y Recursos Juan de Lanuza. Zaragoza.
Universitat Jaume I. Castelló de la Plana.
Universidad de Zaragoza.
Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Barcelona.
Prólogo
La semana pasada ingresé a la Sra. Pérez en el hospital. La conozco desde hace 25 años. Le diagnostiqué un cáncer de páncreas avanzado hace unos dos años y ha sobrevivido bastante más de los 6-8 meses que le pronostiqué. Ahora se está muriendo. Padece dolores continuos y ni siquiera puede beber agua. Cree que rezar podría producir todavía un milagro y que podría volver a casa curada. Cuando le ofrecí analgésicos, los rechazó diciendo: «Ya sé para qué es eso», porque cree que tomar morfina implicaría que se ha rendido.
Ser testigo de esta forma de sufrimiento es difícil. No es ya solo que la enfermedad haya destrozado su cuerpo, sino que incluso la forma de pensar que ha dado sentido y propósito a su vida, parece ahora estar empeorando su sufrimiento. Por todo esto yo sufro también, aunque de forma diferente. Estoy triste y decepcionado porque mi intento de entender su diferente sistema de creencias, ganar su confianza y ofrecerle alivio para sus síntomas, no tuvo éxito. Me siento orgulloso de mis habilidades de comunicación con mis pacientes y de ganarme su confianza, pero con la Sra. Pérez no pude encontrar el camino. No podía compartir su creencia de que un milagro podría curarle de la enfermedad, incluso pese al hecho de que su prolongada supervivencia, que desafía a las estadísticas, podría considerarse casi como un milagro. Qué fácil habría sido decir simplemente: «Es su decisión», y dejar que rechazara aquello que podría ofrecerle alivio y dignidad. Pero si lo hubiera hecho, le habría fallado al paciente y a mí mismo.
En esta y en otras muchas situaciones difíciles que suceden durante una enfermedad, tanto médicos como pacientes solo pueden desarrollar una visión parcial de la realidad. El sufrimiento del paciente opone su fe frente a sus síntomas; y para mí, como su médico, mi sufrimiento opone mi sistema de creencias laico contra la autonomía del paciente. En esta situación, los desafíos van mucho más allá de los pensamientos conscientes. Involucran emociones profundas, imaginación moral y capacidad de autoconciencia. Tanto para la Sra. Pérez como para mí, nuestra conciencia en ese momento se encontraba limitada por las lentes con que cada uno veía la situación y el estrecho margen de posibilidades que contemplábamos. Ella y yo teníamos un delirio compartido. Ninguno de nosotros era consciente de la naturaleza, color, forma y tamaño de las lentes que filtraban nuestra visión de la situación.
* * *
Mindfulness ha sido definido de varias formas, pero todas ellas convergen en el concepto de tomar conciencia de cada momento, conciencia de nosotros mismos, de los otros y de nuestro entorno. Ser consciente a veces es fácil, pero no siempre. Aquí, ni la Sra. Pérez ni yo podíamos ver una situación difícil desde más de una perspectiva. Solo adoptando una mente de principiante —la capacidad de ver situaciones complejas desde dos perspectivas simultáneamente y de ver de una forma nueva lo familiar— podría, los dos, movernos desde nuestra intransigencia delirante.
En ese momento de desesperación, fui consciente de que en los 25 años en que había cuidado de la Sra. Pérez, ella siempre había mantenido sus opiniones. Le había dado consejos y evaluado con ella las opciones posibles, y luego ella había decidido lo que había querido. Eso significaba que su diabetes y su hipertensión nunca estuvieron bien controladas. Comía lo que quería y nunca le importó su sobrepeso. Esta toma de conciencia me permitió ver las cosas de forma diferente. Estaba forzando la situación, rogándole que siguiese el tratamiento. Pero ella no tomaría parte en eso.
Así que, ¿qué ocurriría si simplemente lo dejaba pasar y permitía que ella tuviese el espacio que necesitaba? ¿Y qué si simplemente estaba presente y no la presionaba? A veces la sabiduría no está en las respuestas que encuentras, sino en el tipo de preguntas que te haces. ¿Por qué no usar preguntas abiertas («¿Qué es lo más importante en este momento?») en vez de cuestiones tan cerradas («¿Quieres algún tipo de medicación para el dolor?»)? ¿Y qué si simplemente nos sentábamos en silencio juntos?
No estoy seguro de si fueron las preguntas o el silencio, pero entonces vi las cosas de forma diferente. Para actuar de forma compasiva, hice menos, no más. Ella, también, se relajó y no se agarraba tan intensamente a su perspectiva. La morfina, vista anteriormente como un enemigo, un signo de renuncia a sí misma y a su fe, ahora podía ser vista como un amigo, un regalo de la misma fuente milagrosa que le había otorgado una esperanza de vida más larga de lo que se pudiese imaginar. Mindfulness se aprende y se enseña simplemente existiendo, sin expectativas, con la compañía de las preguntas que de verdad son importantes.
Como profesionales, en nuestro trabajo diario, mind-fulness no es algo que hacemos sobre un cojín. El drama de la Sra. Pérez tuvo lugar en un despacho y en una habitación de hospital, no en una sala de meditación. Mindfulness es lo que traemos a nuestras vidas, en el trabajo y en casa. Sí, el cojín puede ser útil. Ofrece una base de entrenamiento y una prueba de concepto para este estudio científico de la mente que llamamos meditación.
Mindfulness forma ahora parte de la medicina, del liderazgo corporativo y de la educación. Como cualquier idea nueva, llevará un tiempo que se asiente. La mayoría de los profesionales que conozco tienen alguna idea sobre qué es mindfulness. Algunos evocan la imagen de paz, armonía y compasión. Algunos lo ven como prestar atención, ser preciso y cuidadoso. Incluso algunos profesionales me han dicho: «No hago mindfulness» o «No puedo meditar». Si mindfulness fuese siempre paz y armonía, este libro se terminaría ahora mismo. Pero no es así. Estar radicalmente presente no es fácil a veces; puede ser difícil y disonante. A veces produce malestar. Mindfulness implica volverse hacia esa disonancia y descubrir y construir resiliencia para ser capaz de hacerlo.
Este libro va sobre qué es mindfulness y cómo promoverlo. Sin embargo, es una empresa peligrosa. Una vez que se ha definido la meditación, se convierte en una «cosa» y no en un descubrimiento. Mindfulness es el hábito de domar la mente dispersa dotándola de un espacio amplio. Existe una ciencia del mindfulness y un mindfulness de la ciencia.
Mientras que muchos de los capítulos de este libro están diseñados para ayudar a los profesionales a llevar mindfulness a sus pacientes, estudiantes y clientes, mindfulness empieza por nosotros mismos. Detente un momento. ¿Estás a la espera de qué? ¿Qué crees que vas a leer? ¿Puedes dejar a un lado estar presente, curioso, involucrado y atento? Hay mucho aquí que te ayudará en tu vida profesional —tanto si tu trabajo se relaciona con la psicoterapia, la farmacología, la cirugía, el liderazgo, la enseñanza o la investigación—. Pero mindfulness no es una técnica, es una forma de ser. La transformación de otros empieza por uno mismo. Deja que este libro sea una invitación que te permita conocer la lente con la que ves el mundo.