Hay un adagio muy antiguo que reza: «Muchas son las laderas hacia la cima de la montaña, pero la cima es sólo una». Hay, asimismo, muchas enseñanzas espirituales y métodos, pero todos ellos son mapas hacia una región especial de la consciencia donde cesan las preguntas y comienzan a darse las respuestas y de modo especial va surgiendo un sentimiento profundo de sosiego asociado a las cualidades de lucidez y compasión.
Esta obra trata de algunas de esas enseñanzas más solventes y elevadas, propiciadas por los más grandes maestros espirituales y transmitidas desde la noche de los tiempos de boca a oído y también finalmente recogidas en parte por textos de un gran valor inspirador, transformativo y revelador. Pero lo esencial siempre es escuchar (o leer) las enseñanzas, reflexionarlas y finalmente aplicarlas, porque como dice una antigua instrucción, si no es así, es como el que pronuncia la palabra «luz» pero no enciende la lámpara.
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La senda del yoga
La senda del ser
El yoga es el método más antiguo de perfeccionamiento humano, evolución consciente y autorrealización. Originario de India, no tardó en convertirse en el eje espiritual de todo Oriente y sus técnicas liberatorias y sus métodos de autodesarrollo fueron incorporados a todas las corrientes espirituales y sistemas fisolófico-religiosos de Asia. De esta forma, posee una antigüedad de más de diez mil años.
Yoga es un término que significa «unión» y que corresponde al vocablo castellano yugo. Representa la unión del cuerpo y la mente, el consciente y el subconsciente, el principio individual y el principio cósmico; también significa uncir o subyugar. El yogui aprende a uncir todos sus elementos armónicamente y a situar la mente bajo el yugo de la voluntad.
El yoga es un sistema colosal de enseñanzas y técnicas para el descubrimiento y desenvolvimiento de uno mismo. El yoga abarca filosofía (práctica), psicología, ciencia psicosomática, medicina natural, instrucciones para la salud integral y el comportamiento correcto, metafísica y mística; pero el yoga es básicamente un cuerpo amplísimo de técnicas psicofísicas y psicoespirituales para que la persona pueda seguir la senda hacia su naturaleza real, actualice todos sus potenciales anímicos y energéticos y halle un sentido más pleno a la vida.
A lo largo de la historia del yoga han existido corrientes de yoga teístas y corrientes ateas; corrientes más proclives a la búsqueda espiritual o mística y otras más inclinadas al control psicosomático y la conquista del cuerpo y de la mente. El yoga no es una religión, aunque a lo largo de su trayectoria histórica ha respetado todas las creencias. De hecho, innumerables sistemas filosófico-religiosos han incorporado sus métodos liberatorios a su seno, entre otros: el hinduismo, el budismo, el jainismo, el tantrismo y el sufismo.
El yoga más arcaico lo formaban un conjunto de métodos inductores del trance místico. A lo largo de su desenvolvimiento histórico ha adquirido caracteres metafísicos o filosóficos muy diversos y complementarios. A pesar de ello no ha perdido algunas de sus constantes básicas, como su carácter soteriológico, es decir, que su técnica pretende superar la ignorancia fundamental de la mente y conquistar la naturaleza real, unas veces considerada aparte del absoluto, otras una parte del mismo y algunas incluso ajena totalmente al mismo.
De cualquier modo, aunque ha habido corrientes de yoga más metafísicas que otras o más impregnadas que otras de un sentido de lo trascendente, todas ellas han insistido en la necesidad de la experiencia directa que viene dada por la praxis. Todas las técnicas del yoga fueron concebidas desde muy antaño y verificadas a lo largo de milenios. Nada ha sido dejado al azar.
El yoga es una doctrina del ser, es decir, que contiene enseñanzas para recobrar la naturaleza original y realizarla, o sea, hacer real aquello que precisamente nunca dejó de serlo, pero que es difícil de aprehender de forma directa, pues el denso velo de la ignorancia lo impide. El término «ser» es utilizado a modo de conveniencia, pues, de hecho, los yoguis saben que esa naturaleza original está más allá del ser y del no ser. Se puede definir también como sí-mismo, espíritu, vacío primordial, todo, absoluto, atmán o consciencia.
En el Kaivalya Upanishad se puede leer: «Cuando se ha conocido el atmán supremo, que reposa en un lugar desconocido, sin partes y sin dualidad, testigo, exento del ser y del no ser, se alcanza la esencia pura del ser supremo». Algunos yoguis creen en la trascendencia y otros no; los hay que prefieren la vía de la negación y hacen referencia al vacío, como otros se inclinan por la vía de la afirmación y se refieren al todo, y otros, por la vía de la yuxtaposición. Éstos enuncian que la última realidad es el todo y el vacío, y ni el todo ni el vacío. No hay lugar aquí para polémicas metafísicas inútiles. Cada uno partirá del presupuesto que le sea más afín o conveniente, pero el yoga siempre se mueve en última instancia por experiencias y no por meras creencias.
El yogui persigue hallar la naturaleza real que palpita en uno mismo, comoquiera que ésta se denomine. El antiguo adagio reza: «Por cualquier lado que se pruebe el océano, sabe salado». Se puede llegar a la cima de una montaña por innumerables laderas, pero la cima siempre será la misma. A aquello que está más allá de lo aparente los yoguis lo denominan «innombrable» precisamente por la dificultad de darle un nombre. Eso que es innombrable tiene que ser hallado dentro de uno mismo y tanto los yoguis teístas como los agnósticos, todos valoran enormemente como técnica de autorrealización la de la consciencia-testigo, a la que tendremos ocasión de referirnos extensamente.
Los puntos de partida, pues, son innumerables, pero el de llegada es uno. El yoga, además de ser esa formidable ciencia de la salud integral que tanto buscan y valoran los occidentales, es, sobre todo, técnica de liberación y autorrealización, mediante la cual la persona debe aprender a descubrir lo que en ella es adquirido y evitar identificarse con ello, para establecerse en lo que es real. La consciencia-testigo, cuando se va recuperando, permite al aspirante quebrar la identificación con lo aparente y mantenerse conectado con su propia esencia o centro ontológico. Desde esa esencia, la persona siente todas las esencias, que son parte de la esencia única y primordial. En el Isha Upanishad se afirma lo siguiente: «Aquel que percibe a todos los seres en el