autor y su obra
Hermann Hesse, el autor y su obra
Josep Maria Carandell
Reseñas sobre «A pie por la Costa da Morte»

Discusión, reseñas del libro A pie por la Costa da Morte y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.