A. Prandoni S. Gianotti A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. DE VECCHI EDICIONES, S. © De Vecchi Ediciones, S. A. 2012 Diagonal 519-521, 2º 08029 Barcelona Depósito Legal: B. 19.432-2012 ISBN: 978-84-315-5516-0 Editorial De Vecchi, S. A. de C. V. V. Nogal, 16 Col. Sta. María Ribera 06400 Delegación Cuauhtémoc México Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o trasmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito de DE VECCHI EDICIONES. Introducción Dedicarnos tiempo. Este debería ser el imperativo de nuestros días, una manera de regalarnos placenteros momentos de ocio. Jugar como cuando éramos niños: verter la harina sobre la superficie de trabajo, después el agua y, finalmente, la levadura. Ensuciarnos las manos de blanco y amasar. Con calma, durante un buen rato, repetidamente. Estos gestos lentos y calibrados nos harán renacer, nos abrirán el corazón. Nos regalarán horas de intensa e irrenunciable tranquilidad. Hacer pan parecerá un juego, pero, poco a poco, se convertirá también en una excelente manera de combatir el estrés. Incluso mejor que el yoga y la meditación. Observemos el fenómeno del crecimiento: parece algo mágico, momentos infinitos que transcurren y la masa que lentamente se levanta, se hincha y parece que está a punto de explotar, que es imparable. Llegados a ese punto, su consistencia ha cambiado, la masa está blanda, suave, preparada para ser tocada... La magia se vuelve a cumplir una vez más: el pan toma forma bajo nuestros dedos. Después, toca esperar de nuevo. Se introduce en el horno y, finalmente, el pan sale crujiente de la bandeja. La casa se perfuma de aromas maravillosos que nos trasportan a las cocinas de nuestras abuelas y a las panaderías de antaño. Relájense, la familia se ha reunido a la llegada de la mágica fragancia y todo está preparado para una comida que difícilmente caerá en el olvido. Los ingredientes fundamentales EL AGUA Como es sabido, nuestro cuerpo está compuesto en un 70 % de agua, y es esencial no dejar nunca que nos falte un aporte adecuado de este elemento. Para poder utilizar el agua en la preparación de comidas, esta debe ser potable, es decir, debe poseer unas determinadas características orgánicas, físicas, químicas y bacteriológicas. El estudio de la naturaleza que rodea el manantial permite identificar la calidad y cantidad de sales disueltas. A GUA MINERAL Es un agua dotada de propiedades terapéuticas, debido a la presencia de sales minerales particulares: el agua debe ser salubre ya en el manantial y ha de embotellarse tal y como mana de la fuente. Las etiquetas de las aguas minerales deben indicar las características y los elementos que las componen. A GUA DE MINERALIZACIÓN MUY DÉBIL Tiene un contenido en sales muy bajo y se absorben fácilmente; por este motivo, es un agua adecuada para las personas afectadas por hipertensión arterial. También se aconseja a quienes padecen de cálculos en las vías urinarias, porque esta agua favorece la diuresis e impide a los cristales de fosfato y de oxalato, que componen los cálculos, que se unan y aumenten sus dimensiones. A GUA OLIGOMINERAL Se caracteriza por una reducida concentración de sales minerales y por una cantidad más o menos elevada de gases disueltos. Una excesiva cantidad de este tipo de agua es poco aconsejable para quienes padecen de insuficiencia renal o hipertensión arterial. A GUA RICA EN SALES MINERALES En esta categoría entrarían las aguas medicinales, cuya ingesta sólo debe realizarse con una precisa finalidad terapéutica y bajo estricto . El agua más indicada para la preparación del pan es aquella que está a medio camino entre el agua dura y la blanda: el agua dura, de hecho, ralentiza la fermentación y endurece el gluten; el agua excesivamente blanda, en cambio, hace la masa viscosa. HARINA DE TRIGO El trigo es un cereal de la familia del Triticum, cuyas especies más conocidas y utilizadas son Triticum vulgare (grano tierno) y Triticum durum (grano duro). El origen del actual trigo cultivado se encuentra en la región asiática comprendida entre los ríos Tigris y Éufrates; desde Oriente Medio el cultivo del trigo se difundió en todas las direcciones. El grano tierno se muele para producir harinas cuyos gránulos son redondos y blancos. De la molienda del grano duro se obtiene un grano pequeño llamado sémola. Las harinas se dividen, en relación con su contenido en gluten, en harinas fuertes y harinas blandas. Cuanto mayor es el contenido en gluten, mayor es la fuerza de la harina, de donde derivan las dificultades para trabajar las harinas específicas para los celiacos (personas con intolerancia permanente al gluten). LAS OTRAS HARINAS Con el término harina nos referimos, normalmente, a la harina de trigo , pero esta no es la única que se utiliza en cocina. Es posible obtener harina adecuada para la panificación a partir de otros cereales y legumbres. H ARINA DE ARROZ Está desprovista de gluten. Generalmente se utiliza junto con la harina de trigo para preparar pasteles dulces o salados, pero también puede usarse sola, como espesante. Existe harina de arroz integral. H ARINA DE SOJA Contiene el doble de proteínas que la harina de trigo, pero es pobre en carbohidratos. Debe mezclarse con otras harinas para utilizarla en la panificación. HARINA, MASA Y PASTA EN LA HISTORIA Desde los orígenes de la humanidad, el agua y los cereales han sido ingredientes básicos en la alimentación del hombre. Pero los cereales en su estado natural y el sistema digestivo humano son incompatibles. Por este motivo, el hombre debió desarrollar desde el Neolítico un método para cocinar los cereales. Según las teorías más difundidas, antes de la introducción de la cerámica, el método usado habría sido el de hervirlos en agujeros; pero este sistema era incómodo y complicado, especialmente porque se debía hacer tras un proceso, ya de por sí muy laborioso, de eliminación de la parte no comestible, mediante su fricción con piedras, y de triturado mediante un mortero y la mano de mortero. Las opciones alternativas parecen aún menos probables: recipientes como conchas, baldes de cuero y estómagos de animales tenían una duración demasiado breve como para poder usarlos constantemente. Resulta difícil que minúsculas partículas de grano fueran lanzadas directamente al fuego para cocinarlas, y las piedras excesivamente calientes del fogón no podían contener más de un puñado o dos de granos. Sin embargo, pronto se descubrió un método para cocinar los cereales que eliminaba por completo el problema de los recipientes: las superficies sobre las que se trillaba se calentaban hasta el punto de asar los granos al mismo tiempo que se rompía la cáscara. A los granos asados sobre la superficie de trillar se les quitaba la cáscara de la manera habitual y se molían en un mortero. El triturado que se obtenía no necesitaba una ulterior cocción para ser digerido y tenía un sabor muy agradable, pero era demasiado seco para ser consumido directamente. La solución más sencilla consistía en añadir un poco de agua a la mezcla, amasando hasta transformarla en una especie de polenta consistente. |
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