Partiendo de la temporada 2017, el año que vio a la legendaria pareja de contrarios volver a gobernar el circuito con puño de hierro tras tiempo en un segundo plano, los autores recorren desde dentro las personalidades, los encuentros y desencuentros de Nadal y Federer, después de compartir durante años el día a día con ellos.
PRÓLOGO
El año pasado, en los viajes que realicé a algunos de los mejores torneos del mundo, tuve la suerte de presenciar en directo las gestas de Nadal y Federer que se cuentan en este libro.
Muchos amigos me dicen que viajo demasiado y que, con la edad que tengo, debería quedarme en casa a descansar en vez de estar cogiendo aviones y viendo partidos de tenis en las diferentes pistas del mundo. Hay jugadores que se sorprenden al verme en cada ciudad. «¡Manolo, si vas a más torneos que yo!», me repiten. Pero luego me dan un afectuoso abrazo y me dicen que se alegran muchísimo de que esté allí apoyándoles en las pistas.
De manera reciente he presenciado cómo Rafa se tiraba a la piscina del Real Club de Tenis Barcelona tras conquistar el Conde de Godó, cómo se rendía al público de Madrid, cómo se emocionaba en París, cómo conquistaba Nueva York por tercera vez y cómo volvía a ser número uno del mundo. ¡Y todo en cinco meses! Y por si fuera poco, tuve la inmensa fortuna de contemplar en Londres cómo Federer levantaba su octavo torneo en Wimbledon.
¿Cómo no voy a seguir viajando a los torneos? ¿Cómo podría perderme estos momentos? El tenis es mi pasión, es mi vida. Y Nadal y Federer han sido una parte importante de ella. Por eso, cada vez que ganan ellos, creo que ganamos todos. Gana el tenis.
Recuerdo a la perfección la cara de algunos periodistas extrañados cuando, al preguntarme a finales de 2016 por Nadal y Federer, les dije que volverían a lo más alto y a ganar torneos del Grand Slam. Algo dentro de mí me decía que volverían a conquistar Roland-Garros y Wimbledon. Algún amigo incluso me dijo que estaba loco, que aquello era imposible. Y quizá tuviera razón, puede que estuviera algo loco, pero en estas últimas dos décadas he sido testigo de momentos de auténtica locura en los que me prometí no volver a dudar ni de Rafa ni de Roger.
Ver a Rafa ganar en la pista que lleva su nombre en Barcelona fue espectacular, y verle luego levantar el trofeo en la Caja Mágica una vez más fue algo tan increíble que aún me emociono. Como director del Mutua Madrid Open he tenido el honor de entregarle la copa de campeón a Federer en tres ocasiones, y a Rafa en cinco. Pero la de este año tuvo para mí un componente emotivo muy fuerte por todo lo que había pasado Rafa con las lesiones. Por eso, cuando Nadal conquistó su décimo Roland-Garros no me cabía la sonrisa en la cara. Poder compartir con él la cena de celebración de su título será algo que no olvidaré nunca.
Antonio y Rafa, los autores de este libro, son dos de los periodistas que más viajan por el circuito. Son dos grandes profesionales a los que he visto trabajar en los torneos y creo que han captado de manera perfecta la esencia de lo que Nadal y Federer representan para la historia del deporte.
Rafa y Roger no solo han protagonizado una de las mayores rivalidades de nuestro deporte, ellos han conseguido elevar al tenis a una nueva dimensión. Sus enfrentamientos han despertado la atención de todo el mundo y han conseguido que miles de personas conociesen nuestro deporte. Conozco a muchas personas a las que no les gustaba el tenis especialmente, pero que se han aficionado a seguirlo por televisión gracias a Nadal, a Federer o a ambos. Esta promoción es un legado que quedará para siempre. Los partidos entre ambos son uno de los tesoros más grandes que jamás podrá tener el tenis. Lo que yo viví en la final de Wimbledon en 2008 es algo sencillamente indescriptible, el mejor partido de tenis que se haya jugado nunca por todo lo que implicó la épica victoria de Rafa. Ellos lo han cambiado todo y le han dado la vuelta a la manera que teníamos de percibir las rivalidades.
Nadal y Federer son un ejemplo a seguir. No solo por su tremenda calidad tenística, sino por los valores humanos que encarnan y por las virtudes que demuestran tanto dentro como fuera de la pista. Una de las cosas que más admiro de Rafa y Roger es el profundo respeto que sienten por los jugadores que ya estamos retirados. Al margen del cariño mutuo y del afecto personal que podamos tener con ellos, nunca dejan de repetir lo importante que nosotros hemos sido para la historia del tenis. Es un detalle precioso que yo valoro mucho. Sobre todo teniendo en cuenta que viene de dos jugadores que han hecho mucho más de lo que cualquiera hubiéramos soñado. ¡Son los que merecen nuestros piropos!
Sé lo que es ganar un Grand Slam, el esfuerzo y el sacrificio que conlleva. Tuve la inmensa fortuna de lograr cuatro en mi carrera y por eso creo que sé valorar aún más el profundo significado de lo que supone conseguir 10, 15 o 20.
Lo de Nadal y Federer es sencillamente impresionante.
Al margen de la rivalidad deportiva que existe entre los dos, Nadal y Federer han vivido momentos que les han unido para siempre. Y ese vínculo es tan fuerte que nos ha hecho a los demás sentirnos partícipes de todo ello. Rafa y Roger han compartido lágrimas, se han reído hasta desternillarse, se han consolado mutuamente, se han felicitado constantemente, ¡y hasta han competido juntos en el mismo equipo!
Su historia es la más grande jamás contada en el mundo del tenis. Y las páginas de este libro recogen una parte de ella.
Espero que lo disfrutéis.
Manolo Santana
¿DÓNDE NOS CONOCIMOS?
Rafa Nadal no se acuerda exactamente dónde vio por primera vez a Roger Federer, ni Roger Federer recuerda dónde vio por primera vez a Rafa Nadal.
La memoria es tan poderosa como caprichosa, y es normal que los dos tenistas hayan extraviado ese momento al que posiblemente no le dieron mucha importancia cuando ocurrió.
La mayoría de la gente no es consciente, y ahí se podrían incluir algunos ilustres representantes de un nutrido grupo de expertos, pero la realidad es que Nadal y Federer inauguraron su cara a cara particular en un partido de dobles.
Fue el 16 de marzo de 2004, en la segunda ronda del Masters 1000 de Indian Wells. El español formaba pareja con Tommy Robredo, el suizo lo hacía con Yves Allegro y la victoria (5-7, 6-4 y 6-3) cayó del lado de Nadal y Robredo, que avanzaron a cuartos de final sin darse cuenta de la importante página que se acababa de escribir sobre el cemento del Estadio 2 de Indian Wells, en California.