INTRODUCCIÓN
El texto que sigue constituye la versión castellana de un pequeño trabajo que Max Weber (Erfurt, 1864-Munich, 1920) escribió entre 1894 y 1896 para la Göttinger Arbeiterbibliothek de Friedrich Naumann, político alemán que tuvo un importante papel en el movimiento de reforma social protestante, y con el que por aquel entonces Max Weber estaba estrechamente vinculado. El trabajo consta de dos partes. La segunda de ellas es posterior a la promulgación de la primera Ley de Bolsas alemana, de 22 de junio de 1896.
A este trabajo hacía referencia Gerhart von Schulze-Gaevernitz, colega de Max Weber en su especialidad y amigo suyo en la Facultad de Friburgo de Brisgovia, en un artículo titulado «Max Weber als Nationalökonom», publicado en el Frankfurter Zeitung el 7 de julio de 1920, pocas semanas después de la muerte de Weber, y recogido luego en el volumen colectivo editado por René König y Johannes Winckelmann, Max Weber zum Gedächtnis. En él expresaba la necesidad de una reedición inmediata del mismo. No ha sido editado ni traducido posteriormente, a pesar de su valor divulgativo y de su interés histórico.
Weber, en los comienzos de su carrera, fue un estudioso del Derecho Mercantil, aunque éste sólo fuera para él un punto de partida o un pretexto. Tras su licenciatura en Derecho, comenzó su actividad científica en el Seminario de Derecho Mercantil de la Universidad de Berlín, dirigido por el gran mercantilista Levin Goldschmidt (que había sido su profesor), y en 1889 se doctoró por Berlín con una tesis sobre la historia de las sociedades comerciales en la Edad Media. En 1891 presentó un trabajo de habilitación sobre la historia agraria de Roma.
Desde entonces, y hasta 1897, el joven Weber se dedica al estudio de dos campos que eran fuentes centrales de los problemas políticos y económicos de la Alemania de Guillermo II: la cuestión agraria y la reforma de la Bolsa de valores. Los problemas de ambos campos estaban muy asociados, porque lo que en el fondo se discutía, y lo que interesaba a Weber, era el futuro programa político y económico que la nación alemana debía emprender. La bibliografía especializada se ha ocupado del problema agrario de los campesinos del este del Elba y de los trabajos de Weber sobre el tema. En cambio, han sido escasamente estudiadas sus investigaciones sobre la reforma de las Bolsas alemanas. En 1894, Weber fue nombrado catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Friburgo, cargo que ocupó hasta 1897, en que accedió a la cátedra de Heidelberg. Entre 1894 y 1897, se ocupó ampliamente de la Bolsa. Existían buenas razones para hacerlo. En aquellos años, la Bolsa era objeto de ataques procedentes tanto de los sectores conservadores como de los círculos socialistas.
Los ataques de los sectores conservadores y agrarios eran una consecuencia directa de su política de defensa a ultranza de la producción interna de cereales y de mantenimiento del dominio político, que también implicaba el recurso a la agitación antisemita. Alemania había practicado el librecambio entre 1865 y 1878. En este período, los sectores agrarios, económicamente decadentes, pero políticamente dominantes, se vieron amenazados por la competencia creciente del cereal procedente de Rusia y de Estados Unidos. Presionaron para dar un giro a la política anterior, y en 1878 se establecieron aranceles para los cereales, que se incrementaron en 1885 y 1887. Esta política agraria iba en detrimento de la industrialización y de la construcción de una nación alemana unida en el interior y fuerte más allá de las fronteras. Enfrentándose a esta política, Weber había defendido la alternativa de expropiación de las tierras y colonización de las mismas por campesinos alemanes (los aranceles habían provocado un cambio en los métodos de producción, y éste, la sustitución de los campesinos alemanes por trabajadores polacos, que constituían una mano de obra más sufrida y más barata).
Además, entre los círculos agrarios era creencia general que la comercialización en el mercado de cosechas futuras facilitaba la importación de granos extranjeros y tendía a deprimir los precios agrícolas internos. De ahí que de ellos partieran los principales ataques contra el negocio a plazo en la Bolsa, exigiendo su prohibición. Por aquel entonces, la regulación del comercio a plazo no se había desarrollado en ningún país tanto ni de manera tan compleja como en Alemania.
Los intereses de los sectores agrarios hostiles a la Bolsa y contrarios al negocio a plazo se vieron reforzados por la agitación antisemita desplegada por la prensa conservadora alrededor de 1875, que se extendió a la especulación en la Bolsa. Durante el siglo XIX , se había efectuado una progresiva asimilación cultural de los judíos en Alemania. La mayoría de ellos se situaba políticamente dentro de las tendencias liberales. Ya no formaban un grupo social unitario, pero no obstante estaban distribuidos en unas pocas clases (la clase media y la alta burguesía) y oficios, porque durante muchos años les había estado prohibido poseer tierras (y por lo tanto no había campesinos judíos), entrar en los gremios (lo que pudo contribuir a que no participaran en la industria) o ser funcionarios (de modo que, al término de una formación académica, pasaban a ejercer profesiones liberales). Por exclusión, el comercio y las finanzas, y luego las profesiones liberales, eran las ocupaciones principales de la gran mayoría de los judíos alemanes. A comienzos de la década de 1870, Alemania atravesaba una etapa de notable crecimiento económico, cuyos orígenes estaban en los millones de la indemnización que Francia había tenido que pagar tras su derrota en la guerra franco-prusiana, y que el Estado alemán empleó para amortizar deuda pública. Las creaciones de empresas, básicamente ferrocarriles y constructoras, y las fundaciones de sociedades anónimas, se multiplicaron en pocos años de forma exorbitante. A estos breves años se los conoce como la «época de las fundaciones» (Gründerzeit). A esta etapa de emprendedores optimistas, euforia alcista y fiebre generalizada de especulación, le siguió una grave crisis económica. El detonante fue el crash de la Bolsa de Viena en 1873, que no sólo afectó a la nobleza y a la alta burguesía, sino también a las capas medias bajas (pequeños propietarios, artesanos). No costó difundir la opinión de que quienquiera que se dedicara a las transacciones bursátiles era un pillo en potencia, y hacer creer a estas capas que la culpa del desastre la tenían los judíos, que esta raza extraña utilizaba la Bolsa para ganar fácilmente dinero a costa del trabajo del pueblo alemán. Los conservadores pensaron que difundiendo sentimientos antisemitas entre estos grupos receptivos, y en lo posible entre los trabajadores, despertarían simpatía por la causa conservadora.
Al sentimiento anticapitalista de los terratenientes y a la animadversión de las capas medias bajas contra la Bolsa, y en particular contra la especulación, se sumaron los ataques anticapitalistas de los socialistas, para quienes la Bolsa era el símbolo de la iniquidad capitalista, y, como tal, había que destruirla. Se trataba de ataques más débiles, porque los socialistas sobrevivían en la clandestinidad, y su voz era difundida, con distorsiones, por un grupo de periodistas pequeñoburgueses. Poco tiempo después de la unión de los socialistas (en la conferencia de Gotha de 1875), Bismarck había dictado la ley de excepción de 1878 (la Sozialistengesetz), para hacer frente al «peligro rojo», que prohibía el derecho de libre expresión, el de reunión y el de asociación. Su vigencia estaba limitada a tres años, pero fue prorrogada varias veces, hasta que en 1890, en contra de los deseos de Bismarck, el Parlamento la derogó porque sus resultados demostraron claramente que había constituido un error político.